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ENTREVISTA
Danza Asun Noales Coreógrafa

Asun Noales, coreógrafa: "La danza hace mejores personas porque comunicas con tu cuerpo"

La ilicitana reestrenó su obra "La mort i la donzella" con un Gran Teatro abarrotado

La coreógrafa en la sala de ensayos de l'Escorxador, donde nació su obra ANTONIO AMOROS

El pasado viernes se reestrenó “La mort i la donzella” de la coreógrafa ilicitana Asun Noales. Lo hizo con un Gran Teatro a rebosar, un público curioso por descubrir la obra, merecedora de tres premios Max, que se volvía a estrenar al 100% de aforo. La primera vez que se representó, el aforo era apenas del 30% y en plena crisis por la pandemia.

¿Le gustó su obra el viernes?

Pues me gustó muchísimo, porque volvimos de nuevo a bailar en el espacio que vio nacer la obra. Estaba todo el espectáculo muy bien encajado, muy bien situado en el espacio, y se notaba que había sido el lugar de nacimiento. Fue muy emocionante, sentir el calor del público, volver otra vez a la ciudad con un 100% de aforo, porque la primera vez que hicimos el espectáculo ahí estábamos solamente al 30% de aforo. Entonces fue muy emocionante, sobre todo por volver a ver a la gente disfrutar con esta obra. Yo creo que salió muy bien.

El público hace mucho en una obra…

Claro, la energía que se crea al final es un feedback. El intérprete está en el escenario. Se baila y se hace arte, y si no está ese público, que al final es el último autor de la obra, el que recibe la obra y la hace suya, pues yo creo que no tendría ningún sentido el arte. Ver el teatro lleno es una maravilla para todos.

¿La danza le ha servido para llegar a fin de mes siempre?

Bueno, he tenido la gran suerte de haber podido vivir de la danza. Soy quizás una privilegiada en este sentido, porque es verdad que es una profesión precaria. Me marché muy jovencita a Barcelona para seguir estudiando allí y prácticamente antes de terminar mis últimos años de estudio en el Instituto del Teatro, ya estaba contratada en el Ballet Contemporáneo de Barcelona. De ahí me fui a Alemania, a la Tanz Company. Después pasé a otros proyectos más independientes y creé mi propia compañía y siempre he tenido bastante trabajo. Entonces sí que he podido llegar a fin de mes pero no es lo habitual. Siempre tienes que compaginar varios trabajos, pero todos relacionados con la danza. Al final la danza es mi medio de vida. 

Habiendo estado en Barcelona, París o Nueva York,  ¿cómo es crear desde Elche?

Es toda una maratón, un trabajo de fondo. No todo ha sido como ahora, ahora estoy en un momento muy dulce de mi carrera, recogiendo todos los años de esfuerzo. Aquí, por un lado me siento muy libre porque no estoy contagiada de otros artistas porque estoy muy sola trabajando aquí, pero por otro lado, estoy muy aislada, no tengo con quién compartir ni programación muy amplia de danza, me tengo que ir fuera para encontrar danza que me gusta y me inspira. Somos tan pocos que las instituciones nos apoyan, y siento como que tengo que devolver a mi ciudad en muchos aspectos, intento ser generosa en todo lo que hago. Mi fórmula ha sido trabajar desde Elche pero traerme a la gente aquí, creando el festival Abril en Danza, vinculándome con muchos bailarines que han venido a vivir aquí. No es fácil trabajar desde aquí, pero es un reto.

¿Somos culturetas en Elche?

Yo creo que sí, la gente que me rodea es muy aficionada a la música, al teatro. Somos culturetas en el sentido de que nos gusta la cultura cercana. A mí me gusta ir a ver a mis amigos actuar, a mi familia, nos gusta la cultura vivenciándola. Hay escuelas de danza, hay un conservatorio de música. Pero en la realidad profesional, nos cuesta acercarnos a ella, pero sí que considero que Elche es una ciudad muy culta. Quizás hace falta un acercamiento a los profesionales porque se piensa en cultura y se va a lo amateur.

Ha ganado tres premios Max, ¿le ha cambiado la vida?

