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Esperando a Godot

El Girajaquetes

Una imagen de la representación de Girajaquetes, con el alcalde como protagonista. | INFORMACIÓN

El pasado sábado se conmemoró en Cataluña la Diada. Ese día, 11 de septiembre, fue elegido para celebrar el «Día Nacional de Cataluña» para hacerlo coincidir con la misma fecha en que, en 1714, las tropas borbónicas tomaron la ciudad condal en el marco de la Guerra de Sucesión Española. En esa contienda, al contrario de lo que los nacionalistas nos quieren hacer creer, no lucharon unos territorios contra otros, ni España contra Cataluña (de hecho ciudades como Madrid, Alcalá o Toledo luchaban en el mismo bando que Barcelona), sino que lo que se dirimía era un conflicto de mayor calado entre la dinastía Borbón y la de Habsburgo, siendo los partidarios de estos últimos defensores de un modelo de gobierno que, trasladado a los parámetros actuales, podríamos calificar como más retrógrado, pues defendían el mantenimiento de una serie de privilegios para los más poderosos. Exactamente igual que ahora, cuando los nacionalistas lo único que persiguen es el mantenimiento de un statu quo que les sitúe no sólo por encima del resto de los españoles, sino perpetrando un auténtico genocidio civil contra los que no piensan como ellos o no hablan su misma lengua en la propia Cataluña.

Abundando en el tema de la Guerra de Sucesión Española (1701-1714) para que se hagan una idea de la estrechez mental de aquellos que se creen el ombligo del mundo, cabe reseñar que ese conflicto no se circunscribió a Cataluña, ni siquiera tuvo sus episodios más trascendentes allí. De hecho, ha sido descrito por muchos autores como la «primera guerra mundial contemporánea», dado que el teatro de operaciones de sus principales campañas tuvo lugar en España, Italia y Alemania, así como en numerosas batallas navales.

Su desencadenante fue la muerte sin descendencia en 1700 de Carlos II, último monarca de la dinastía de los Habsburgo en España. En su testamento legaba la corona a Felipe, Duque de Anjou y nieto de Luis XIV de Francia. Pero el anuncio de Luis tras proclamar a Felipe como Rey de España, en el sentido de que Francia y España se unificarían bajo una misma corona, provocó la inmediata reacción de Inglaterra, Holanda, Prusia y Austria, que tomaron esa posibilidad como una seria amenaza a los equilibrios de poder existentes en Europa.

Esas potencias formaron lo que se denominó la «Gran Alianza», con el objetivo de situar en el trono de España al Archiduque Carlos de Austria, un Habsburgo, en lugar de al Borbón Felipe. En las primeras fases de la guerra, las tropas de la Alianza, comandadas por el Duque de Marlborough y el Príncipe Eugenio de Saboya, infligieron grandes derrotas a los franceses en las batallas de Blenheim (1704), Ramillies (1706), Oudenarde (1708) y Malplaquet (1709). Pero el costo económico y en vidas humanas fue tan alto que muchas instancias en Inglaterra empezaron a presionar para forzar una salida negociada de la contienda.

En 1711 se produjo el fallecimiento de José I de Austria, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, a quien sucedió, precisamente, el Archiduque Carlos. Este hecho llevó a los miembros de la Alianza a plantearse que el equilibrio de poder en Europa estaría aún más en entredicho si Carlos gobernaba Austria y España, de lo que lo estaría si Felipe se convertía en Rey de España, lo que permitió a Luis XIV conseguir unas condiciones favorables al negociar los términos de la paz que se plasmarían en el Tratado de Utrecht de 1713.

Felipe se convirtió en Rey de España con la condición de que España y Francia no se unificaran. Gran Bretaña obtuvo Gibraltar, Terranova y Nueva Escocia, así como otros territorios en Norteamérica, además del monopolio del comercio de la venta de esclavos en Latinoamérica. A pesar de sus reticencias iniciales, Carlos se vio obligado a reconocer el nuevo orden europeo, con la ratificación de la Paz de Rastatt (1714).

Precisamente en el contexto histórico que les he descrito se desarrolla la vida de Juan Francisco Vaíllo de Llanos y Ferrer, Conde de Torrellano. Debo reconocer que no conocía esta historia, por lo que a las felicitaciones expresas que merecen los vecinos y asociaciones de Torrellano que la semana pasada organizaron una obra de teatro sobre él, añado un agradecimiento personal por habernos dado a muchos la oportunidad de acercarnos por primera vez a esta figura que, según nos relatan, obtuvo su título por su apoyo a los Austrias en la Guerra de Sucesión, pero lo pudo mantener con los Borbones, lo cual le granjeó su apodo de «Girajaquetes», es decir, de chaquetero, como se diría en castellano.

Cabe destacar también la simpática participación del alcalde de Elche, interpretando precisamente el papel de alcalde en la obra de teatro. Es de justicia reconocer a nuestros cargos, muchas veces criticados como consecuencia de la gestión fruto de su responsabilidad, estos detalles. Aunque algunos maledicentes afirman que ha sido precisamente en esta obra de teatro, interpretando el papel de alcalde, la primera y más fructífera vez que han visto a Carlos González actuar como tal desde su toma de posesión en junio de 2015. Ya saben, hay muchas lenguas viperinas en nuestra ciudad.

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