Hace unos días se han dado a conocer los datos de utilización del AVE en la famosa estación-apeadero de Matola. En sus seis primeros meses de funcionamiento, unas 12.000 personas han utilizado la misma para ir o volver a Madrid.
Son unas cifras raquíticas en comparación con las que se barajaban en su momento para justificar que su inversión era necesaria. Como suele pasar en este tipo de infraestructuras, se inflaron las perspectivas de utilización para justificar las obras. Ha sido algo muy frecuente en España. Por algo somos el segundo país del mundo con más líneas de alta velocidad. El AVE es un medio de transporte ferroviario que luce mucho. Su rentabilidad social es, en la mayoría de los casos, más que dudosa. Y los intereses económicos que hay detrás son impresionantes. Desde el ciudadano más simple hasta personas como Juan Carlos I lo saben. Es raro el alcalde que no ha pedido que pase el AVE por su pueblo. Todos lo han defendido como una suerte de «Bienvenido Míster Marshall», que transformaría y modernizaría sus municipios y los pondría en cabeza del progreso del mundo mundial. Salvo raras excepciones, los resultados son más bien discretos y poco justificativos de las inversiones multimillonarias que se han hecho.
El resultado lo tenemos aquí. Que sólo 12.000 personas hayan utilizado el AVE en Matola supone que la media de estos seis meses ha sido que sólo 66 personas al día han salido o llegado a dicha estación. Y, teniendo en cuenta que hay dos trenes diarios de salida y otros dos de llegada, supone una media de 16 personas por tren. Poco más y tiene que salir el tren de largo por no haber nadie. Una sensación de fracaso parece evidente. Tal es así que ni la propia Renfe ha reforzado el servicio que se dijo que se duplicaría para el verano. No ha hecho falta. Y ya veremos cuando entre en funcionamiento la estación de Murcia capital. Es difícil de creer que un tren AVE que salga de allí pare en Orihuela y vuelva a parar en Matola. Parecen muchas paradas para tan poco recorrido. Probablemente una de ellas, o las dos, se supriman si siguen teniendo tan poca demanda.
Las razones del porqué del fracaso de la estación-apeadero de Matola son múltiples: Probablemente está en el peor sitio posible. El Ayuntamiento de Elx debería dar explicaciones de por qué, en su día, no se plantó ante el Ministerio para exigir que la estación estuviera en el centro, en el aeropuerto o en otro sitio más funcional. En estos temas, y no sólo con lo de la Dama, hay que dar el callo en Madrid. Ahora, y por muchos años pagaremos las indecisiones. No sólo es probable que Matola, que ya pasó de gran estación prevista a poco más que un apeadero, acabe sin uso, sino que la actual línea de cercanías acelere su degradación y pérdida de frecuencias.
Y eso es lo lamentable del asunto. Mientras se han invertido millones de euros en una línea de AVE muy lustrosa, pero poco utilizada, se le regatean mejoras a una línea de cercanías C1 Murcia-Elx-Alicante con graves problemas de funcionamiento al estar con una vía única, sin electrificar, con unidades motoras a diésel, antiquísimas y con averías y retrasos frecuentes y sin conexión ni con el Parque Empresarial ni con el aeropuerto. Según los datos de Renfe, de 2020, el peor año con la pandemia, fue utilizada por 1.200.000 personas y eso que perdió la mitad de pasajeros del año anterior, que fueron 2.300.000. Y podrían ser muchos más con una línea más decente. Siempre ha habido clases, dirán algunos, y es cierto. Parece que estos últimos, estudiantes, pensionistas, trabajadores, etc. tienen que seguir esperando las mejoras, mientras que otros podrán viajar a Madrid en AVE y muy desahogados en unos trenes casi vacíos. Así es la vida.
Lo que está pasando debe hacernos reflexionar, a todos, sobre la conveniencia de priorizar las inversiones públicas en aquello más necesario y que socialmente esté más justificado.
