Tras la tormenta... la mona más costera llega a Elche y Santa Pola

Ilicitanos, crevillentinos y santapoleros se decantan por disfrutar del Lunes de Mona en la playa, tras una jornada tormentosa el Domingo de Resurrección

Día de mona en Arenales del Sol

Jose Navarro

El tradicional día de la mona, este año, ha sabido a salitre. Ilicitanos, crevillentinos y santapoleros han preferido el mar a la montaña en una jornada de Pascua caracterizada por el buen tiempo, con sol predominante y temperaturas máximas de 24 grados en la costa. Nada que ver con el día anterior, marcado por las tormentas, que no afectaron a las procesiones matinales pero sí estuvieron presentes desde primera hora de la tarde.

Una marea humana junto al mar

La tradición ha girado la brújula hacia el litoral y los ciudadanos optaban de forma mayoritaria por las playas de Arenales del Sol, El Carabassí, La Marina, El Pinet y Santa Pola. Con sillas plegables, sombrillas, neveras y alguna que otra pelota, los grupos familiares y de amigos fueron ocupando desde media mañana los arenales, donde se mezclaban los juegos de palas, el aroma de los bocadillos caseros, así como la dulce presencia de la tradicional mona, «que nosotros reservamos siempre para la merienda», apunta Chimo Pérez en la playa de El Pinet.

Un día de postal

«El mar está tranquilo, la brisa es suave… un día espectacular», comentaba Pedro Gómez, vecino de Altabix, mientras montaba una mesa con tortilla de patatas, empanadillas y una fogaseta. «Venimos cada año a Arenales, pero lo de hoy ha sido de postal», remarcaba. Las familias con niños copaban las orillas con cubos y cometas. Los jóvenes, por su parte, improvisaban zonas de reunión al ritmo de música portátil, con cartas, palas y alguna que otra guitarra de fondo.

Día de mona en el pantano de Elche

Jose Navarro

El campo resiste con encanto

Aunque este año la playa ha ganado por goleada, también hubo quienes mantuvieron la tradición de pasar la mona en el campo. La Sierra de Crevillente, el Pantano de Elche o el Clot de Galvany, con sus zonas de merendero y sombra, fueron los enclaves más concurridos. Allí se dieron cita grupos de excursionistas y familias enteras que buscaron un entorno más tranquilo. «Nosotros seguimos fieles al campo», decía Vicenta Blasco, abuela de El Pla, mientras abría un táper de albóndigas junto a sus nietos. «Aunque todos se van a la playa, aquí es donde mejor se come y se charla».

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