Elche ha sido cuna de grandes actrices (Silvia Aguilar, Carolina Cerezuela, Diana Palazón, Cristina Alcázar…) pero nos faltaba un actor a su altura, un intérprete carismático que paseara el nombre de la ciudad por las 17 comunidades autónomas y Ceuta y Melilla, e incluso más allá de nuestras fronteras geopolíticas. Y ya está aquí. Se llama Carlos González, y no es ni más ni menos que el alcalde. Su sentida, contenida y acendrada interpretación del regidor ilicitano cuando la Guerra de Sucesión (primeros años del XVIII) en la recreación de las peripecias vitales de Juan Vaíllo de los Llanos, conde de Torrellano, espléndidamente escenificada por vecinos de esta pedanía, ha sacado a la luz una faceta hasta ahora desconocida para la ciudadanía. Aunque no para todos ni todas. El Jefe de la Oposición (JdlO), Pablo Ruz, dada su sensibilidad y temperamento artísticos, ya intuía la faceta melodramática de la primera autoridad, y de hecho le ha achacado en repetidas ocasiones veleidades teatrales en el desempeño de su gestión. Ahora se ha confirmado, evidenciando que no todas las denuncias del líder del PP son espurias ni resultan desestimadas por la fiscalía anticorrupción.

La cuestión es que González hizo un cameo de incógnito (si ello era posible), enfundado en el traje de casaca, chupa y calzón, y con peluca empolvada inherente a un alto cargo, demostrando que, además de consumado atleta, también cultiva el arte de Melpómene y Thalía, y domina las candilejas teatrales tanto como las políticas. Su seguridad escénica, sus gráciles y precisos movimientos, y su dicción clara y modulada en el espectáculo «Girajaquetes» (todo un blockbuster en YouTube) hicieron rememorar a muchos de los asombrados presentes a galanes clásicos de la talla de Tyrone Power, Errol Flynn, Harvey Keitel o Matt Damon. Incluso a Antonio Banderas, por la entonación. Lástima que la mascarilla que los actores lucieron por mor de las medidas sanitarias impidiera a los asistentes deleitarse, más aún si cabe, con una de las facetas más valoradas del regidor: la expresiva gestualidad de su rostro. Pero, por lo demás, lo dio todo sobre el escenario y así se lo reconoció el público. Tanto que ya hay quien piensa proponer su candidatura a los Premios Max de las Artes Escénicas, en la categoría de mejor político actor revelación. Un galardón muy reñido, por cierto, en los tiempos que corren.

Cuentan fuentes apócrifas de la Alcaldía que González, enaltecido por tan rotundo éxito escénico (y con el inconfesado propósito de incrementar su proyección en el mundo de la farándula, por lo que pueda pasar dentro de dos años), reunió hace unos días de urgencia a su equipo de gobierno y propuso representar en la Plaça de Baix un gran espectáculo que fundiese memoria histórica e igualdad inclusiva, con vistas al Festival Medieval del mes que viene. Planteó llevar a escena «El alcalde de Zalamea o El garrote más bien dado» de Calderón, por sentirse representado plenamente en la figura del regidor que ajusticia a quienes osan mancillar el honor de su gestión, que es como una hija para él, y envía al ostracismo (o mejor, a los calabozos de Calendura, que están más cerca) a los que tratan de deshonrarla, como los malandrines de la oposición.

«No sé, no sé… eso del honor mancillado suena a rancio heteropatriarcado y no es sostenible en los tiempos inclusivos actuales», replicó la portavoz compromisaria, Esther Díez. Y a renglón seguido propuso hacer mejor «Fuente Ovejuna» de Lope de Vega, pensando para sus adentros que ella misma quedaría perfecta en el papel de Lucrecia. Aunque la valerosa joven también resulta raptada y su libertad sexual vilipendiada, como la Isabel de Zalamea, sin embargo es capaz de empoderarse y denunciar las tropelías (en un #MeToo avant la lettre) del comendador machista y sátrapa, que acaba ajusticiado por el pueblo soberano, con plácet real posterior , y todo sin aumentar la huella de carbono pese a la elevada movilidad vecinal.

