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Crónica del último concierto de la temporada de la OSCE de Elche

El crítico musical Antoni Jakubowski comparte en este texto su visión de la actuación de la orquesta

Concierto de la Orquesta Sinfónica Ciudad de Elche.

Apenas había sonado el último compás de la Sinfonía “Los Adioses”, escuche accidentalmente el comentario de una dama, que dijo; “Fue un concierto ameno, con obras claramente contrastadas, en las que se presentaron lenguajes bien diferenciados…”. Ha sido, precisamente, el más acertado comentario sobre esta velada de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Elche bajo la dirección del maestro Mihnea Ignat, uno de estos conciertos durante el cual los oyentes absorben la música en toda su franqueza, tomando su belleza cómo remedio contra las oscuridades de los últimos tiempos. 

Cómo comienzo, el público reunido en el Gran Teatro de Elche escuchó el ciclo de siete “Danzas Populares Rumanas”, creadas por Bela Bartok (1881-1945), cómo resultado de una fascinación del folclore rumano. La suite, llena de contrastes rítmicos y melódicos, brilla con una variedad de preciosas sonoridades. Los músicos de la orquesta que dirige el maestro Mihnea Ignat crearon con éxito los diferentes estados de ánimo, resultando ser excelentes guías, desde las melodías que fluyen tranquilamente, hasta las llenas de temperamento ardiente, danzas folclóricas rumanas. De hecho no podría ser de otra manera….

Durante sus últimos años, G. F. Telemann (1681-1767) se sintió fuertemente atraído por el espíritu de la obra de Cervantes, hasta el punto de que le sirvió de inspiración para componer una ópera, y a partir de ella, una suite de carácter liviano, para orquesta de cuerdas, conocida cómo “Burlesque de Quixote”. La interpretación de la obra de Telemann por las cuerdas de la OSCE fue alegre, lúdica y al mismo tiempo llena de calidez e incluso ternura. Los personajes característicos descritos por Cervantes y luego musicalmente por Telemann fueron perfectamente presentados por el conjunto. Las cuerdas de la OSCE sonaron con vigorosa sonoridad, aportando una dosis adecuada de vitalidad en la búsqueda inagotable de efectos y recursos melódicos, rítmicos y armoniosos. 

Los músicos de la corte del príncipe Esterhazy, anhelando ver a sus familiares inspiraron a Joseph Haydn (1732-1809) a componer una protesta musical, aprovechando el buen sentido de humor, fantasía y personalidad jocosa del maestro. Así nace la Sinfonía No 45 en Fa sostenido menor “Los Adioses”, en la cual el compositor guio la protesta sobre escenario con el “adiós” de los músicos en el “adagio” final. La energía contagiosa de Ignat parecía pasar por la orquesta, cuando los acentos del primer movimiento fueron entregados en forma casi eléctrica o tormentosa. Hermosa sonoridad y el rico desarrollo de las partes internas, presentaron un “adagio” majestuoso, lleno de anhelo. Un indicio de tristeza fue evidente señalando el final. Después de un breve “presto”, los músicos se alejaron lentamente del escenario, dejando solo la bella y triste actuación de las dos violinistas (Margherita Marseglia y Laura García García). El detalle lleno de nostalgia fue recibido con gracia por los oyentes, algunos de los cuales, tal vez, tenían ganas de abandonar la sala del Gran Teatro, en solidaridad con los músicos. 

La conclusión: en las tres obras presentadas durante la velada, la Sinfónica de Elche había ofrecido algo terapéutico, mostrando el distanciamiento de los compositores en sus aspiraciones de alcanzar la sublimidad con su peso específico. Un programa sumamente atractivo en el cual, sin embargo, la parte decisiva del éxito fue la extraordinaria simbiosis que existió durante todo el concierto entre Ignat y la OSCE, dando vida a una sonoridad compacta, bien integrada y de mucho colorido. Una tarde realmente estupenda.

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