«La gente está loca y los tiempos son extraños (…).

Solía importarme, pero las cosas han cambiado».

Things Have Changed (2000), canción de Bob Dylan.

Metidos de lleno en los balances de mitad de legislatura, todo un clásico tan inevitable como innecesario, les resumo la situación: para el gobierno local ilicitano de progreso, en estos dos años se ha hecho mucho y bien, salvo alguna cosa; mientras que para la oposición de retroceso se ha hecho poco o nada y mal, salvo alguna cosa. Pandemia mediante, todo sigue como siempre. Balances de libro y cada cual a lo suyo. Algunos epítetos autoindulgentes del alcalde Carlos González: «Trabajo fructífero», «modernización y mejora», «empleo y riqueza», «política inversora y participativa», «reactivación económica», «regeneración urbana», «transparencia»... más la retahíla de maravillas hechas y por hacer. Y la versión desdeñosa del jefe de la oposición, Pablo Ruz: «Bipartito amortizado», «cuesta abajo», «fracaso», «venta de humo permanente», «oscurantismo», «agenda extravagante», «desprecio y burla»... más la relación de incumplimientos habituales. Con la asertividad a flor de piel, el senador popular incluso acusa al regidor socialista de ser un político «cobarde». «¡Y un pecadorl de la pradera! ¿te da cuen?», aseguran que apostilló, por lo bajini, su lugarteniente José Navarro, ya fuera de micro.

Ante tal acometida popular, González grita ¡al ataquer...! y reivindica su legado, con igual o más asertividad, si cabe, desgranando lo mucho y bueno que aún está por llegar en los dos próximos años (y otros cuatro más, si le dejan), acompañado en el PSOE por los suyos, tuyos, nuestros y por el secretario general, Alejandro Soler, además de los siete caballos que vienen de Bonanza. Compromís también sale a reivindicar lo suyo, lo de la ciudad verde (e incluso blanquiverde, que también tienen su corazoncito futbolero) y sosteniblemente movilizada. Serán solo dos concejales pero pedalean a toda pastilla por el carril bici hacia Elche 2030.

«¡Que me lo quitan de las manos! ¡Dos proyectos de cohesión social con fondos Edusi, más un plan de mejora del espacio urbano, señoras y señores, por el precio de un proyecto Edificant! ¡Y además, de regalo, se lleva usted un magnífico catálogo de edificios protegidos, totalmente revisado y puesto al día!», venden desde el bipartito. «¡No se fíen, que son saldos de temporadas pasadas y material reacondicionado sacado de contenedores de proyectos usados!», refutan desde la bancada popular. La ciudadanía escucha las bienaventuranzas desde el PSOE y Compromís, y dice: pues qué bien. Escucha las maledicencias de la oposición y piensa: pues qué mal. Y a renglón seguido sigue a lo suyo, que bastante tiene con sus propios balances domésticos, profesionales y personales.

Ese es el nivel. Y lo que nos queda, porque en una semana vuelve a escena otro de los clásicos: el debate sobre el estado de la ciudad. Tras un año de ausencia (el PP solicitó su celebración en diciembre pasado, en plena eclosión de la segunda ola de la pandemia, de tanto que lo valoran, excepto cuando gobiernan), volveremos escuchar a los representantes de los consejos municipales y organizaciones ciudadanas hacer sus balances y quejarse de lo abandonados que los tienen; a los miembros del equipo de gobierno asegurando que toman cumplida nota de todo excepto de alguna cosa, y a la oposición, con lo de siempre. Más balances, más debe y menos haber.

Este año, como novedad, y por si no hubiera ya suficiente participación en un debate que ocupa dos jornadas, se rizará el rizo con la incorporación del «escaño 28», que viene a ser como el jugador número 12 del argot futbolístico, pero en ciudadanos, ciudadanas y ciudadanes. Se escogerá por sorteo a tres residentes en el municipio como si fueran a presidir mesas electorales, solo que en esta ocasión será para exponer ante la corporación lo que les parezca bien (o mal, según el caso). Opiniones de las que, por supuesto, tomarán también buena nota desde el gobierno local para su posterior tramitación, evaluación e implementación, si procediera. Será por participación.

