Elche volvió este lunes a ser Ilš, como se conocía a la ciudad bajo el dominio musulmán hace diez siglos. La comparsa mora Las Huestes del Califa protagonizó un espectacular boato que dejó con la boca abierta al numeroso público presente en todo el recorrido de la Entrada Mora. El público no se perdía detalle de cada una de las carrozas, a cada cual más sorprendente, y pudo conocer la historia que había detrás de cada una de ellas y de las filaes gracias al dossier que repartió la comparsa que este año ejercía la capitanía.

El boato histórico sumergió a la ciudad en la antigua medina. La música tuvo un protagonismo muy especial, y prueba de ello fueron los 450 músicos que acompañaron a los más de 270 festeros que desfilaron en el boato. Percusión y ritmo permitieron que miles de personas vibraran a su paso por las principales calles y plazas del centro de la ciudad ilicitana, desde Reina Victoria hasta Puente Ortices, pasando por la Corredora tras su peatonalización. 

El boato «Un paseo por Ilš» quiso transmitir el ir y venir del trasiego diario de la ciudad bajo la dominación musulmana. La Puerta de la Guarda del Mar abrió la entrada con el abanderado de Las Huestes del Califa, Antonio Sepulcre, responsable de portar la bandera y el estandarte. Era el acceso a la Vila Murada mientras los músicos, subidos en la carroza, interpretaban una adaptación a Marcha Mora del Himno de Elche, compuesta por Damián Magallón, del grupo Adagio de Crevillent. La filà del abanderado, Nazaríes, desfiló tras él, con el cuerpo de guardia de guerreros, antes de que por las calles de Elche se abriera paso la filà Dairas, de jóvenes mujeres. En ese momento, una carroza de 30 metros de plataforma irrumpía para dejar atónitos a todos los presentes con una espectacular simulación de un mercado árabe al que no le faltaba detalle. El mercado era el centro neurálgico de la ciudad y el bullicio de clientes y comerciantes se transformó en los aplausos del público, impactado en esos primeros instantes del boato y a la espera de la llegada del Capitán Moro, José Eugenio Najas, que prometía no defraudar. 

Las filaes Beduínos y Sahira dio paso a otra de las imponentes carrozas del boato, la de la Alcaicería, también de 30 metros de largo, que parecía no tener fin. Artesanos de telas, calzados y forjas compartían espacio con los que manufacturaban tanto elementos decorativos, como aperos de labranza o de cocina. Una impresionante representación de lo que eran las calles de la medina árabe. La filà Tarsas y la Aixas, de mujeres, precedían la llegada del estandarte que la familia del capitán moro, Najas-San Miguel, ha diseñado con motivo de la Capitanía, que fue escoltado por otros dos estandartes de la comparsa Las Huestes del Califa. Llegó entonces el momento de los más jóvenes comparsistas, de las filaes Ben Almudifín, Shabab y Ghaadas, con su propia banda de música, una de las 12 pusieron ritmo a la tarde-noche.

Otras filaes que desfilaron fueron Ghaadas, Maimónides, Yaizas, Moravitas, Bereberes y Králices, formada por familiares y amigas de la Gran Favorita. El recorrido por la antigua Ilš se completó con la Madrasa, donde se estudiaba, los baños árabes y la Mezquita, perfectamente representadas en unas carrozas de 16 metros que encantaron a los espectadores que se concentraron en las primeras filas para seguir lo más cerca posible el boato.

El Capitán hizo su aparición en la Entrada Mora «flotando» sobre una recreación de la Torre de la Calahorra

Las 24 bailarinas precedieron a una cuádriga árabe tirada por caballos, antes de la llegada del Palacete de las Favoritas, con María Jesús San Miguel, la Gran Favorita y esposa de José Eugenio Najas, Capitán Moro, y su hija, Laura Najas San Miguel, Favorita infantil. Todo esto dio paso al momento más ansiado. La gran entrada triunfal del Capitán Moro que sorprendió a todo el mundo «flotando» sobre una carroza que simulaba la terraza de la Torre de la Calahorra. Un efecto óptico que llamó mucho la atención y que pretendía evidenciar el respeto del capitán hacia su pueblo de Elche. Najas llevaba una espada Jineta, réplica del arma de Boabdil, y vestía un traje diseñado en base a la documentación existente sobre vestimentas de los siglos XII y XIII. Como escolta de honor, la filà Rifeños cerró el boato.