Un testimonio que remueve conciencias sobre un tema del que no se habla lo suficiente. Julio Armas Castro (@julymed08), un médico que trabaja en Elche, ha compartido en su perfil de Twitter la experiencia que vivió cuando un niño de 11 años, acompañado de su madre, llegó a su consulta. Dolor de barriga, náuseas, cefalea...

Lo que a priori parecía una simple mañana más en 'la oficina', era en realidad una tapadera, una sorda llamada de socorro, un intento de huida por parte del menor para evitar una pesadilla, la que vivía cada día en el colegio.

Esas patologías que el pequeño sentía (y que obligaron a su madre a buscar ayuda en varios lugares) no eran reales. El dolor, en cambio, sí lo era, pero hasta ese momento no había mostrado su verdadera identidad. El menor la mantenía oculta y llevaba su injusto castigo en silencio. Los sanitarios no tardaron en llegar a la misma conclusión. "No quiere ir a clase. Su madre no sabía que estaba pasando y sus hermanos tampoco", señala el facultativo en uno de sus tweets.

Su relato continúa y explica que hubo un momento en el que "la situación era límite". Fue entonces cuando ese bloque formado por el miedo, la rabia y la angustia se rompió y el menor pudo explicar la verdad, la dura realidad que vivía cuando -como cada niño de su edad- iba al colegio

Las incesantes lágrimas acompasaron el desgarrador testimonio de un chico de 11 años que llegó a confesar que había pensado en quitarse la vida. Armas detalla en su hilo los insultos y el acoso escolar que tuvo que aguantar el niño durante el último curso: "Le llamaban 'gordo', se referían a él como 'el de los zapatos rotos' o le decían 'marica'”. Actos condenables de bullying que acabaron con la felicidad y con las ganas de vivir de una persona que solo encontró refugio debajo de su cama, como él mismo reconoció.

Bajo su colchón halló la protección a unos actos miserables a los que nadie respondía (él no podía, el resto no querían). "Marginar al débil es algo muy habitual", apunta el facultativo ya en el la cola de su publicación. "Después de la intervención de la trabajadora social, la pediatra del centro de salud y el propio colegio, esta situación acabó de forma deseada", cuenta el urgenciólogo y cierra una historia que pese a tener un final amable, deja un poso agrio por ser este un problema que demasiadas veces se detecta cuando ya es tarde.

Nadie lo define mejor que el propio autor de este hilo: "El acoso escolar es como una herida que sangra de forma diaria hasta que la hacemos callar, a veces, de la peor manera".