Deixeu-lo que s’ ha mort. Con estas palabras se dirigía Manolico «el de l’aigua» a los presentes cuando el 12 de agosto de 1972 fueron testigos de un hecho del cual se cumplen hoy 50 años y del que me propongo dejar testimonio escrito, perpetuando la memoria viva de una gracia de las tantas que la Virgen de la Asunción ha derramado a los que formamos parte de la familia de la Festa.

Se trata del accidente sufrido por Antonio Sánchez Agulló «el electricista», hijo del que fuera José Sánchez Fenoll, «Pepico el electricista», quien restauraría la instalación eléctrica de Santa María tras el incendio de la Guerra Civil.

Durante generaciones, se ha forjado en Elche una convicción popular relacionada con la protección de la Virgen a su Festa y a sus hijos en ella. En la experiencia de los siglos celebrando el Misteri los ilicitanos hemos asentado esta convicción popular, concluyendo que ninguno de los que participan en el Misteri muere de accidente. «Ningú mor de desgràcia».

Las numerosas experiencias extraordinarias alrededor de la Festa han asentado en nosotros esta creencia popular que nos legaron nuestros antepasados. Lejos de la superchería, esta creencia viene a mostrar una experiencia de confianza en la protección maternal de la Virgen de la Asunción como Madre y protectora de nuestro pueblo.

Los que hemos crecido alrededor de la Festa sabemos que muchas de estas historias no son fabulaciones piadosas, sino historias reales de personas a quienes nosotros hemos conocido y alrededor de las cuales hemos vivido su «gracia».

La realidad de estos hechos solo pueden comprenderse a la luz de la fe, pues sin ella quedan a oscuras, sin explicación posible alguna. La secularización de la sociedad actual podría intentar desconectar el hecho singular de su conexión con la trascendencia, pero lo cierto es que el hecho, sin respuesta racional ni humana posible, se da en el ámbito de lo público, circunscrito a la Festa y a la Virgen de la Asunción.

Precisamente estas experiencias, esta fe en la protección de la Virgen, han sostenido con fuerza viva la Festa de nuestra Patrona y la han mantenido en pie pese a los avatares del tiempo en su tradición.

Documentos antiguos, dando testimonio de su veracidad histórica, han referido algunos de estos hechos, que el pueblo y sus gentes vivieron y experimentaron entonces, como un hecho extraordinario vinculado a la Virgen y a su Festa. Recordamos como ejemplo la caída de Antonio Jover desde una cornisa de Santa María en el momento de la coronación del año 1727, o el hundimiento de la tribuna del Ayuntamiento en plena celebración del Misteri en 1840.

Pero otros tantos hechos se han transmitido oralmente, corriendo el riesgo de la fabulación al distanciar el relato del testimonio directo de los protagonistas, testigos y momento histórico en el que se dio.

Recojo hoy la historia de Antonio «el electricista», protagonista de este suceso, y el testimonio de testigos oculares aún vivos, evitando que el paso del tiempo ensombrezca la memoria viva de esta «gracia», presentándola a las nuevas generaciones como una especie de cuento hermoso.

La mañana del 12 de agosto de 1972 Antonio había acudido a la basílica de Santa María a revisar la instalación eléctrica para la celebración del ensayo general del 13 de agosto. Eran entre las 9 y las 11 de la mañana. Subido al balcón del órgano y situado en la esquina del corredor que linda con el balcón de San Joaquín, Antonio se subió a una escalera para comprobar la instalación y colocar unos proyectores colgantes. Situado de espaldas a la nave, al tocar uno de los cables de la instalación, sufrió una descarga eléctrica que provocó una caída de la escalera y del balcón del órgano hacia el suelo de la nave, produciéndose un golpe mortal. La caída se produjo de espaldas, golpeando espalda y cabeza contra el suelo. Los testigos se encontraban colocando las sillas del crucero lateral, situado frente al órgano. Las sillas del crucero, debajo del órgano donde se produjo la caída, no estaban colocadas por la grabación que una productora china realizaba esos días sobre el Misteri. Todos escucharon el grito, vieron y oyeron el estruendo del golpe al caer.

Estaban presentes Manolico «el de l’aigua», sus dos hijos, Manolo Ramos (padre del que fuera Mestre de Capella de 1993 a 2001) su hermano Vicente, de 9 años quien aún hoy recuerda en su memoria el sonido del golpe y el grito estentóreo de Antonio al caer, Diego el sacristán, Juan Antonio Ortiz, miembro de tramoya baja, Modesto «el Mato» y otros testigos.

