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Otro edificio histórico perdido en Elche

Derriban un inmueble señorial de los años treinta del centro de la ciudad que carecía de protección, lo que desata las críticas vecinales

El derribo del edificio señorial de la calle José Ramos, este jueves en el centro de Elche ANTONIO AMOROS

El centro de Elche ha perdido otro de los pocos edificios históricos que le quedaban. Se trata de un inmueble de la calle José Ramos, esquina con Daoiz, construido en 1932, que carecía de protección, pero que por su antigüedad y el diseño de su fachada lo hacían emblemático. Una pala lo ha tirado abajo en cuestión de horas esta semana, lo que ha desatado las críticas vecinales por la falta de conservación de la arquitectura singular de la ciudad.

La casa señorial que acaba de quedar reducida a escombros era de dos plantas y con una superficie de 304 metros cuadrados. Está previsto que en su lugar se levante un nuevo edificio de ocho viviendas. Pese a sus características, esta edificación no estaba blindada del derribo, como muchas de las que ha ido perdiendo la ciudad en las últimas décadas por su envejecimiento, como la casa del duque de Béjar o la del conde de Luna.

La casa antes de que fuera derribada INFORMACIÓN

Un episodio que recuerda al que hace justo un año se producía en la calle Salvador, en pleno núcleo histórico, donde la mítica juguetería conocida como Almacenes Parreño, de finales del siglo XIX, era demolida. Después de aquello, su solar sigue a la venta, lo que ha encendido todavía más a colectivos defensores del patrimonio ilicitano, que siguen urgiendo el catálogo de edificios protegidos para evitar estas situaciones.

La particularidad de aquel inmueble es que por ley sus propietarios estaban obligados a presentar, como máximo, dos años después de su derribo el proyecto de nueva construcción. Ya ha transcurrido un ejercicio desde que se tiró abajo y no ha encontrado propietario que garantice una nueva construcción en este vial histórico. Con la desaparición del inmueble de la calle Salvador se reabrió el debate sobre la necesidad de conservar el patrimonio arquitectónico de la ciudad para evitar seguir borrando de la memoria construcciones de interés que sobreviven.

El equipo de gobierno reconoció entonces que el catálogo de bienes protegidos de la ciudad, vigente desde 1998, estaba completamente obsoleto y se comprometió a tenerlo listo a finales de un mandato al que solo le queda un año para expirar. Uno de los objetivos de este instrumento urbanístico es precisamente blindar de demoliciones los inmuebles del siglo XX con un valor patrimonial, lo que de haber estado aprobado antes podría haber supuesto que la antigua juguetería de la calle Salvador se hubiera salvado de la desaparición o que la casa señorial de la calle José Ramos también se librara del derribo o al menos que se hubiera podido garantizar la protección de su emblemática fachada.

Entonces, la edil de Urbanismo, Ana Arabid, aseguró que la conservación de las edificaciones estaría determinada por la legislación sectorial que tengan un interés local para su protección. Para ello, los edificios tendrían que cumplir con unos criterios técnicos.

Con este catálogo, la asignatura pendiente del Ayuntamiento es también poner en valor el patrimonio histórico y arqueológico civil y militar de la Guerra Civil, las chimeneas de tipo industrial construidas de ladrillo anteriores a 1940, los hornos de cal, los antiguos molinos de viento y los veteranos molinos de agua, los relojes de sol anteriores al siglo XX, las lonjas y salas comunales anteriores al siglo XIX, los paneles cerámicos exteriores anteriores a 1940, la arquitectura religiosa incluyendo los calvarios tradicionales que estén concebidos autónomamente como tales, así como los elementos decorativos y bienes muebles relacionados directamente con el bien patrimonial a proteger.

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