Los «últimos» de San Antón

El humilde barrio de Elche tiene cuatro bloques «fantasma» a la espera de los derribos, con una decena de familias atemorizadas por los okupas y por que sus techos se caigan abajo - Hay vecinos que se niegan a dejar sus viviendas

La pancarta de un vecino que convive con puntales en San Antón y que está pendiente de realojo en una vivienda nueva del barrio. | ÁZEL ÁLVAREZ

La pancarta de un vecino que convive con puntales en San Antón y que está pendiente de realojo en una vivienda nueva del barrio. | ÁZEL ÁLVAREZ / Áxel Álvarez

A. Fajardo

A. Fajardo

María le compró hace 26 años la casa a sus padres en el barrio donde nació y pasó su infancia y juventud. Ahora vive con su hija en un bloque donde todas las viviendas están tapiadas porque sus vecinos se han ido realojando en los nuevos edificios sociales promovidos por el Ayuntamiento a un precio muy por debajo del mercado para posibilitar a los vecinos una vivienda digna. «Vivimos con miedo porque cada dos por tres oímos golpes de gente que se cuela en las escaleras para intentar okupar una casa», relata.

El estado en el que se encuentran los edificios de San Antón que van a derribarse, donde todavía quedan familias. | ÁXEL ÁLVAREZ

El estado en el que se encuentran los edificios de San Antón que van a derribarse, donde todavía quedan familias. | ÁXEL ÁLVAREZ / a.fajardo

José hizo algo parecido hace quince años, adquirió un piso en la misma calle, donde había vivido toda la vida, para formar una familia. Desde 2019 está lidiando, junto a su mujer y sus dos niñas, con puntales en la cocina por riesgo de derrumbe.

Su malestar y desesperación la conocen todos los vecinos porque tiene una pancarta colocada en el balcón.

Los «últimos» de San Antón

Los «últimos» de San Antón / a.fajardo

Ellos y, al menos una decena de familias, son las últimas que están esperando a que el Ayuntamiento finalice los trámites para concederles unos alquileres sociales que les han autorizado porque no pueden comprar una vivienda como el resto de vecinos con los que compartían escalera, quienes se han ido trasladado a los nuevos bloques que se alzan a escasos metros. Estos residentes que se han quedado a la cola han acreditado que son «vulnerables» por sus particulares situaciones económicas y por la consiguiente negativa del banco a concederles una hipoteca de entre 36.000 y 49.000 euros por una casa completamente nueva, pese a que de esas cantidades reciben ayudas públicas de entre 15.000 y 23.000 euros por su antigua vivienda. Lo único que quieren es una fecha para salir cuanto antes de unos inmuebles cada vez más agrietados, repletos de humedades, con tuberías que se embozan y revientan.

Los «últimos» de San Antón

Los «últimos» de San Antón / a.fajardo

«Lo triste de esto es haber visto a los vecinos en los últimos años irse de aquí porque han tenido el dinero, pero más triste ha sido que gente de Carrús o de El Toscar también estén viviendo en una casa nueva del barrio porque compraron una vieja y adquirieron ese derecho», lamentan.

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Los «últimos» de San Antón / a.fajardo

A parte de ellos, en estos bloques «fantasma», que tienen las horas contadas porque están condenadas a un derribo programado para finales de este año, subsisten al menos otros cinco residentes que se niegan a salir de sus antiguas casas para mudarse a un piso nuevo al que tienen derecho. Pese a que el proyecto municipal, que ha contado con una inversión millonaria de las administraciones públicas, tiene como fin facilitar a todos los residentes de San Antón un techo en condiciones en el mismo barrio y a un precio asequible a sus bolsillos, hay quienes siguen resistiéndose a marcharse. Algunos desconfían de esta intervención del Ayuntamiento.

Los «últimos» de San Antón

Los «últimos» de San Antón / a.fajardo

Así es la compleja situación con la que conviven «los últimos» moradores de estas deprimidas viviendas que hasta que no se vacíen no pueden ser demolidas. Y así de complicado es también el panorama que está tratando de solucionar la empresa municipal Pimesa para conseguir que esta iniciativa, considerada como pionera y modélica para otras ciudades del país incluso para el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, salga adelante tras dos décadas desde que se proyectó.

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Los «últimos» de San Antón / a.fajardo

Duros testimonios

Los casos con los que se está encontrando la mercantil son muy duros, desde gente que solo percibe el ingreso mínimo vital, desde quienes tienen una deuda con el banco por su antigua vivienda, desde propietarios que no localizan, hasta inquilinos que viven en alquiler en las casas que se tienen que derribar.

Esta semana, un mes después de que la junta de gobierno aprobara el pliego de condiciones de los alquileres sociales que se van a habilitar de manera excepcional, el boletín oficial de la provincia ha publicado el documento y los vecinos tienen diez días para presentar formalmente sus solicitudes.

La mercantil del Ayuntamiento lleva semanas pidiendo información a los residentes y Servicios Sociales analizando la situación de vulnerabilidad de cada uno para agilizar los últimos realojos que parecen más cerca. Pimesa espera que los residentes puedan mudarse este mismo mes. Unos traslados que los vecinos más vulnerables defienden que tendrían que haber tenido prioridad frente a los que pudieron comprarse la casa.

700 en espera

Mientras tanto, el resto de vecinos de San Antón, unas 700 familias, que también esperan realojos en el futuro una vez se construyan nuevos edificios para los que el Ayuntamiento está buscando financiación, están siendo testigos de una transformación del barrio con cuatro torres de viviendas que rompen con la tradicional imagen de una barriada construida en los años sesenta.

Una evolución de San Antón que en el seno de la propia Administración local también reconoce que ha costado mucho más de lo deseado en conseguirse por la infinita burocracia que ha rodeado este proyecto desde sus inicios hasta ahora.