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Señales de la mala hidratación

Las profesoras de la UMH Ana Belén Ropero y Marta Beltrá alertan de las consecuencias negativas que provoca beber menos de dos litros de agua al día - La obesidad y los problemas de corazón, riñón y cognitivos son los principales riesgos

Un hombre bebe agua de una botella en una jornada muy calurosa, en la que los termómetros llegaron a marcar 37 grados. | INFORMACIÓN

Beber menos de la cantidad de agua recomendada al día, que oscila entre 2,5 y 3 litros, acarrea muchas consecuencias negativas para nuestra salud, sobre todo en verano y más aún en una provincia como la de Alicante, en la que el termómetro supera muchas jornadas los 35 grados. Así lo advierten las profesoras de Nutrición y Bromatología de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche Ana Belén Ropero y Marta Beltrá. «La mayoría de las personas consume menos agua de la que necesita al cabo del día, aunque es algo difícil de calcular porque depende de lo que bebemos pero, también, de lo que comemos», asegura Beltrá.

Este es uno de los principales motivos por el que las profesionales de la UMH animan a beber agua aunque no se tenga sed. La población humana nace con un 70% de su cuerpo corporal en forma de agua y, conforme avanza el tiempo, ese porcentaje va disminuyendo, hasta ser del 50% en la tercera edad. Para hablar de deshidratación hay que perder un 10% de agua del cuerpo, por lo que la cantidad no es igual para un niño que para un anciano.

Un niño tumbado se refresca con los chorros de agua que salen de una fuente pública. | ELISE AMENDOLA

El problema se agrava en verano con las temperaturas altas y las noches húmedas, en las que se sigue sudando. «La deshidratación influye en todo nuestro estado de salud, no solo momentáneamente, también a largo plazo. Puede estar relacionada con trastornos urológicos, intestinales o renales», advierte Beltrá, que, sobre el caso contrario, beber agua de más, sostiene que sería casi imposible hacer daño al cuerpo porque para ello habría que ingerir más de un litro cada media hora.

Valor como nutriente

El preciado líquido transparente tiene un enorme valor como nutriente para la salud humana. Prueba de ello, apuntan las expertas de la Universidad ilicitana, es que una persona moriría si pasa 72 horas sin beber. En cambio, sin comer se puede aguantar entre dos y cuatro meses, en función de las reservas del cuerpo, como se comprueba cuando alguien realiza una huelga de hambre. También es importante que tanto las comidas como las meriendas y las cenas estén acompañadas por agua, recalcan.

Uno de los aspectos fundamentales de esta cuestión es los peligros que conlleva la mala hidratación, cuyas señales se traducen, principalmente, en obesidad y problemas de corazón, riñón y a nivel cognitivo. «Es un campo en el que todavía hay que trabajar mucho. Por ejemplo, se ha comprobado que si se sufren migrañas, con una hidratación correcta, la intensidad de ese dolor es menor. Es cuestiones de estreñimiento, sobre todo en el caso de las mujeres, también se consiguen mejoras», señala Beltrá.

La profesional de la UMH también pone el acento en las cuestiones vinculadas al cerebro: «En el caso de los niños, si se hidratan bien, su efecto cognitivo mejora. Si el 60% del cuerpo de un adulto es agua, el cerebro también tiene una parte importante de agua, sus células están formadas por ella. Si hay mala hidratación, las células pierden líquido, como le ocurre al corazón o al riñón. Esto también provoca cambios en el funcionamiento del metabolismo. A una persona diabética, por ejemplo, la falta de agua le supone un mayor esfuerzo para perder glucosa».

¿Existe una mejor forma de beber? Para esta pregunta también tienen respuesta las profesoras de la UMH. Su recomendación es que se vaya bebiendo a lo largo de todo el día, en pequeñas cantidades, porque el cuerpo absorbe mejor. «No vale con beberse un litro de golpe cuando nos entra sed», apostilla Beltrá, quien también asegura que cuando se hace más de media hora continua de actividad física es importante introducir bebidas isotónicas con sales minerales e hidratos de carbono de asimilación rápida.

En el caso de personas sedentarias, con una alimentación normal, no es necesario el aporte de este tipo de bebidas porque lo único que harían sería aumentar los azucares simples que se consumen a lo largo del día. Las organizaciones internacionales recomiendan que la ingesta de azúcar diaria no supere el 10% del total de la ingesta calórica, que para un adulto sedentario está cifrada en unas 2.000 kilocalorías.

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