Palmeras que alimentan a cabras

Una granja de Elche lidera un proyecto para usar los restos de palmas y dátiles como comida para su ganado caprino y el aprovechamiento de parcelas abandonadas del palmeral para plantar forraje

Palmeras para alimentar cabras

Áxel Álvarez

Rubén Míguez

Rubén Míguez

¿Es posible tener en Elche una granja sostenible alimentando a sus animales con algo tan de la zona como las palmeras? Parece impensable, pero la respuesta es que sí. Es lo que está llevando a cabo una granja familiar en la pedanía de Matola. Allí, sus 70 cabras reciben una alimentación muy especial que está dando unos excelentes resultados en el sabor de la leche con la que se elaboran los quesos.

Palmas y dátiles forman parte de la comida del ganado caprino de esta explotación a cargo de Marta Gilabert, una joven ganadera, y veterinaria, de 35 años, que está al frente de un ambicioso proyecto para usar los restos de palmeras que se podan y los dátiles como alimento de sus cabras, además de plantar forraje en parcelas sin uso también como alimentación para los animales, fomentando la agricultura regenerativa (rehabilitar el suelo y mantenerlo productivo). 

Una buena forma de darle salida a esas podas que, muchas veces, quedan arrumbadas en cualquier lado y a los frutos que, por su cantidad, no se sabe bien qué hacer con ellos y que acaban ensuciando las calles. También, darle uso a los huertos sin producción. «Busco hacer una granja viable para que pueda ser replicable este modelo a otras explotaciones, que produzca leche, que les falta a las fábricas de queso, y que sea de calidad, porque alimentamos con productos de Elche, y cultivar en las parcelas sin uso del Palmeral», explica la ganadera.

Una cabra suiza de raza saanen da buena cuenta de una palma.

Una cabra suiza de raza saanen da buena cuenta de una palma. / Áxel Álvarez

Mientras nos atiende, coge un puñado de palmas que le ha dado un vecino. Nos advierte de lo que le gusta a su ganado esta planta. Y damos buena fe de ello. Nada más acercarse con las palmas, que tienen que estar verdes, las cabras se arremolinan junto a la valla para recibir su ración, incluso se empinan sobre dos patas para ser las primeras en comerlas.

En unos minutos, devoran las hojas. «Les encanta y tiene una calidad nutricional elevadísima», asegura. Además de darles las palmas directamente también las tritura y las mezcla con grano, cuyo precio se ha puesto por las nubes en los últimos meses. «Así, reducimos la cantidad de grano y, con ello, los costes, hacemos que el proyecto sea viable y que un subproducto como los restos de palmera y dátiles que buscan un nicho, lo encuentren», detalla. 

La ganadera Marta Gilabert en una parcela cedida por un vecino donde ha plantado forraje.

La ganadera Marta Gilabert en una parcela cedida por un vecino donde ha plantado forraje. / Áxel Álvarez

Además de cabras murcianas, en su explotación ha introducido otras de raza saanen, suizas. Son las lecheras por excelencia «el Ferrari de las cabras», describe la ganadera. Con un color blanco radiante y ojos claros, esta raza, de gran tamaño, es una de las que más leche produce. «No sabía si se adaptarían al calor de aquí, pero lo han hecho perfectamente», comenta, orgullosa. «Mi marido y yo somos veterinarios y hemos hecho muchas pruebas de alimentación, y elegí una raza de cabras muy productora y que comiera mucho forraje y decidimos incorporar las podas de palmera, pero también de olivos y cítricos, además de dátiles», explica Marta. 

La ganadera Marta Gilabert en su explotación de Matola con una cabrita.

La ganadera Marta Gilabert en su explotación de Matola con una cabrita. / Áxel Álvarez

El proyecto de hacer una granja sostenible, no solo a nivel económico, también medioambiental, cuenta con el apoyo de asociaciones como Anse, que le ha cedido una biotrituradora para las pruebas de alimentación, y espera el apoyo del Ayuntamiento de Elche para el uso de las palmas y dátiles del Palmeral. «Hablaremos con el Ayuntamiento para ver la posibilidad de tener una zona donde ellos acumulen las podas o las biotrituremos y los ganaderos podamos recogerlas, o pactar un precio mínimo», señala, y confía en que pueda llegar a buen término «porque se podrían beneficiar una docena de ganaderías de Elche». 

Denominación de origen

Esta alimentación es de tal calidad que, junto con la quesería a la que vende su leche, ha demostrado que le da un sabor muy especial. «Incluso, se podría optar a una denominación de origen protegida», asegura, porque «el dátil da una dulzura muy especial, que estamos estudiando». «Sería un queso que cuida de Elche desde Elche» porque «fomentaría la economía circular y el empleo, al usar productos que ahora no se sabe qué hacer con ellos».

De momento, son los vecinos los que le llevan hojas de palma y dátiles. «Nos dicen que había excedentes en el Palmeral, que es un problema por la cantidad de dátiles, que ya no saben ni dónde meterlos», resalta.

Una cabra devora una palma.

Una cabra devora una palma. / Áxel Álvarez

Pero, además, este proyecto en el que lleva trabajando tres años, incluye el cultivo de forrajes. Los vecinos ya le han cedido 8 hectáreas de tierras en los que cultiva, entre otros, avena y tiene previsto plantar gramíneas y leguminosas.

Eran parcelas abandonadas que ha recuperado con agricultura regenerativa. «No solo es lo que antaño se cultivaba en el Palmeral, porque absorbe bien el agua salina del subsuelo, también crea un manto verde que absorbe CO2», explica esta granjera cuya explotación ocupa lo que era una empresa de recauchatado de neumáticos. 

La explotación ganadera está situada en Matola.

La explotación ganadera está situada en Matola. / Áxel Álvarez

Pretende que se le de también uso a los huertos rurales del Palmeral, ahora sin producción, cultivando forrajes que eviten su erosión. «Alimentamos a nuestros animales con lo que cultivamos, sus excrementos sirven de abono orgánico para el suelo, que retienen agua, por lo que también se ahorra, y daría trabajo a las zonas rurales», resume. «Queremos que no se pierda la cultura del campo», indica. 

En terreno cultivado en Elche se ha pasado en las últimas décadas de 19.000 hectáreas a 7.500, con la mitad de agricultores, además de que la mitad de ellos es mayor de 70 años. «Hay un problema bestial de falta de trabajo para que haya asentamiento en las zonas rurales», lamenta. 

Marta alimenta a una de sus cabras.

Marta alimenta a una de sus cabras. / Áxel Álvarez

Esta ganadera explica que trabaja por lotes, es decir, ajustando la alimentación al momento de la gestación y al ciclo productivo de sus cabras, permitiendo que haya producción todo el año para ser más sostenible. «A las que producen les das más grasas, y reducimos los costes con el subproducto agrícola como las palmeras», defiende.

Anse, que apoya el proyecto, cederá a esta explotación ganadera de Matola una biotrituradora para realizar nuevas pruebas de alimentación. «Estamos convencidos que tendremos mejores rendimientos», vaticina esta emprendedora.