No se sabe cómo, pero los planes teatrales secretos del bipartito llegaron a oídos de Pablo Ruz, quien tras denunciar una vez más el oscurantismo y la nigromancia que profesan PSOE y Compromís, se sintió impelido a solicitar de inmediato otro pleno extraordinario para presentar su propia propuesta teatral. En concreto, el líder del PP quiere plantear que se represente otra obra de Lope, «El mejor alcalde, el rey», como parábola del desgobierno municipal y la ineptitud de su cabeza visible. Además, constituiría una muestra más de lealtad de los populares hacia la Corona, menoscabada por el ejecutivo izquierdoso. El joven senador se ve en el papel del rey Alfonso VII, reparando con su magnimidad el agravio perpetrado contra la virtud de Elvira (vaya con las relaciones no consentidas en el Siglo de Oro), papel que ve que ni pintado para la ciudadana Eva Crisol. Están en ello.

En cualquier caso, como no todo va a ser teatro en esta vida (incluso en política), habrá que seguir gobernando además de actuar, aunque a veces no se perciba nítidamente la línea (amarilla en este caso) que separa la acción ejecutiva de la Commedia dell’Arte. Por tal motivo, ya de vuelta a la realidad cotidiana, el alcalde se ha reunido con los portavoces de la oposición municipal para pedirles, sugerirles o proponerles, según el caso, igual que ha hecho el presidente Pedro Sánchez en el Congreso, que arrimen el hombro para salir de la crisis y recuperar la economía, además de un poquito de por favor de no seguir crispando ni levantando la voz en los plenos (más de lo necesario, al menos). A este último respecto, González les anunció que más pronto que tarde estará al fin acabado el reglamento de funcionamiento municipal, prometido desde hace lustros por gobiernos anteriores. Quien no lo cumpla y siga crispando, vociferando y menoscabando la autoridad competente, acabará también en el calabozo de Calendura. Y no miró a nadie en particular.

Contrariamente a lo que cabría esperar, las reuniones con los portavoces de la oposición cubrieron las expectativas: no hubo ningún avance y cada cual siguió a lo suyo. Ruz fue a hablar de su libro (libreta azul en este caso) e insistió en el empeño popular de bajar impuestos a todas las capas sociales sin distinción (los ricos también lloran y a veces incluso sufren para llegar a final de mes). También, que se rebaje la factura de la luz, o al menos que se haga un reparto generalizado y gratuito de bombillas led entre toda la población. No dijo nada de la gasolina, que también ha subido lo suyo. Quizás en otro pleno extraordinario. González insistió en que hay que arrimar el hombro; en concreto los hombros de los demás al suyo propio. Ello se traduciría, por ejemplo, en que la oposición (total o parcialmente) apoye el presupuesto municipal del bipartito para 2022, aunque sea un poquitín y sin que se note.

«¡Alcalde, lo tuyo es puro teatro; falsedad bien ensayada y estudiado simulacro! ¡Puro teatro propagandístico!», explotó Ruz mientras salía de la reunión en la Alcaldía dando un portazo (luego se disculpó y lo achacó a una inoportuna corriente de aire). «¿Quién da esos alaridos? ¿Quien osa molestarme?», replicó González encaramándose a su mesa, al creerse transportado de nuevo al escenario torrellanense. En eso que le tocó el turno a la portavoz de Vox, Aurora Rodil, que al entrar encontró al regidor mirando fijamente la reproducción de la Dama, mientras declamaba: «¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es gobernar? Una ilusión, una sombra, una ficción...». Fin del primer acto.

P.D. Advierto movimiento de los hombres del mono blanco nuclear en el hotel de Arenales. Seguiré atento (desde la distancia, por si acaso).