«Feliz Juawulin grupo, soy Vanessa»

La fiesta de Halloween celebrada en el centro de Elche hace ahora dos años / Matías Segarra
José Pérez Ruiz
«Feliz Juawulin grupo, soy Vanessa». Este mensaje de WhatsApp ha sido y es lo más grande a la hora de reflejar como algo que no sabemos ni siquiera como se pronuncia y se escribe, ni lo que significa, se introduce con una fuerza arrolladora a golpes de telefilme y marketing americano en nuestra sociedad y en nuestra cultura, transformando, o al menos intentándolo, una tradición y sustituyendo, o al menos intentándolo, los elementos de conmemoración de esta por otros completamente distintos en sus formas y en su significado. Estamos hablando de Halloween.
La palabra Halloween procede de la expresión «All Hallow Eve» (víspera de Todos los Santos) y su origen está muy relacionado con esta tradición cristiana, pero también con creencias paganas celtas y romanas que celebraban el fin de la cosecha y el recuerdo de los familiares difuntos: el Samhain y el Mundus Patet.
El Samhain, era una fiesta celta milenaria de origen druídico celebrada entre el crepúsculo del 31 de octubre y el del 1 de noviembre y que señalaba el inicio del invierno y el año nuevo. Durante este período, los celtas aplazaban su trabajo cotidiano y las leyes de la naturaleza quedaban en suspenso; los humanos podían visitar el mundo de los muertos y los difuntos podían recorrer la tierra, los demonios se manifestaban y las hadas revoloteaban. La expresión Mundus Patet significa «mundo abierto» y se refiere al Mundus Cereris, una de las construcciones más antiguas de Roma, que marcaba el centro exacto de la ciudad y el punto de conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos, por lo que su entrada permanecía sellada y solo se abría en tres ocasiones al año: el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre, cuando las almas difuntas volvían a la tierra. En el mundo de ultratumba romano existían espíritus malvados que guardan razonables parecidos con el imaginario desarrollado en Halloween. Las fuentes escritas hablan por ejemplo de los larvae, espíritus «que se alimentan de la vida de los mortales» y los maniae, seres que tenían el aspecto de «horribles esqueletos que encienden la locura en los vivos».
En la Inglaterra medieval la palabra hallow, que en la actualidad designa algo sagrado, se usaba como sinónimo de saint (santo) y la festividad era conocida como «All Hallows». La víspera de ese día se convirtió en una celebración por sí misma, «All Hallows Eve», que a finales de la Edad Media se habían fusionado con el día sagrado. La reforma protestante puso fin a la festividad de Todos los Santos entre los protestantes, pero en Gran Bretaña Halloween continuó celebrándose como una festividad secular. Desposeído de su vertiente religiosa, Halloween recuperó los aspectos más paganos del culto a los espíritus de ultratumba y los difuntos y de celebración del fin de la cosecha y la preparación para el duro invierno. La festividad pasó al continente americano y, aunque Halloween estuvo en gran medida prohibido entre los primeros colonos estadounidenses, la nueva sociedad norteamericana, formada por comunidades fuertemente tradicionales y agrarias, desarrolló sus propias tradiciones y festivales, como el Día de Acción de Gracias, muy ligados a la cosecha y que incorporaban elementos de Halloween. La inmigración masiva a partir del siglo XIX, sobre todo irlandesa, llevó consigo sus costumbres de Halloween y en el siglo XX la fiesta se convirtió en una de las principales de los Estados Unidos, especialmente entre los niños.
De esta manera, Halloween ha llegado hasta nuestros días como la fiesta de las calabazas, fruto típico de otoño, el truco o trato o los gatos negros y las brujas, seres terroríficos y de mal augurio que por una noche pierden su halo terrorífico para convertirse en parte de divertidas fiestas, la esencia de la celebración es disfrutar de la diversión, el misterio y la creatividad. Se ha convertido en una ocasión para disfrazarse, decorar hogares, organizar fiestas temáticas y disfrutar de actividades relacionadas con el terror y lo sobrenatural.
En España, la tradición y la forma de celebración de la fiesta de Todos los Santos nada tiene que ver con Halloween, su origen se sitúa en la creencia de la Iglesia primitiva que los mártires merecían un día en que se recordara su sacrificio, lo que llevó al papa Bonifacio IV a establecer en el siglo VII un día para la conmemoración de todos los mártires del cristianismo el 13 de mayo. Un siglo más tarde, el papa Gregorio III extendió esta celebración a todos los santos de la Iglesia católica y la trasladó a su fecha actual, el 1 de noviembre, y ello con el intento de suplantar las fiestas paganas de los difuntos como el Samhain celta o el MundusPatet romano, en cuyos territorios la Iglesia se había extendido adaptando sus ritos a las creencias anteriores. Así, alrededor del 1 de noviembre, aparecieron otras celebraciones, como Halloween, la víspera, o el día de difuntos, al día siguiente está dedicado a honrar a los seres queridos que han fallecido, que acabaron fusionándose con la celebración original.
La forma tradicional de celebrar el día de Todos los Santos era y es la de recordar a nuestros muertos visitándolos en el cementerio, llevar flores a sus tumbas y rezar por ellos, degustar los huesos de santo y culturalmente representar la obra de José Zorrilla Don Juan Tenorio, y en algunos lugares, como nuestra ciudad, representar de forma extraordinaria el Misteri. Tengo muy presente el recuerdo de que mi madre tanto el día 1 como el día 2 de noviembre tenía encendida una vela y nos obligaba a mí y a mis hermanos a levantarnos pronto para hacer las camas, porque decía que nuestros muertos venían a casa a visitarnos y a descansar y la luz de la vela les servía de guía para poder llegar. Yo pasaba esos días acojonado. Evidentemente la forma tradicional de celebrar el día 1 de noviembre choca frontalmente con las formas de Halloween y, si nos preguntamos por qué se está imponiendo este último, quizás la razón esté en la inclinación natural que tenemos de relativizar las cosas, más aquellas que no entendemos y que tememos, así pues la muerte, los monstruos y lo paranormal se convierten en elementos de diversión. Además, a la gente le encanta disfrazarse, es algo que no entiendo, pero es así, y por qué no aprovechar esta ocasión para hacerlo. Recuerdo un Halloween que me encontré a mi amigo Vidal por la Corredora vestido de Frankenstein. Me dio un susto que para recuperarme me tuve que poner un supositorio Cibalgina.
A todos nos gustaría poder disfrazarnos y ahuyentar nuestros miedos, incluidos nuestros políticos locales: al alcalde y a los concejales del grupo de gobierno les gustaría poder disfrazarse de algún monstruo tradicional: Drácula, el hombre lobo, Frankenstein, la momia y ahuyentar los espíritus malignos del Che Guevara, del aparcamiento del Mercado, de cómo cuadrar el presupuesto municipal, de las farolas modernas, del centro de salud de Torrellano, de tener que inaugurar un congreso de «hippies»; a Esther Diez de disfrazarse de Maléfica, y espantar el maléfico espíritu de que desaparezca el valenciano y las bicicletas; y a Héctor Diez y a los concejales de la oposición disfrazarse de Vector y de los Minions y evitar la terrible presencia incorpórea de perder las elecciones y tener que seguir en la oposición. Si eso no funciona, y los malignos espíritus les acosan, siempre pueden el próximo día 1 de noviembre recitar a la luz de las velas aquello de Don Juan Tenorio:
«Clamé al cielo, y no me oyó. Mas, si sus puertas me cierran, de mis pasos en la Tierra
responda el cielo, no yo»
Feliz Halloween grupo, aquí un amigo.
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