Pues no, a todos nos gustan los premios pero mi día a día es el mismo. Es verdad que te da visibilidad, es como un altavoz que genera que tu nombre sea más reconocido, pero yo sigo trabajando igual. Sí que veo que los premios lo que han hecho es que los teatros se llenen, sirven para democratizar el arte, llega más a la gente. Yo en televisión no veo danza casi nunca, entonces un premio te posiciona en esos medios, que son los que consume la mayoría.

¿Cree que la danza se haya relegado a un segundo lugar en el mundo de las artes escénicas?

Creo que hay un miedo al cuerpo dentro de la sociedad, hay un miedo a la piel. Siempre hemos sido los incomprendidos. Siempre comparo la danza con la música, pienso que somos hermanas, cuando vas a ver un concierto no preguntas qué ves ni qué te cuentan porque estás acostumbrado a la música, estás educado en la música. Sin embargo la danza como no la tenemos alrededor, no es una asignatura en las enseñanzas regladas, genera un miedo al cuerpo. Por eso creo que la danza está en un segundo plano en la sociedad. Si los niños bailaran más, yo pienso que la danza hace mejores personas, cuando entiendes todo lo que puedes comunicar con tu cuerpo, creo que las sociedades mejorarían.

Centrándonos en la obra, habla de la muerte, ¿por qué?

Bueno, fue un encargo que me pusieron en las manos, en el lied de Schubert la muerte seducía a una doncella para llevársela a otro lado. Me hacen el encargo en noviembre del 2019, empiezo a pensar en la idea y cuando nos metemos en la sala de ensayos, habíamos pasado toda esa época tan dura del covid con tantas muertes a nuestro alrededor y yo acababa de salir de todo ese estado. Estaba en un momento donde la muerte me rodeaba. Creo que es una fuente de inspiración, nos sabemos vivos cuando sabemos que vamos a morir. Creo que la muerte nos da mucha consciencia de quienes somos.

Una escena de la obra "La mort i la donzella" en el Gran Teatro Matias Segarra

Imagino que la pandemia le ayudó en el proceso creativo.

Pues sí, fue duro porque era un momento muy delicado pero fue realmente inspirador. También estaban las ganas de volver a una sala de ensayos, porque estábamos muy aislados en casa, entonces había ganas de volver a estar con gente, de volver a compartir. Recuerdo el sonido de la gente con los respiradores y esa imagen se quedó en mi mente, por eso está en toda la obra la respiración presente durante todo el espectáculo. Fue muy inspirador y tenía muchas ganas de sacar todo eso que llevaba dentro.

En tiempos oscuros de epidemias, guerras u otras tragedias, el arte se ha posicionado casi siempre, ¿usted cómo lo haría?

Yo creo que está claro que en conflictos tan delicados, como esta guerra que tenemos al lado, cuando hay una persona que hace estas barbaridades pienso que no está bien. Desde el arte lo único que podemos hacer es intentar que la gente se pueda evadir de esos momentos de locura, pero cómo le dices eso a una persona que está viviendo una guerra. Podemos ser reivindicativos, intentar darle la vuelta a esa mente tan enferma y que cambie de opinión pero es muy difícil en una guerra. Yo creo que tiene que haber diálogo, pero con el diálogo no evitas un disparo.

¿Su profesión podría salvar el mundo?

Creo que las artes más que salvar al mundo, pueden verlo de otra manera, como podemos reinterpretar lo que está sucediendo, cómo podemos imaginar la vida y hacer política desde las artes. Creo que podríamos sacar esa dureza a lo que sucede y que quede una memoria, porque al final el arte, a no ser que lo destruyan, perdura a lo largo de la historia.

En su obra hay un gran muro que se va desintegrando a lo largo de ella, ¿qué nos quiere decir con esto?

Queríamos que el muro se convirtiera en un esqueleto, es que se fuera viendo ese interior y es fragilidad. Como ese muro que empieza tan solemne casi como una lápida gigante, como se puede ir desintegrando. El ser humano cuando está cerca de la muerte, cuando es una muerte natural es frágil y está muy expuesto, pero aún así quiere seguir viviendo.

Si le dieran a elegir entre no bailar nunca más o morirse, ¿qué elegiría?

No bailar nunca más, tengo muchas cosas por las que vivir. Me gusta mucho bailar pero no lo cambiaría por mi vida.

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