Entrevista | Marina Marroquí Educadora social y escritora

Marina Marroquí: «Las manadas son ejemplo de cómo el porno genera violencia sexual: hacen su propia ‘peli’»

Esta educadora social, especialista en violencia de género y sexual, es una férrea defensora de que se imparta educación sexual en los centros educativos

Marroquí, con una camiseta del libro y un ejemplar en la mano, posa en la librería Ali i Truc de Elche. | RUBÉN MÍGUEZ

Marroquí, con una camiseta del libro y un ejemplar en la mano, posa en la librería Ali i Truc de Elche. | RUBÉN MÍGUEZ / rubénmíguez

Rubén Míguez

Rubén Míguez

Marina Marroquí (Elche, 1988), no tiene pelos en la lengua a la hora de hablar. Esta ilicitana, de Daimés, acaba de publicar su segundo libro tras Eso no es amor, que se convirtió en toda una guía para prevenir la violencia de género contando su propia experiencia personal (sufrió violencia machista de los 15 a los 19 años con su primer novio). Ahora, con Eso no es sexo (editorial Crossbooks, Planeta) el objetivo es la prevención de la violencia sexual. Esta educadora social, especialista en violencia de género y sexual, es una férrea defensora de que se imparta educación sexual en los centros educativos. Recorre España educando y concienciando, es docente del sistema policial y también asiste a víctimas para la recuperación del daño que han sufrido. El subtítulo del libro lo dice todo: «¡Otra educación sexual es urgente!».

La escritora y educadora social, Marina Marroquí, con varios ejemplares de Eso no es sexo. | RUBÉN MÍGUEZ

La escritora y educadora social, Marina Marroquí, con varios ejemplares de Eso no es sexo. | RUBÉN MÍGUEZ / rubénmíguez

Sus libros se han convertido en una especie de guías educativas para adolescentes...

No me dejan cambiar la ley educativa, pero sí puedo diseñar cómo me gustaría que se tratara este tema con los chavales. «Eso no es amor: 30 retos para trabajar la igualdad» está en su idioma y tiene actividades. En «Eso no es sexo» he llegado a 25 retos, pero también es para que ellos piensen, reflexionen y se hagan más preguntas que dar respuestas. Y a más empoderadas ellas, más atacados se sienten ellos y esto no es cuestión de esa polarización, hay que hacer otro trabajo muy diferente a nivel educativo. El libro está recomendado a partir de los 14 años, pero pueden leerlo desde los 12.

¿Cómo surgió el libro?

El libro nace de las necesidades que me cuentan los adolescentes en los talleres de violencia de género y sexual. Llevo ocho años con ellos y han pasado más de 120.000 adolescentes. Eso no es sexo porque, como le digo a los chavales, aprender el sexo viendo porno es como aprender a conducir viendo «Fast & Furious», no es real. Necesitan saber en qué se tiene qué basar el sexo, que es diversión, respeto y deseo. El término afectivo sexual, en esta generación, se ha roto. Si quitas las miradas, caricias y besos en una relación sexual, se parece más a una violación. Y eso es lo que está aprendiendo esta nueva generación. Y la adolescencia no tiene la culpa, está pagando un precio carísimo, sobre todo ellas, necesitan que alguien les explique el sexo sin tabúes y dejando al lado las discusiones morales.

¿Le sorprende lo que le llegan a contar los adolescentes?

Es brutal lo que viven. Cuando acabo mi monólogo de casi 3 horas con 800 adolescentes en un teatro después hay una cola larga de chicas llorando esperando para abrazarme, porque han conectado. Cuando les cuento mi historia, que sufrí violencia de género, hay un silencio. Es muy difícil darte cuenta de que te has enamorado de una mala persona. ¿Sabes cuántas veces chavalas de 13 años me dicen que cómo me iba a violar si era mi novio o que no sea exagerada porque dicen que si sus novios están motivados se quedan quietas y que pase pronto? Muchas. Nunca me he ido de un aula sin que una adolescente me cuente que está sufriendo violencia de género o que la violaron y nunca se lo ha dicho a nadie. Y me dicen que no se lo han dicho a su familia para no decepcionarles, porque la mayoría han conocido al chico por las redes sociales y le van a decir que para qué queda con un desconocido. Y si el motivo para que se aguante tanto dolor es que no defraudemos o decepcionemos, como sociedad nos tenemos que cuestionar muchas cosas.

¿Hace falta educación sexual?

