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El triste diario de la vida en la residencia

Un usuario del centro de mayores de Altabix envía una carta a la Generalitat denunciando deficiencias que complican su estancia

Francisco Muñoz, junto a la fachada de la residencia. | ANTONIO AMORÓS

Descontrol. Francisco Muñoz fue operado de un problema cardíaco antes de Navidad. Tras pasar semanas en el hospital volvió a la residencia de Altabix, donde vive desde hace una década. Narra lo difícil de recuperarse con falta de servicios.

Francisco Muñoz tiene 74 años y lleva una década viviendo en la residencia de mayores de Altabix. Lo que para él debería ser un hogar se ha convertido en un frío lugar sin ciertas comodidades y con deficiencias donde pasar sus días. Lamenta que la residencia no sea un lugar del todo seguro para recuperarse tras haber sufrido un grave problema cardíaco que lo ha tenido hospitalizado durante semanas.

Para explicar cómo está viviendo estos últimos días ha elaborado un diario que ha querido compartir con INFORMACIÓN y que también ha remitido a la dirección del centro, de gestión privada pero propiedad de la Conselleria de Políticas Inclusivas. La administración autonómica y la Fiscalía también van a recibir el escrito.

En diciembre salió de urgencia de la residencia tras sufrir un ataque al corazón y tras recibir el alta volvió a ingresar en el hospital en enero por complicarse su estado ya que ha sufrido una neumonía. A la residencia regresó el 27 de enero por la tarde en plena sexta ola y cuando ya había decenas de usuarios contagiados de covid y aislados como han informado desde plataformas como RecoVa.

Cuenta que lo recibió un enfermero nuevo que no conocía y lo pasaron a la habitación S027 del ala B. Para él empieza el primer problema: los mandos que elevan la cama articulada no funcionan, una deficiencia que residentes y familiares han comunicado en varias ocasiones. Hasta el día siguiente no le cambiaron de cama, según asegura.

Después trató de hablar con el personal para mostrar la documentación del hospital que acredita su delicado estado de salud. Toca a los timbres varias veces y tras varios intentos nadie contesta. «Me ha tocado llamar por teléfono a recepción y preguntarle si no había escuchado los timbres, me dicen que no». Admite que tiene la suerte de contar con un móvil propio, recurso que muy pocos residentes tienen, y no hay teléfono en las habitaciones, asegura, por lo que la comunicación con el personal se complica. El hecho de que «no funcionen los timbres adecuadamente es muy grave para la salud y bienestar de los residentes», lamenta Francisco en su escrito.

Indica que desde que la UME intervino en la residencia en enero de 2020 no se han vuelto a colocar las cortinas de ciertas habitaciones, aspecto que atenta contra la intimidad de los residentes según la normativa, denuncia este usuario. Francisco además preside el consejo de usuarios de la residencia de mayores por lo que ha expuesto la problemática ante dirección.

Señala, también, que hay partes del día en las que la calefacción no está encendida, que pasa frío y tiene que recurrir a mantas. Por otra parte, cuenta que los desayunos y las comidas llegan algo tarde y fríos. «Hoy eran las 3 de la tarde y no me habían traído la comida», narra. Dice que hay enfermeros que incluso han tenido ciertas confusiones entre usuarios para administrar la medicación.

Por tanto, lo que le preocupa en el fondo de la cuestión no es que un día puntual el alimento no le llegue caliente, si no que percibe que hay descontrol entre el personal para atender debidamente a los residentes, un factor que directamente les afecta a la hora de sentir el centro como un hogar.

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