Repican las campanas, son las diez y media de la noche, segundo ensayo general del Misteri d’Elx, la basílica ya está llena y expectante. A más de treinta metros de altura, en la cúpula de Santa María, en el cielo, todo está preparado al milímetro, y el ambiente es distendido hasta que comienza la representación, entonces la concentración es máxima.
La otra parte invisible del drama asuncionista, formada por más de una treintena de personas, el equipo de la tramoya alta es el que hace posible que los aparatos aéreos, la Magrana, el Araceli y la Coronación desciendan y asciendan con los escolanos y cantores entonando las piezas más representativas de la Vespra y de la Festa. Ellos mismos se describen como una «maquinaria con muchos engranajes» donde cada uno tiene una función específica y necesaria para que la escenificación no falle. En un espacio muy reducido, con los arneses puestos unos tiran de la maroma con el torno, otros quitan las maderas para abrir la pequeña cavidad del cielo por donde bajan los ángeles del Misteri... las tareas son infinitas allí arriba y la coordinación entre todos es sorprendente. Hasta que llega su momento, apartados del trasiego de los tramoyistas las voces del drama asuncionsista aguardan concentrados y con el cuello envuelto en una toalla para no notar el cambio de temperatura hasta que se colocan para descender hasta el cadafal, instalado en el altar de la basílica.
Su templanza y emoción contenida son sorprendentes en todo momento.