El estruendo que produjo el golpe, las condiciones ensangrentadas en las que había quedado Antonio y la caída desde altura tan considerable semejante a un tercer piso o mayor, hicieron concluir a los presentes que había fallecido. Aún así, trasladaron el cuerpo inconsciente a la plaza de Santa María, entonces transitada por coches.

Saliendo por la puerta del órgano, requirieron la ayuda de un coche con matrícula francesa, cuyo conductor se negó a trasladar el cuerpo a la clínica viendo el estado en el que se encontraba la víctima del accidente. Fue entonces cuando otro conductor, vecino de Santa Pola y curiosamente vecino de soltera de la esposa de Antonio, se ofreció a llevar el cuerpo a la clínica del doctor Carlos Morenilla, situada entonces en el huerto que actualmente ocupa La UNED. La noticia del accidente y de su posterior gracia también se divulgó, por este motivo, en la localidad vecina de Santa Pola. Al llegar al hospital fue atendido por el traumatólogo Luis Valls Trives quien creyó, al igual que sus compañeros, que Antonio estaba muerto. Al salir de la habitación la enfermera, que todavía se encontraba presente, oyó una especie de ronquido emitido por Antonio y, al instante, salió corriendo a avisar al doctor.

Antonio permaneció en coma durante cinco días… estaba vivo. Pasados los años, cuenta entre risas y orgullo cómo el doctor le manifestaba: «Macho, tú eres un milagro de la Virgen, eres increíble».

Antonio tuvo un proceso progresivo de recuperación no solo de sus muchas costillas y huesos rotos, de su fractura en la bóveda del cráneo, de sus lesiones en la médula cervical, sino también de su miedo psíquico a las alturas. Sin embargo, aún hoy podemos verle asomado al balcón de luces situado diagonalmente enfrente del balcón desde el que sufrió el accidente, contemplando, agradecido, la Asunción de la Virgen.

Antonio relata emocionado su primera visita al salir del hospital. De manos de su madre y hermano fue a ver a «Sunsioneta» su patrona. Le dio las gracias por vivir. Había comprobado en su propia carne la tradición popular que había escuchado desde niño, pues se había hecho realidad en él mismo.

Antonio comenzó a trabajar en el Misteri en 1956, a la edad de 12 años de la mano de su padre. Siempre entendió su trabajo como un servicio a la Virgen en su Festa.

El tesón y la fuerza de Antonio han hecho que pueda seguir siendo testigo de este acontecimiento singular, de esta gracia.

Para siempre estará vinculado emocionalmente a la Maredéu d’Elx, como el enamorado agradecido que ha experimentado en su propia carne, cómo el amor le ha salvado la vida.

A los que intentan dar una explicación humana a este hecho sin respuesta, les recuerda la historia de aquel ciego curado por Jesús y llevado ante los fariseos judíos, quienes con hostilidad le preguntaban, negando la posibilidad de que Jesús hubiese obrado el milagro. La respuesta del ciego es elocuente: «mirad yo no sé… lo cierto es que yo antes era ciego y ahora veo».

Lo cierto es que racionalmente Antonio tendría que estar muerto o, en el mejor de los casos, inválido y, sin embargo, está vivo y sano.

Esta memoria viva tiene hoy muchísimos más nombres y apellidos. Numerosas historias que merecen ser reseñadas y no olvidadas en el paso de las generaciones. Zoilo y el camión, El Mato, Pepe Román y su ala delta, Juanico «el panaer» y tantos… a quienes el manto de la Maredéu ha cubierto de un modo singular. Historias de vida marcadas por su protección, que a lo largo de la historia han convertido la celebración de su Festa en una explosión de belleza y cultura sin igual.

Los que poseemos el privilegio en nombre de Elche de cantar a la Virgen su Festa, sabemos que es una experiencia inenarrable tomar la voz de tantos a quienes el amparo de la Virgen ha envuelto en su misterio.

Ni la belleza estética que envuelve la Festa, ni la belleza de su música, ni la poesía de su texto son suficientes para explicar esa fuerza irresistible que imanta el Misteri. Hay algo más… es su presencia protectora que te envuelve, te atrae irresistiblemente. Es Ella, toda Ella. En el Misteri hay un presencia especial de María que enamora, porque la Festa es Ella.

Gracias a la generosidad de Antonio «el electricista» por compartir esta gracia para hacer memoria viva de la vida que celebra la Festa. Hoy cumples años Antonio. ¡Gracias!