«-Yo bebo para olvidar lo que se avecina».

Viñeta de Chumy Chúmez (1927-2003), humorista gráfico español.

Viene el presidente de la Diputación, el popular Carlos Mazón, para ser nombrado por Pablo Ruz afiliado de honor de su partido en Elche (con carnet y todo, ojo) y, tras visitar en la Plaça de Baix el mercado de palma blanca y colocarse una de solapa, acaba imbuido de sentimiento ilicitano a tope. Hasta el extremo de anunciar que va a encargar un estudio para traer el tranvía (Tram) desde la capital provincial hasta la avenida de la Libertad, pasando por el Parque Empresarial (y probablemente por varias pedanías más, a tenor de la querencia del PP por el mundo rural). Eso sí: hará el estudio pero luego se lo pasará a Ximo Puig para que el tranvía lo pague la Generalitat, que es la administración concernida en este asunto. Pillín.

Ruz y los suyos, como no podía ser de otra manera tratándose de su presidente y candidato a la Generalitat, aplauden la ocurrencia con un entusiasmo rayano en el arrebato. Acto seguido reclaman al equipo local de gobierno que apoye con idéntico ardor (o más, si cabe) tan mirífica iniciativa, que según proclaman transformará el municipio mucho más que lo hizo su pariente lejano, el popular tren Chicharra. Aquel primigenio tranvía a vapor que cubrió el trayecto Alicante-Elche-Crevillent entre 1905 y 1910, tardó 25 años en materializarse y, como vemos, solo cinco en desmaterializarse, al no poder competir con el ferrocarril Alicante-Elche-Murcia.

Probablemente a causa de ese malogrado antecedente histórico ferroviario el alcalde, Carlos González, ha tildado de improvisada falacia electoralista la idea de Mazón y ha proclamado que aquí el equipo de gobierno progresista sostenible tiene ya su propio plan de movilidad que incluye bicis, patinetes y hasta trolebuses pero no el tranvía. Apuestan ahora por la modernización de la línea de cercanías de Renfe (los trenes son casi de la misma época que el Chicharra), que nos conectará en unos pocos años con el aeropuerto, el Parque Empresarial, el aeropuerto, el apeadero del AVE y el mundo entero. Eso dice.

No sintiéndose satisfechos los populares con este argumento de la primera autoridad, como cabía esperar, van a defender una moción en el pleno municipal en apoyo de la propuesta de su jefe, para tratar de poner de nuevo en un brete a PSOE y Compromís, y que vea la ciudadanía que no se movilizan con tanta sostenibilidad como aseguran. El órdago tiene fácil resolución para las dos formaciones gobernantes: votar a favor, sin duda. Y si se le ocurre a Mazón anunciar otro estudio sobre, pongamos por caso, hacer navegable el Vinalopó, pues a apoyarlo también. No es aconsejable contrariar al presidente de la Diputación ahora que se ha animado a invertir aquí.

Y es que los populares ilicitanos sienten una especial fijación por el tranvía. No tanta como con la bajada de impuestos, pero casi, casi. Esa obcecación por tan sostenible medio locomotor quizás tenga su origen en el anuncio que hizo Francisco Camps en la inauguración de la Vía Parque Alicante-Elche, en enero de 2006. Encontrándose el president igualmente imbuido de sentimiento ilicitano rodeado de campos de alcachofas, proclamó con la vehemencia que le caracterizaba la puesta en marcha del Tram entre ambas ciudades por la plataforma central del nuevo vial, para lo cual ya se estaba haciendo el consiguiente un estudio, y que el coste estimado del proyecto sería de unos 250 millones de euros. O sea, que informe técnico ya debe de haber alguno por la conselleria. Pero nada, si la Diputación que hacer otro (u otros), adelante. Será por estudios...

