La ONG de Elche Infancia de Nad ha dedicado todos sus esfuerzos en los últimos meses a dar refugio a cerca de 800 ucranianos que huían de la guerra. Todos ellos vivían muy próximos a la capital, Kiev, o en aldeas cercas a Chernóbil, y sus hijos ya venían a España en un programa vacacional. La presidenta de la entidad solidaria, la ilicitana Rosa Marhuenda, ha organizado la operativa y acogido a una mamá con su hija. Ya antes tenía a un niño acogido. Su caso es el de cientos de familias españolas que han hecho lo mismo, aportando no solo su dedicación, sino también sus casas y sus recursos económicos. Agradecidos con todo el apoyo recibido de la sociedad, quieren hacer notorio que el drama no acaba ahí. Por desgracia, continúa…

¿Qué necesidades encuentra ahora mismo la ONG Infancia de Nad a causa de la guerra de Ucrania?

Una vez que conseguimos sacarlos del peligro, debemos preguntarnos qué debemos hacer. Los hemos refugiado aquí mientras ha pasado lo peor, pero ¿ahora qué? ¿Los dejamos aquí? Las propuestas económicas que tiene el Estado no llegan, los ayuntamientos y las familias no pueden abarcar con todo, las citas para que dispongan de papeles tardan uno o dos meses y, mientras, no pueden trabajar. Y aquí tampoco es que sobre el trabajo. Luego está el problema del idioma… No es fácil. Ellos mismos nos cuentan que la situación en sus zonas ya está mucho más calmada.

Por lo que dice, ¿está viendo en los refugiados un deseo de volver?

Efectivamente. Son personas que siempre han vivido de su trabajo en el campo. Y están súper preocupados porque si no plantan ahora sus huertos, en invierno no podrán dar de comer a sus hijos. Un caso, el de una abuela que tiene a sus hijos y nietos con ella y que nos dice que tiene que volver para poder plantar para recoger sus cosechas y comprar otra vez sus animales de la granja porque las tropas rusas se los han comido todos. Ahora es el momento de comenzar a cerrar el ciclo. Hay que seguir ayudando a los que están aquí, pero también ofrecerle la oportunidad a los que quieren regresar.

¿Ya piensan en la reconstrucción?

Eso es. Paradójicamente estamos ahora mismo recibiendo los últimos autobuses con refugiados pero ya con la mente en ver cómo ayudar a otros refugiados a volver y a reconstruir sus vidas. Tenemos el compromiso ciego de ayudarles también a regresar y a lo que necesiten para reconstruir sus hogares. Ellos quieren saber si sus casas están en pie, si existen. Y si no lo están, quieren empezar de cero. Saben que sus zonas ya han sido desocupadas por los rusos, que ya no hay peligro, y ya muestran su deseo de volver. Quieren empezar a reconstruir sus vidas, a plantar sus huertos, a retomar sus escuelas y su nueva normalidad, aunque sea distinta a la anterior.

¿Cómo han podido acoger a tantas personas?

Principalmente gracias a las familias de acogida que ya hacían su papel durante los veranos y que ahora tienen en sus casas o en segundas viviendas a mamás o abuelas con sus hijos y nietos. Ellos se organizan con sus economías, algunos reciben ayuda de amigos, familiares… También hay refugiados que han entrado en el sistema de Cruz Roja. Por sus características familiares era complicado acogerlos en familias porque, por ejemplo, necesitaban más apoyo psicológico e infraestructura más específica. Y otros han conseguido vivienda gracias a ayuntamientos, principalmente en la España vaciada.

¿Cada caso será distinto?

Sí. Tenemos casos de lo más variopinto. Desde mamás con 8 hijos que viven en una casa en Cádiz hasta una madre ucraniana acogida con tres pequeños en un apartamento de 60 metros en Valencia, y que su familia de acogida española no dudó en darles alojamiento en su hogar, aún sabiendo de las limitaciones de espacio. Hoy por hoy, están integradísimas, tanto, que ya la familia de acogida ha planificado cambiar de vivienda para poder traer de Ucrania a la otra hija y nietas de esta mamá ucraniana.

¿Cómo ha sido la respuesta de la sociedad española?

Magnífica. Muy grande. Pero ciertamente la solidaridad de los ciudadanos al final no puede con todo. Por ello tenemos que tirar de llamamientos. Nos tenéis que seguir ayudando porque una vez que el boom bélico ya ha pasado, parece que nos olvidamos un poco.

Y las necesidades no cesan…

Los ayudamos a salir de ese horror y debemos seguir en esta lucha hasta cerrar el ciclo. Esto no se ha terminado. No podemos llegar y decir ahora: apañároslas. Necesitamos una inyección de fondos para darle cobertura a aquellos que tienen el deseo de volver. Acompañarlos, llevarles ayuda humanitaria allí y que puedan volver a empezar de nuevo. Que será mejor, peor, más pobre…, pero es su hogar y donde quieren vivir.

