Abierto de par en par y para todos. El templo del Misteri se reencontró en la tarde de este domingo, 14 de agosto, con el calor del público, como lo hiciera la última vez en agosto de 2019. Era el día de La Vespra, la primera parte de un drama asuncionista que emocionó de principio a fin. Los tres primeros ensayos generales, de pago, dieron paso a uno de los días más esperados de las Fiestas antes de su colofón final, que será mañana por la tarde con la Coronación de la Virgen (también a las 18 horas).

Hacía más fresco dentro que en el exterior de la basílica, pero se movían sin cesar los abanicos de todos los asistentes, que tanto sentados como de pie, asistieron a ver la dormición de la Virgen . «Hoy es un día grande», susurraba un espectador a otro al inicio de la representación.

Con más expectación que los anteriores días en la calle, los niños que interpretan a la Virgen María y su cortejo fueron arropados desde su salida de la ermita de San Sebastián hasta la Puerta Mayor de Santa María. 

El termómetro marcaba 33 grados, pasaban las 18 horas y sonaba el popular «abanico» de Jaime Javaloyes. La María tenía un papel mayor en este día de la Vespra, cantó cuatro veces más, en todas las estaciones por el andador hasta el cadafal, el escenario principal donde tiene lugar la representación. El otro escenario, el cielo, se abría minutos más tarde para la bajada del Ángel, una de las voces blancas que más admiración recibe al cantar a más de treinta metros de altura, dentro de la Mangrana. Llegaba el momento de anunciar a María su cercana muerte y entregarle la palma. 

Tras este emocionante momento, capturado por los móviles de gran parte del público, el apóstol San Juan hizo su aparición y encandiló con su experimentada voz, así como la interpretación del Ternari, otro de los momentos de mayor entidad de esta cita, sin olvidar el del conjunto del Apostolado entonando la salve alrededor del lecho de la Virgen. En ese instante, uno de los ángeles que aguardaba su turno para cantar se sintió indispuesto y tuvo que salir unos minutos del cadafal para volver a incorporarse. La bajada del Araceli para llevarse el alma de la Virgen al cielo desató el mayor de los aplausos en el final de una representación inolvidable.