La cuestión es que, mientras han seguido las millonarias inversiones en el tranvía de la ciudad de Alicante y sus ramales hacia el norte y el oeste, nada más se supo del de Elche. Los socialistas recordaron infructuosamente la promesa al jefe del Consell cuando eran partidarios del Tram (junto con la deuda de los 43 millones por los terrenos de la UMH, claro) y Mercedes Alonso incluyó la idea entre sus propuestas electorales, pero ni siquiera en los cuatro años que ocupó la Alcaldía su querido amigo Paco Camps le hizo caso alguno. Ahora el PP vuelve a la carga, con Mazón como ariete, mientras el alcalde le afea al presidente popular su falta de respeto institucional por anunciar el estudio sin consultarle. González da a entender que lo del Tram ya es cosa del pasado, que ahora toca modernizar y ampliar cercanías. Quimera por quimera y me llevo la dinamo. Las posturas, por supuesto, no son inamovibles, y variarán hacia uno u otro lado a tenor de futuros cambios de gobiernos y oposiciones en las próximas elecciones.

En cualquier caso, le ha venido bien a González este rifirrafe de salón para reafirmar su imagen como gobernante firme en la defensa de los intereses de sus ciudadanos y ciudadanas, sean cuales fueren. Firme pero no intransigente, que pese al intercambio de epítetos con Mazón, siguen siendo colegas institucionales, no vaya a torcerse (o retrasarse) lo del palacio de congresos. Que conste que hay buen rollo, pero como alcalde de Elche y socialista que es, tiene que decir estas cosas con cierta vehemencia y gestualidad para estar en su papel. Le pasa como con el rector de la UMH(E), Juanjo Ruiz, que se enfadó mucho tras aprobarse en el pleno municipal una moción reclamándole que añadiera la E a sus siglas, y tuvo que llamarle el alcalde en seguida para explicarle que eran simples posicionamientos políticos y que seguían ajuntándose.

Le viene bien a González mantener la tensión con la oposición, no solo a nivel local con Ruz, que se da por hecho, sino con su directo superior, Mazón, convertido ya en un peso pesado de la política provincial y autonómica. Pero como el presidente de la Diputación es un hombre más calmado y políticamente menos ardoroso que el líder popular local, es más fácil para González discrepar oficialmente con él y a renglón seguido hacerse fotos como amigos de casi toda la vida.

Todo estos matices de su imagen pública los está cuidando mucho González últimamente. Y por si hay alguien (por ejemplo, su secretario local/provincial, Alejandro Soler) que no lo ha captado, ha dejado bien claro, negro sobre blanco (en estas mismas páginas), que derrocha fuerza, ilusión, experiencia, vitalidad, salud, talante, dicción, caligrafía y apoyo social para volver a ser candidato a la reelección y, encima, obtener una amplia mayoría. Ahí lo deja, de momento, que ya es bastante. Quiere igualar, al menos en mandatos, a su mentor, Diego Maciá. Seguro que Soler le recordará que en 2019 le dejó volver a encabezar la lista a cambio de que no optara a repetir. Pero la realidad es que González no dijo ni que sí ni que no, sino todo lo contrario; esbozó una de sus muecas características, que el responsable socialista interpretó como una aquiescencia, cuando en realidad quería decir era «que te lo crees tú».

Si en los ambientes políticos habituales ya se empezaba a conjeturar sobre qué salida se le ofrecería a González desde el PSOE tras sus ocho años en la Alcaldía (¿Valencia? ¿Madrid de nuevo? ¿SEPES?), el órdago del interfecto (en la acepción 2 del DRAE, «Persona de la que se está hablando», no de la primera) puede complicar el panorama a la dirección socialista (Soler, vamos). Pero no siempre las cosas son como parecen, y mucho menos en política. Así que atentos al aparato (del partido) y González, a seguir discrepando amistosamente con Mazón sobre el tranvía y, cuando se tercie, también con Ximo Puig sobre la deuda histórica. Y que nadie pierda de vista que el alcalde es corredor maratoniano y ha vuelto a entrenarse a fondo. Ojito.