Semana Santa

Cuando el silencio reza: la noche más honda se vive en Crevillent

La Procesión Penitencial, presidida por el sacerdote crevillentino Lucas Galvañ, llena de oración la Vila Vella

Un momento de la Procesión de Penitencia de Crevillent celebrada este martes.

Un momento de la Procesión de Penitencia de Crevillent celebrada este martes. / INFORMACIÓN

Tras la tormenta llegaba la calma a Crevillent, donde la noche caía este Martes Santo a la espera de la procesión más honda de la Semana Santa, declarada en 2011 fiesta de Interés Turístico Internacional. A las 22.30 horas, con puntualidad, se abrían las puertas del templo Nuestra Señora de Belén y en el municipio se hacía el silencio y la oscuridad. Una marea de sombras avanzaba entonces con sobriedad y respeto por las callejuelas de la Vila Vella, en la Procesión Penitencial del Santísimo Cristo de Difuntos y Ánimas, un cortejo en el que no hay trono. Ni flores. Tampoco música exuberante ni adornos que distraigan de la médula del misterio.

La imagen del Cristo y su caminar

La imagen del Cristo, obra magistral de Mariano Benlliure, se entregaba una vez más a Crevillent para, sostenida a hombros, caminar entre la multitud en un desfile que sobrecogía a participantes y espectadores, llegando a lo más profundo del ser. A ello contribuían los penitentes con sus antorchas, el sonido hueco del tambor y las voces de coralistas que profundizaban en la Pasión vivida por Jesús.

Un momento de la Procesión de Penitencia de Crevillent celebrada este martes.

Un momento de la Procesión de Penitencia de Crevillent celebrada este martes. / INFORMACIÓN

El peso del silencio y el tránsito

El cortejo se iniciaba con la cruz-guía, obra de Fernando Mayoral, sobria y firme, que se adelantaba como faro entre tinieblas. Detrás, las voces infantiles del coro del Colegio Nuestra Señora del Carmen entonaban un Kyrie Gregoriano del siglo XI, bajo la dirección del maestro Joaquín Fuentes. Así comenzaba el tránsito: las antorchas se iban encendiendo una a una, como si la oscuridad se rindiera lentamente ante un fuego humilde. El olor del incienso abría paso a la comitiva. El silencio no era ausencia, sino lenguaje; hablaba el tambor seco, la campana de madera con su sonido rudo y los pasos de humildes sandalias, junto al leve crujido del saco áspero.

La procesión y la oración final

La procesión serpenteaba por las calles Purísima, Asunción Lledó, José Manuel Magro, Dr. Mas Candela, San Francisco, Peine, Blasco Ibáñez y Plaza de la Constitución. En esos lugares, resonaba la voz de quienes ya no están, evocados por el director de la oración penitencial, el crevillentino reverendo Lucas Galvañ Ruso, quien presidía la procesión. El vicario episcopal remarcaba que «esta noche llevábamos con nosotros a nuestros hermanos difuntos. Por ellos rezábamos, recordando a padres, abuelos y hermanos cofrades.» Asimismo, explicaba que la procesión era también un homenaje a la vida, a la vida que renace en Dios, evidenciando la delgada línea que separa a los difuntos de los vivos.

El cura había comenzado la oración en el interior del templo, a solas con los penitentes, a los que hizo reflexionar sobre el Evangelio de la Muerte de Cristo según Lucas, resaltando que "es noche sagrada. Una noche para mirar hacia lo alto, hacia la cruz, y hacia lo profundo de nuestro ser. Con las luces apagadas, nos despojamos de lo superficial, para encontrarnos cara a cara con el misterio del dolor redentor y de la esperanza que no muere. Jesús no maldice. Jesús perdona. No huye: se entrega. No se desespera: confía. Caminamos con él en este año jubilar donde se nos invita a mirar a la Esperanza. El Papa Francisco nos dice: El amor de Cristo es más fuerte que cualquier noche del alma”. Esta es nuestra esperanza, esta es la verdad que esta noche celebramos en silencio y oración: el amor de Dios no se apaga, ni siquiera en la noche de la muerte".

Un momento de la Procesión de Penitencia de Crevillent celebrada este martes.

Un momento de la Procesión de Penitencia de Crevillent celebrada este martes. / INFORMACIÓN

Voces graves

Junto al Cristo de Benlliure, se escuchaba al Coro de Voces Graves de Crevillent, que con voces profundas y casi monásticas entonaba piezas clásicas. A la medianoche, el cortejo regresaba a su origen y, en la plaza, el sacerdote elevaba una última oración por aquellos que, aún vivos, parecían muertos en vida; para despertar del letargo interior y descubrir que siempre hay luz más allá del dolor.

Así fue la procesión de los Sacos, un momento perfecto para preparar con profundidad la Semana Santa crevillentina, marcando un instante en el que la fe y el recuerdo se fundieron en un acto sagrado y humano.

Tracking Pixel Contents