Opinión | Lo que se aprende leyendo
El regadío en Elche y el mercado del agua de riego

Parcelas del Camp d’Elx con granados plantados a ambos lados del camino. | ÁXEL ÁLVAREZ / Áxel Álvarez
Muchas personas desconocen que, en Elche, en la actualidad, se sigue subastando el agua para regar las parcelas agrícolas. Acostumbrados como estamos a leer referencias históricas sobre nuestras acequias, a veces pasamos por alto que no son solamente residuos de la historia, sino que forman parte de nuestra vida cotidiana y de nuestra economía.
Es cierto que la situación actual ha cambiado notablemente sobre la que existía hace ahora unos cuantos años, ya que las aguas del trasvase Tajo-Segura o las del trasvase Júcar-Vinalopó han servido y sirven para ampliar y garantizar el regadío de unas tierras que parecen condenadas a estar siempre añorando nuevos recursos. Pero, a pesar de los cambios, nuestras tradiciones históricas siguen estando presentes y merece la pena que nos fijemos y aprendamos de ellas. No deberíamos despreciar sus enseñanzas.
Una de estas cuestiones es la del mercado del agua. A diferencia de otros lugares en los que el agua estaba vinculada a la tierra que podía regar, en Elche y en otros lugares de nuestro entorno se desvincularon ambas propiedades, pudiendo haber propietarios de tierras sin derechos de agua para regarlas, y propietarios de aguas que podían venderlas a aquellos que estuvieran dispuestos a pagarlas en su subasta. En Elche todavía se puede inscribir en el Registro de la Propiedad un «hilo» o una «cuarta» de agua, aunque no se tenga ni un metro cuadrado de tierra.
La aparición de las sociedades mercantiles Nuevos Riegos el Progreso S.A. en 1905 y la Compañía de Riegos de Levante SA en 1924 recogieron esta tradición y las ventas que hacían del agua de las elevaciones del río Segura también se vendían en subasta, aunque antes de su paso a la titularidad de los comuneros-regantes desde 1976 en el caso de Riegos de Levante (MIS) y 2017 para El Progreso, su distribución ya no se hace por subasta.

Tabla de regantes del Campo de Elche en 2024. / INFORMACIÓN
El cuadro que se adjunta nos permite ver la complejidad del regadío ilicitano en el que, además, debe de tenerse en cuenta que las superficies indicadas están superpuestas y una parcela puede ser regada por varias de estas comunidades, pertenecientes, además a dos confederaciones y a dos planificaciones hidrológicas distintas.
La peculiaridad de este sistema es que el mismo está surcado por redes de acequias y conducciones pertenecientes a distintas entidades que permiten adquirir aguas de distintas procedencias, distintas calidades y distintos precios en función de las necesidades de las plantaciones. Aunque hay limitaciones sobre la utilización de ciertas aguas (las regeneradas, especialmente), no parece que eso sea un problema insalvable a la hora de planificar las plantaciones con una cierta antelación.
Son muchos los agricultores de otras zonas los que han puesto en observación este funcionamiento, que es especialmente eficiente en el uso del agua, y, así, muchas tierras del término de Elche las arriendan a agricultores foráneos, para cultivos de mayor demanda en otras zonas, respondiendo de esta forma a los requerimientos de los mercados y saltándose las limitaciones y rigideces establecidas en la legislación de aguas. Si el agua procedente de otras zonas viene a este territorio, ¿cómo no van a venir también los empresarios?
Ahora que se inicia la discusión sobre el ciclo hidrológico 2028-2033, no estaría de más analizar estos sistemas que permiten flexibilizar los rígidos límites de las leyes de aguas que la realidad ha desbordado.
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