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Conservación o alineación de un edificio: riegos el progreso

CONSERVACIÓN O ALINEACIÓN DE UN EDIFICIO: RIEGOS EL PROGRESO

Una de las primeras técnicas que utilizó el urbanismo español fue la elaboración de planes de alineaciones y rasantes. Desde este modelo de proyecto urbano la Administración definía la línea que debía mantener la calle con el fin de conservar un ancho constante; y también establecía las cotas para que las pendientes fueran uniformes. Esta técnica disponía que los solares pertenecientes a la ciudad antigua perdieran o ganaran superficie a criterio del planeamiento. Si el terreno marcado como calle no era cedido se podía proceder a la expropiación del mismo según el consabido criterio de utilidad pública. La solución al contencioso que plantearon los propietarios de la Puerta del Sol de Madrid al establecerse un plan de alineaciones geométricas dictadas por criterios estéticos, marcó un hito en el urbanismo español. De esta manera, poco a poco, se fue consolidando una ordenación geométrica de la ciudad moderna en España, enderezando las tortuosas calles heredadas de los trazados medievales.

CONSERVACIÓN O ALINEACIÓN DE UN EDIFICIO: RIEGOS EL PROGRESO

En nuestra ciudad siempre hubo un cierto caos entre planes que se superponían y marcaban distintas alineaciones. Una de las calles que denotan un mayor desconcierto en cuanto a los criterios de alineación es el vial que discurre desde la estación del ferrocarril hasta enlazar con la carretera de Dolores. Esta calle, cambiante en su nombre, modifica también su alineación de tal modo que en el entorno de la hoy llamada plaza de la Constitución se llegan a establecer tres o cuatro alineaciones distintas en una distancia de no más de cien metros. Pues bien, sobre este galimatías de alineaciones el Servicio Territorial de la Consellería de Cultura ha propuesto marcar una nueva alineación mediante la conservación de la fachada del actual edificio de Riegos el Progreso. Al establecer esta obligación de respetar la fachada se produce un estrangulamiento en la calle de difícil solución urbanística. Se origina así una contradicción entre dos voluntades opuestas: consolidar un gran vial norte sur de importancia urbanística para la ciudad o mantener la fachada de un edificio histórico que tiene su interés. Conservar el edificio tiene su importancia, pero el respeto a una calle que es una permanencia fosilizada de la antigua centuriación romana también resulta conveniente.

Recuerdo que fue hacia el verano de 1983 cuando Margarita López y yo entregamos al Ayuntamiento el Plan Especial de Edificios y Conjuntos Protegidos del municipio de Elche. Resultó uno de los primeros intentos de obtener lo que posteriormente se llamaría un Catálogo de Protección. Y recuerdo que este edificio estuvimos discutiéndolo hasta el último momento porque no se nos ocurría una solución urbanística idónea. De un lado el edificio nos parecía importante, representaba una cultura local de adjudicación del agua -un bien escaso y común- que resultaba sorprendente. Años después reforcé esta idea al leer para mi tesis doctoral El Gobierno de los Bienes Comunes de Elinor Ostrom (primera mujer premio Nobel de Economía). En este libro Ostrom desmontaba la idea de lo que se denominaba por entonces «la tragedia de los comunes» y manifestaba que muchos bienes comunes resultaban magníficamente administrados y disponían de excelentes mecanismos para la resolución de conflictos. Entre los múltiples casos estudiados me maravilló su descripción de la cultura del agua en Valencia y Murcia. Aunque no citaba explícitamente a Elche quedaba claro que la consideración económica y cultural del agua como un bien susceptible de ser subastado tenía un gran atractivo. Por eso, conservar un edificio destinado a la subasta del agua resultaba seductor.

En cuanto al edificio de Riegos el Progreso se componía de dos partes claramente diferenciadas: el salón de subastas y las oficinas; articuladas por un patio interior no exento de interés. Ambos fragmentos eran totalmente diferentes estilísticamente y correspondía a dos actuaciones seguramente separadas en el tiempo. El problema para la conservación del local destinado a subastas no era el edificio, era su inserción en el entorno. La edificación personificaba la persistencia de una antigua configuración urbana que determinaba una calle Corredora sin continuidad y rematada en una pequeña plaza. Plaza del Piñón, parece que la llamaban, debido tal vez a la existencia de alguna rueda de la almazara que allí hubo. De hecho un poco antes de concluir el Plan Especial se derribó el inmueble señorial contiguo, desmontando la portada que daba a la plaza (mucho más interesante que la de nuestro edificio) y conservándola en algún almacén municipal perdido. Esta plaza era el final de la ciudad y mediante callejones se accedía a los caminos que daban acceso al palmeral. Siempre fue un anhelo en nuestra ciudad enlazar la calle Puente Ortices con la carretera de Dolores ensanchando el estrecho camino existente; así como continuar la Corredera hasta enlazar con la carretera de Alicante. Cuando ya solo queda un edificio para lograr una calle uniforme podemos preguntarnos: ¿Qué sentido urbano tiene mantener una fachada invadiendo la plaza de la Constitución y estrangulando el gran vial norte sur de nuestra ciudad?

Recuerdo que el Plan Especial de Protección recomendaba al Ayuntamiento que ante la complejidad del problema comprara el edificio y lo convirtiera en público con lo que las soluciones de implantación en el entorno lograrían ser más naturales. De esta manera podrían analizarse soluciones que pusieran en relación el edificio, la calle y la plaza que hoy resultan inabordables. En definitiva la conservación del edificio de Riegos puede motivarnos a mantener la alineación; pero conservar una fachada aislada, que nada tiene que ver con un edificio de viviendas situado detrás, no parece ser razón suficiente para alterar un vial tan importante para la ciudad y por el que se ha luchado tantos años. Creo que en este caso, la política de conservación de una fachada ajena al nuevo edificio carece de sentido y entiendo que deberían estudiarse posibles alternativas para trasladar la fachada: bien al nuevo edificio proyectado o a una nueva localización.

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