Todo está medido y cuidado hasta el último detalle en un Misteri que cada vez quiere ser todavía mejor. Y así quedó demostrado una noche más, con el segundo ensayo general de las tan añoradas escenificaciones de agosto. La puesta en escena, los matices, la coordinación de las voces, los gestos... se trabajan durante todo el año para emocionar a unos espectadores que observan atentos a unos cantores convertidos en auténticos actores.
Sin embargo, a veces, el directo siempre puede dejar momentos imprevisibles que acaban solventándose y desatando la ovación del público. Así ocurrió cuando al salir el Ángel de la Mangrana la palma se dobló y la Virgen desde el cadafal acabó rematando para que no se entorpeciera la escenificación hasta que fuera sustituida instantes después.
La mirada de María hacia San Juan tras entregarle la palma volvió a ser un ejemplo de esa búsqueda de la perfección. Ninguna de las voces apartaron los ojos mientras el discípulo entonaba el «Oh, Verge Reina imperial». Fue solo uno de esos detalles que la familia del Misteri ha pulido para hacer más real ese momento previo a que el resto del Apostolado realizara su aparición en el templo del Misteri también desde la Puerta Mayor, al igual que lo hicieran instantes antes la María y su cortejo.
También hay matices que no pasaron desapercibidos para los especialistas de La Festa ni en el primer ensayo general ni en el segundo de anoche. Fueron los cambios en el ritmo de algunas interpretaciones en la María y en la Judiada, que le dieron otro carácter y sobre todo que hicieron que el público lo tuviera más fácil para comprender la letra.
Y así, cada expresión, cada entonación y cada gesto ya fuera ensayado o espontáneo permitieron que el reencuentro con el Misteri dejara también para recordar esta segunda cita.