Sí. Ahora mismo es inexistente. No está en la legislación, ni hay material ni se forma al profesorado específicamente para darla. No hay dentro del sistema educativo un profesional como el educador social. La sociedad está completamente sexualizada, cada canción, cada película. Y nadie les habla de sexo. Hay que construir una educación sexual nueva, actualizada, que no se quede solo en ponte condón y no te quedes embarazada. Necesitamos competir con la estimulación tan brutal que hace el porno. Empiezan a verlo con 8 años y lo consumen de forma habitual a los 12. Y, o conocemos la realidad, o les dejamos ir solos y solas en una selva de la que no somos conscientes.

¿Aprenden el sexo con los portales pornográficos?

Construir tu deseo en base a la pornografía significa hacerlo en base a la violencia, al sadismo y a la humillación. El 88% de los vídeos porno llevan violencia física contra las mujeres. Estos no son los vídeos de butanero toca la puerta, abre una mujer y no tiene para pagar y ‘tiroriro tiroriro’. En los vídeos más vistos desde 2016 siempre ha ganado una violación múltiple. El año pasado con 220.000 billones de visitas fueron padre abusa de su hija mientras duerme, hermano viola a su hermano en la ducha o mira cómo abusamos de nuestra amiga borracha. El porno irrumpe en la vida de niños y adolescentes, no hay control parental que pare esto. Y a esas edades es cuándo se está construyendo el deseo. Y lo que tú conectes con el deseo en esa edad es lo que te va a excitar el resto de tu vida. Problemas de disfunciones eréctiles en chavales sanos de 16 años hay muchos porque saben tratar a una chica como una guarra, que es lo que les enseña el porno, y eso les excita, pero tener novia y quererla no pueden conectar con ello. Y de los 8 a los 12 años se desarrolla la empatía, la capacidad de sentir el dolor de otra persona. Y estar expuesto a la violencia durante el desarrollo de la empatía, la impide. Y en la pornografía toda la violencia está enfocada en las mujeres.

¿Esto tiene relación con las manadas o violaciones en grupo?

Las manadas es un ejemplo claro de cómo el porno genera nuevas violencias sexuales que en generaciones anteriores no existían. Las manadas son el deseo más absoluto de todo el porno. Y de la manada de Pamplona hace ya siete años. Y ahora hay chicas que creen que una violación es que cinco tíos la metan en un portal y abusen de ella. Hace dos días una chica se me acercó y me dijo que la habían violado y que era tonta por llorar porque había tenido suerte de que solo le había violado uno... Y en los medios solo salen violaciones grupales. Hay que tener mucho cuidado con esto porque, al final, normaliza la violencia sexual. Si analizas todas las manadas, ellos estaban haciendo su propia ‘peli’ porno, y ni tan siquiera creen que estén haciendo algo malo. Y la inmensa mayoría de la violencia sexual no se denuncia.

¿Se normaliza esa violencia?

Sí. A la adolescencia les llegan vídeos de extremada violencia sexual. Mientras el porno les enseña a los chicos a normalizar esa violencia, a las chicas les bombardean con peticiones de quedar para tener sexo, pidiendo fotos desnudas y mandándoles fotos de penes sin parar. Desde 2016 ha habido 3.000 manadas denunciadas, más de una al día.

Habla de violaciones en películas porno, pero le pueden decir que son actores y actrices...

Para este libro me he documentado mucho y las categorías de vídeos más vistas siempre son las amateur, no son actrices. A los chavales les digo que el porno grabado en un estudio no es ficción, ficción es que Thor destroce un planeta con un martillo, en un croma. Cuando esa chica de la película porno se ahoga, es estrangulada o necesita de puntos de sutura después de rodar, no es ficción, aunque le hayan pagado. Y cuando los adolescentes lo ven, no lo asimilan como ficción. Es como cuando con 5 o 6 años ven una película de terror y tienen pesadillas, su cerebro no sabe diferenciar lo que es ficción y lo que no.

Se centra en una famosa plataforma pornográfica en concreto. ¿Por qué?

No me centro en una plataforma. Es que es la más consumida del mundo y, a nivel visual, veo a chavales con camisetas con ese logo con otras grafías.

¿Aboga por la prohibición de la pornografía?

No, es libertad de expresión. Pero sí abogo por una legislación que impida vídeos que inciten a delitos que estén incluidos en nuestro Código Penal, como la simulación de una violación.