Y, además, deben seguir apoyando a los que están aquí…

Las familias españolas también tienen un límite. El apoyo de la asociación ha sido importante. Los tenemos a todos localizados e intentamos atender sus necesidades. Pero el apoyo institucional es mínimo, porque todos los fondos que hemos gestionado y toda la operativa han sido privados. Se han hecho marchas y numerosos actos solidarios... Las familias de acogida de Infancia de Nad se han volcado. Han hecho un trabajo inhumano para conseguir donativos, contactar con empresas, con transportistas, conductores… Ha sido espectacular el nivel de participación de todas ellas, noches sin dormir preocupados por sus niños en Ucrania, que estaban en sótanos protegiéndose de la ofensiva rusa, y además, sacando fuerzas de donde ya no las había para recaudar fondos, aún sin saber el destino de estos menores…Hay que dejar constancia de esto, porque sin ellas, nada hubiera sido posible.

¿Cómo han sido esas primeras semanas de integración entre las familias acogedoras y los refugiados? ¿Cómo ha sido su caso particular?

Creo que ha habido situaciones de todo tipo. No era fácil. Y no estábamos preparados. En mi caso concreto ha venido a casa una niña que ya traíamos en verano con su mamá, porque a su marido lo llamaron a filas y a su hermano le obligaron a quedarse porque iba a cumplir 18 años. Nuestra integración ha sido bastante buena. Al principio, a la mamá le costaba mucho, estaba totalmente devastada y cuando fue consciente de que ya estaba en España fue muy duro para ella. Todos los días lloraba, solo quería ver noticias de su país, solo casi sin comer… . Su huída también fue muy traumática. Dentro de un tren, tumbadas en el suelo y todo a oscuras porque los rusos disparaban a los cristales. Ese trauma, conforme han pasado los días y las semanas ha ido mejorando. Parece ser que está más integrada, pero le ha costado mucho.

¿Cómo se han entendido?

La niña, de 10 años, hace de traductora. Y también utilizamos la aplicación de “Google translate”. El idioma es totalmente distinto y eso es un problema importante. Su alfabeto es el cirílico, muy diferente al español. Ha habido convivencias muy duras. Por ejemplo una familia acogedora de una mamá con niños de muchas edades, desde bebé a 17 años. Los adolescentes han sido los que más problemas de adaptación han tenido por la etapa de su vida en la que están. Ellos saben muy bien por qué han salido huyendo de su país y están frustradísimos.

¿Para los pequeños habrá sido distinto?

Claro. Ellos se están adaptando muy bien y disfrutando mucho, como si estuvieran aquí de vacaciones. A los adultos les está costando más. Vienen con un trauma muy grande. Psicológicamente es muy duro, como el caso de una abuela con sus dos nietos, cuya madre, su hija, murió de leucemia por las radiaciones de Chernóbil. Esta mujer ha tenido que dejar allí a su marido, demasiado enfermo para un viaje tan largo. Ahora muestra un deseo loco de volver. También ha sido complicado para los de 30 y 40. Sobre todo por retrasos de dos meses en conseguir el documento de identificación español o porque no hay posibilidades de valerse y salir adelante por sí mismos. Pensaban que en dos días podrían estar trabajando y no es así, lo que les ha creado mucha frustración.

¿Y cómo está siendo la adaptación en los colegios?

Todos los menores de edad están escolarizados, pero el sistema educativo español tampoco estaba preparado para recibir una avalancha de escolares. Los pequeños se adaptan muchísimo más rápido a un colegio, aunque no conozcan la lengua. Los mayores no tanto, a algunos les cuesta muchísimo. La acogida que la comunidad educativa ha tenido con estos menores ha sido abrumadora, aplausos a los pequeños ucranianos, cartas de bienvenida, abrazos… Pero sí es cierto, que el día a día en el aprendizaje es difícil en muchos casos, ya que no se pueden destinar recursos de manera individual y coger el ritmo del resto de alumnos, depende de muchos factores, tanto del menor ucraniano, como de los centros educativos, profesores, apoyo dentro de las familias acogedoras y apoyo de la sociedad en general.

¿Cómo ayudar a los refugiados ucranianos y a sus familias?

La ONG ilicitana hace un llamamiento para poder seguir ayudando tanto a los refugiados como a los ucranianos que están en su país y a los que quieren regresar para comenzar con la reconstrucción de sus hogares. Infancia de Nad dispone de página web (onginfanciadenad.org), correo electrónico (asociacioninfanciadenad@gmail.com) y de un número de cuenta para realizar donativos (IBAN: ES86 2100 2808 5501 0068 4718). “Debemos ayudarlos a reconstruir sus vidas”, concluye Rosa Marhuenda.