El debate cogerá a González ya vacunado con la primera dosis de Moderna, lo cual es un alivio para la ciudadanía en general y para el regidor en particular, dada la alta carga vírica (en la acepción latina de virus: veneno) que suelen tener algunas intervenciones críticas con el gobierno local. Que conste que al alcalde ilicitano lo han inoculado cuando le tocaba, sin los torticeros atajos VIP de los que han echado mano demasiados dirigentes de su mismo partido y de otros pelajes políticos. «Un pinchacito sin importancia, nada comparable con el puyazo de la ministra Ribera», dicen que comentó al abandonar IFA. Y es que hallábase recién llegado de defender el trasvase Tajo-Segura en Madrid, como un pancartero más, codo con codo con los regantes y otros alcaldes y cargos políticos de diversos signos, hermanados ahora en una justa lid cuyo rédito político recogía antaño en exclusiva el PP.

La responsable gubernamental de los caudales ecológicos se encontraba ausente por asuntos propios de su rango y no pudo recibir a los enfadados regantes. Pero unos días después les envío un tuit en el que les explicaba, aunque sin citar a Heráclito, que al mismo río Tajo entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos. Y que puestos a elegir riberas, ella elegía la norte.

González contó en la capital con el decidido apoyo de la homóloga de Ribera en el Consell, aunque no del mismo color político: la consellera ilicitana Mireia Mollà, volcada con el entusiasmo de nueva conversa en la cruzada de defender las bondades de la agricultura sostenible y la reducción de emisiones que suponen las plantaciones de alcachofas, tomates y, sobre todo, brócoli. La compromisaria se convirtió de facto en la representante del gobierno valenciano, puesto que Ximo Puig, también defensor entusiasta (dentro de un orden y sin confrontación) en los últimos tiempos del trasvase del Tajo, no pudo acudir también por solapamiento de agendas.

Tampoco se vio por allí al exalcalde y diputado socialista Alejandro Soler, no vaya a ser que se encuentre cara a cara con Pedro Sánchez en el Congreso (o con la mismísima ministra, que asusta más) y le pregunte qué hacía allí. En cambio, Pablo Ruz sí que estuvo donde tenía que estar, con los agricultores, y además también en Fitur, donde, a su vez, echó en falta a Carlos González, por lo que dedujo que al alcalde no le interesa el turismo. Pero el motivo real fue que tuvo que regresar rápidamente a Elche para no perderse el turno de vacunación, no fuera o fuese que después le toque la de AstraZeneca en la repesca. Hay que tener en cuenta todas las variables.

Hablando de variables, el bipartito ha aprobado ya oficialmente la rescisión del contrato del Mercado Central, pasándose por el mismísimo arco de la torre del Consell la indemnización del 3% que sí estimaba pertinente el informe (no vinculante) del Consell Jurídic Consultiu. Como suele ser habitual, a la empresa municipal Pimesa le han endilgado el marrón gestionar el mercado provisional y vérselas con los placeros. Entramos, pues, en zona de sombra y perturbaciones contencioso-administrativas, así que abróchense los cinturones y atentos al edificio racionalista.

Atentos también al asunto del palacio de congresos, que es otra variable de categoría. Mientras Puig pide consenso como condición indispensable para sumarse en Alicante al proyecto portuario que promueven el Ayuntamiento y la Diputación (veremos qué escala consensual se aplica en la capital, si la Celsius o la Farenheit que Mazón exige para Elche), el informe de la UMH sobre la propuesta ilicitana aportará más variables (y polémica) a este envenenado regalito.

Y no son descartables más perturbaciones, por efecto de la conjunción de Marte con la Luna. Avisados.