En ocasiones, cuando aprieta la canícula como en estos días, el equipo del proyecto Domus se arracima en torno a la palmera que preside nuestra excavación, para bromear con que La Alcudia es el Hawkins del Vinalopó, porque al igual que en ese ficticio pueblo de Indiana en la exitosa serie Stranger Things, aquí, en pleno campo de Elche, también suceden constantemente “cosas extrañas”: muros fantasmas robados o recrecidos, estructuras no identificadas, agujeros inexplicables, estratos que se materializan cuando menos te lo esperas mientras que los previsibles no aparecen, objetos que ocupan un espacio en el tiempo que no les corresponde, tormentas e incluso huracanes que lo ponen todo patas arriba.

La superficie del cerro (alcúdia, del árabe andalusí alkúdya) que fue Ilici esconde un verdadero “mundo del revés” bajo cota cero. Los sufridos arqueólogos y arqueólogas abrimos portales en una dimensión desconocida, sin contar con los superpoderes de una heroína capaz de ver lo que hay en el inframundo. Nos enfrentarnos a esa investigación introspectiva solo con nuestras manos y herramientas sin saber nunca dónde nos conducirá.

La historia integral de una ciudad vivida

La excelente conservación de la estratigrafía en este sector ha proporcionado ya interesantes novedades.

Sin embargo, un proyecto científico siempre tiene objetivos y parte necesariamente de una o varias preguntas. En contra de lo que a veces se piensa, no excavamos por excavar –¡A ver qué sale! – ni para buscar tesoros –¡Qué bonito! – sino para resolver un problema histórico previamente planteado. El nuestro era obtener la secuencia histórica de un pequeño rincón del noreste de La Alcudia nunca antes excavado, situado entre dos domus (casas aristocráticas romanas) recreadas con bastante imaginación el siglo pasado. Se pretendía contrastar el relato idealizado con la verdadera historia material de Ilici y para ello, en lugar de focalizar el interés en un monumento o en un periodo concreto, convertimos la diacronía (el tiempo en un espacio) en nuestro objetivo, rechazando los clichés arbitrarios que tanto han condicionado la interpretación de La Alcudia. Todas las ciudades como espacios construidos son una sucesión de paisajes urbanos en continua transformación.

El objetivo final es la consolidación y puesta en valor de aquellos espacios y estructuras documentadas que sean representativas de cada fase histórica detectada.

El proyecto Domus está codirigido por Sonia Gutiérrez, Julia Sarabia, Jesús Moratalla, y Victoria Amorós, con la colaboración de Raquel Bujalante, y cuenta con un equipo amplio de la Universidad de Alicante y de otros centros investigación, como el Instituto de Arqueología de Mérida o la Universidad de Murcia. En él participan también estudiantes y egresados del Máster en Arqueología Profesional y Gestión Integral del Patrimonio de la UA, técnicos y peones especializados.

El proyecto Domus está codirigido por Sonia Gutiérrez, Julia Sarabia, Jesús Moratalla, y Victoria Amorós, con la colaboración de Raquel Bujalante

La excelente conservación de la estratigrafía en este sector ha proporcionado ya interesantes novedades. Se ha descubierto por vez primera una ocupación islámica temprana (siglos VIII y IX), que permite demostrar que la Ilš del pacto de Teodomiro del año 713 estuvo en La Alcudia, mucho antes de que una nueva ciudad heredase su nombre en el siglo X, dando lugar a Elx. Hemos constatado la importancia de la Ilici tardorromana a través de una intensa y monumental remodelación urbanística fechada en el siglo V, con el trazado de calles y edificios que estuvieron en uso, con diversas remodelaciones, hasta la época visigoda. Se ha documentado también una fase urbana altoimperial, con habitaciones, hogares y pavimentos del siglo I d. C., correspondientes a la fundación colonial, construida a su vez sobre niveles de época ibérica.

En vísperas de la Dama

Proyecto Domus: Estructura siglo III a.C. y niveles ibéricos

Nuestra última campaña ha sacado a la luz una monumental estructura de más de 9 metros de longitud y 1m de anchura, de la que se conserva el zócalo de mampostería con refuerzo de vigas verticales y alzado de grandes adobes, sobre una cimentación heterogénea de 2 m de anchura. Su cronología (segunda mitad del siglo III a.C.), la regularidad y características de su diseño, con paralelos en el mundo púnico y helenístico, y el hallazgo de una moneda hispano-cartaginesa (221-218 a. C.) lo sitúan en el contexto de la II Guerra Púnica.

Detalle de las pesas de telar ibéricas

Sus cimientos amortizaron un área doméstica de época ibérica plena, fechable entre los siglos III y IV a. C., a la que corresponden varios pavimentos, tabiques de adobe, improntas de postes y un conjunto de más de 25 pesas de telar in situ. Por debajo, a más de 3 metros de profundidad, se aprecian indicios de estructuras más antiguas que nos sitúan en vísperas de la sociedad que alumbró la Dama, pero por el momento no resulta posible documentarlas. El objetivo final es la consolidación y puesta en valor de aquellos espacios y estructuras documentadas que sean representativas de cada fase histórica detectada, explicando no una sino todas las historias escritas en la propia tierra de este sector de La Alcudia.

Las sociedades de la Dama

Se ha descubierto por vez primera una ocupación islámica temprana (siglos VIII y IX), que permite demostrar que la Ilš del pacto de Teodomiro del año 713 estuvo en La Alcudia.

Hace 125 años, “cavando para arreglar unos bancalitos”, se encontró casualmente una imagen femenina ibera que hoy es un icono tan enigmático y evocador que oscurece su propia cuna: ese conjunto de ruinas que esconde La Alcudia. Más de 25 siglos después de ser esculpida todavía nos preguntamos qué significaba, para qué sirvió y cómo era la sociedad íbera que la alumbró cuando Ilici aún no lo era. La curiosidad es lógica pero la respuesta es más compleja de lo que parece, porque dos son las sociedades de la Dama.

Una es la que la creó en la época ibérica antigua como representación femenina aristocrática ideal (antes que diosa, aunque la última película de Marvel le haya otorgado tal condición). Una representación de rango y estatus social, expresada a través del género y de unos códigos (peinado, manto, joyas, postura) comprendidos socialmente en un amplio territorio, que produjo otras damas similares y esculturas de héroes y monstruos de acuerdo a sus propias creencias. La misma sociedad que la utilizó como urna funeraria de algún miembro destacado de un linaje de las inmediaciones de la Alcudia, donde debió haber un asentamiento importante, una o varias necrópolis y quizá un santuario territorial.

Más de 25 siglos después de ser esculpida todavía nos preguntamos qué significaba, para qué sirvió y cómo era la sociedad íbera que la alumbró cuando Ilici aún no lo era.

Pero la Dama que hoy conocemos y festejamos pertenece también a otra sociedad, una sociedad actual con la que ella no podría identificarse, pero en la que nosotros la reconocemos como “Dama de Elche”, haciéndola nuestra. Un objeto atemporal en torno al cual se ha ido construyendo un relato mistificado y romántico, expresión de una memoria colectiva contemporánea, no íbera, que ha soslayando las contradicciones sobre su descubrimiento, para convertirla en la base de uno de esos relatos míticos que, como ha advertido el historiador José Álvarez Junco, no tienen por objetivo conocer el pasado sino crear identidad comunitaria. Cuestionar históricamente la construcción de la Dama como símbolo polisémico no la denigra, solo pretende objetivar lo subjetivo y para eso hay que conocer, comprender y explicar la historia de su cuna: La Alcudia.

Sonia Gutiérrez Lloret, catedrática de Arqueología en la UA