Medioambiente
La cara y la cruz del Pantano de Elche
El Pantano de Elche, el punto con más biodiversidad de la sierra ilicitana, está en plena ebullición tras las recientes lluvias. La imagen sería absolutamente bucólica... Si en los alrededores no proliferaran las escombreras

Las dos caras del Pantano de Elche: naturaleza exuberante y escombreras ilegales / Áxel Álvarez
El espectáculo, natural y de lo más ruidoso, está servido en el Pantano de Elche. Y, sinceramente, es de lo más recomendable. El salto de agua de la presa está en todo su esplendor tras las últimas lluvias y eclosiona la vida primaveral en un enclave que sería idílico si no fuera por los seres humanos. Y, lo peor, la historia se repite. Además, no es la primera vez que este periódico lo denuncia.
Los vertidos incontrolados e ilegales de escombros en los alrededores del enclave no paran. Y tampoco los frena la prohibición señalada en forma de claro cartel en el que se anuncian sanciones de 750 euros a los responsables.
Por cierto, también hay otro elemento rocambolesco en la zona. Y más: tremebundo, insólito, asombroso... Una pista de tenis en medio del enclave natural sin ninguna casa en kilómetros a la redonda. Bastante deteriorada. Debe tener años y años.

La pasarela permite atravesar por el agua el Pantano de Elche y seguir la ruta hacia el término municipal de Aspe. A la derecha, pista de tenis en las proximidades del enclave. | ÁXEL ÁLVAREZ
Décadas de vertidos
Por mucho que se quiera, en el Pantano de Elche cara y cruz llevan décadas dándose la mano. Todo ello pese a la casi millonaria inversión iniciada hace casi ocho años por la Diputación en la zona (990.000 euros), con rehabilitación de la casa del «pantanero», de la Central Eléctrica y la torre vigía, con una ruta de ocho kilómetros entre el Palmeral y el término de Aspe en un recorrido por la Acequia Mayor, con cinco pasarelas de madera y una pasarela acuática de unos 900 metros, con un mirador para observar la diversidad medioambiental del Pantano, con la consolidación de la sillería...

Cuatro ejemplares de focha común en la parte superior de la presa del Pantano de Elche. | ÁXEL ÁLVAREZ
La construcción, un hito monumental e histórico, data del año 1655, pero no se llenó de agua hasta 1672 y tuvo que ser reconstruida en varias ocasiones por grandes avenidas de agua, la última en 1842. La infraestructura hidráulica ya merece una visita. También conocer el edificio de la Central Eléctrica, que celebró recientemente su centenario. Pero lo que llama la atención de todos los que acuden con frecuencia al enclave es el salto de agua que, según una pareja de ilicitanos que acude asiduamente, «al menos lleva ocho o diez años sin secarse, cayendo agua. Cierto es que no tanta como ahora, por las últimas lluvias, que han sido intensas y de muchos días, pero siempre cae algo».

La cara y la cruz del Pantano
Junto a la cascada, el ruido es ensordecedor. Dos jóvenes de El Altet se han acercado a conocer el lugar y se muestran «impresionados con su belleza y con el sonido del agua al caer. Es increíble que tengamos esto aquí en Elche y que sea la primera vez que vengo», señalaba uno de ellos. La verdad es que para ser miércoles la actividad es incesante en el entorno. Tres amigas que hacen regularmente la ruta del Pantano destacan que «estos días se ha podido ver un aumento muy significativo del chorro que cae desde la presa, que es más del doble de lo que era antes de las precipitaciones».

La cara y la cruz del Pantano
Los escombros se acumulan
De vuelta a la ciudad, como a un kilómetro de distancia del punto clave del paraje, en una de las ramblas junto al camino se repite una actuación que este periódico ha venido denunciando desde hace años, aunque ha habido actuaciones de retirada, como en 2019. En ese momento se concentraban toneladas de escombros y basuras que fueron retiradas. Ahora, el Ayuntamiento de Elche advierte en esta misma rambla de las copiosas multas, pero su advertencia no tiene el efecto buscado. «Esto no le interesa a nadie», comentaban unos ciclistas que recorren semanalmente el camino en cuyo lateral conviven pinos y matorrales aromáticos con cascotes de ladrillos y solería. «Parece que aquí se han especializado en deshacerse de todos los residuos que se producen al hacer obra para cambiar el baño de casa», apunta un viandante. Y es cierto, lo que más abundan son objetos relacionados con el baño, pero también hay restos de poda, de maceteros de plástico con su turba, basura industrial, cueros, planchas y otros materiales del calzado o la marroquinería.
Hay vertidos de hace años, pero otros son muy recientes. Quizás vigilar la zona e imponer sanciones ejemplarizantes sea más barato que tener que volver a limpiarla... Lo que es cierto, sin duda, es que es una pena.
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