Lío con el callejero de Elche: de nombres inventados a personajes desaparecidos

Historiadores plantean que el Ayuntamiento abra una comisión para consensuar las nuevas incorporaciones a la vía pública

Calle José Miralles Torregrosa que debió llevar el segundo apellido Torres

Calle José Miralles Torregrosa que debió llevar el segundo apellido Torres / Matías Segarra

J. R. Esquinas

J. R. Esquinas

El gesto de coger el móvil y marcar una dirección para que el asistente virtual del GPS nos guíe a nuestro destino se ha convertido prácticamente en un impulso automático. Tanto como meter las indicaciones de donde vivimos en internet para recibir un paquete por mensajería. Ahora bien, si le preguntásemos a una comunidad de vecinos de Elche quién fue la persona que da nombre a sus calles, seguramente muchos se quedarían sin respuestas. 

En el callejero del término municipal se estima que existen unas 1.500 denominaciones de viales, parques y paseos que honran a infinidad de personajes, desde políticos (incluso del régimen franquista), a científicos, escritores así como nombres de ríos y flores. Una amalgama de letreros entre los que hay algunos con más de dos siglos de historia, como La Fira, que han aguantado las diferentes corporaciones municipales. 

¿Felipe Moya?

Entre esa diversidad también hay sorpresas. Una de las más curiosas se puede apreciar en Altabix, a escasos metros de la Avenida de Alicante, en la calle Felipe Moya. ¿Quien fue este personaje? Lo cierto es que no constan registros sobre esa persona ni qué méritos se le atribuyen porque realmente esa calle debió llamarse Felipe de Malla en honor a un militar del siglo XVII que formó parte de la nobleza ilicitana, un linaje que se cree que llegó a Elche cuando la entonces villa y su vecina Crevillent eran baronía de la ciudad de Barcelona (1391-1460). 

Calle Felipe Moya que debía llamarse Felipe de Malla

Calle Felipe Moya que debía llamarse Felipe de Malla / Héctor Fuentes

El error con la transcripción a la hora de imprimir el letrero ha provocado que durante ochenta años se haya cronificado este fallo, y muy probablemente nadie ha caído en la cuenta de que es un nombre inventado salvo amantes de este ámbito como Jaime Frau, profesor jubilado de Geografía e Historia del IES Cayetano Sempere que lleva prácticamente dos décadas dedicándose a estudiar el callejero ilicitano. Ya tiene 600 viales documentados de los 800 sobre los que espera trabajar del núcleo urbano. 

Acuerdo

Sobre este caso citado, del que además dio cuenta a la Cátedra Pedro Ibarra de la UMH, el experto indica que en el callejero histórico elaborado por Alejandro Ramos consta el apellido Malla fruto del acuerdo en 1946 por parte de la comisión permanente de darle este vial. Y este no sería el único fallo que puede apreciarse caminando por la ciudad. Otro de los más reseñables es el de la calle José Miralles Torregrosa, en Porfirio Pascual, que tiene un segundo apellido equivocado ya que en el sorteo documentado en 1957 «por los caídos» figura José Miralles Torres, al igual que en los padrones. Se podrían enumerar más fallos como el de la calle Ángel de El Raval que nunca se llamó, como era su nombre completo, Ángel de la Guarda, registrado en el callejero tradicional. 

Frau narra que en el primer plano geométrico de la ciudad de 1849 constaban sólo algo más de 120 calles. El desarrollo urbanístico de la ciudad también ha ido dejando por el camino incluso duplicidades con los nombres, hasta el punto de que hasta hace unos años había dos calles que llevaban el nombre de la Virgen de la Asunción, o placas que todavía se mantienen en recuerdo a nomenclaturas anteriores, sembrando la duda entre los viandantes sobre cuál prevalece. 

Cambio

 En 1984 se aprobó el cambio de más de 80 viales del casco histórico «eliminando calles con una tradición» como, por ejemplo, Ramón y Cajal, que pasó a nombrarse Sant Jordi. Aún y así, la calle mantiene una placa artística de cerámica que recuerda al médico y científico. Caso similar es el del actual carrer Ample, que originariamente se llamó Cánovas del Castillo y como guiño a quien fue presidente del consejo de ministros en el siglo XIX mantiene una placa en piedra. Si bien, hay otras figuras universales que han dejado de estar representadas como Miguel de Cervantes (denominación que cambió por Replaceta de les Barques) o el prolífico profesor de literatura ilicitano Ramón Jaén, que llegó a instruir en la academia de West Point, y del que no queda huella en lo que ahora es el carrer Major del Pla. 

Placa que recuerda al nombre antiguo de Ramón y Cajal de la calle Sant Jordi

Placa que recuerda al nombre antiguo de Ramón y Cajal de la calle Sant Jordi / Matías Segarra

Diversidad con las placas

El estilo de las placas de las calles también se ha convertido en un indicativo de la etapa histórica en las que se colocaron. Frau manifiesta que en la actualidad persisten hasta 15 modelos diferentes, lo que «indudablemente es riqueza cultural e historia del sistema de identificación». Así las cosas se ven desde esmaltadas en azul (propias de la décadas de los cuarenta del siglo XX), hasta paneles grises con el escudo de Elche o en aluminio con fondo azul en valenciano a partir de 1984 durante el gobierno de Vicente Quiles. Los letreros de las últimas décadas, si bien, tienen apariencia de losetas cerámicas y hay viales que llegan a tener hasta tres diseños diferentes.

Para el profesor una de las pérdidas más incomprensibles del callejero es la del Rey Amadeo I «con el que Elche consiguió el título de ciudad». La calle se renombró Fossar y como solución se instaló una placa de mármol recordando al monarca. Si bien, reprueba que «no se han tenido en cuenta algunos valores históricos que deberían prevalecer». Menciona que hay barrios popularmente mal denominados como el de Tripa, por un apodo, que incluso cuenta así en los registros geográficos pese a que en 1924 se aprobó el nombre de Francisco Cantó para esta zona en la prolongación de Filet de Fora, apunta el investigador. 

Comisión mixta

En este punto, y coincidiendo con el historiador Miguel Ors, director de la Cátedra Pedro Ibarra, ambos apuntan que el Ayuntamiento debería crear una comisión formada por expertos para asesorar a la hora de nuevos nombramientos y cambios que afecten a la denominación de la vía pública, para que no primen los criterios políticos y exista un consenso. Explican que desde hace décadas hay listados con propuestas de calles para incorporar que siguen en un cajón. 

De igual forma, sopesan que de igual forma debería hacerse un dictamen evaluando nombre por nombre el listado de las 123 calles con resquicios franquistas que se elaboró durante el régimen ya que hay algunas personas que constan en él de las que no se tiene información que pudiera determinar si debieran retirarse por estar afectadas por la ley de memoria histórica.

Digitalización

Un salto hacia el callejero inteligente que nunca llegó a producirse. El Ayuntamiento anunció en 2018, durante el gobierno de PSOE y Compromís, que se implementarían códigos Qr en las placas de las calles para que el usuario pudiera obtener información sobre la biografía de la personalidad en cuestión. Todo en el marco del proyecto de smart city que se iba a desarrollar junto a la Cátedra Pedro Ibarra de la UMH aprovechando que esta plataforma recopila miles de documentos acerca del pasado de la ciudad. Miguel Ors, director del portal, explica a INFORMACIÓN que entonces llegó a estudiarse con los servicios informáticos municipales y finalmente no salió adelante esta propuesta divulgativa, lo que hubiera sido un valor diferencial ya que no se conoce otro municipio que apueste por este formato, aunque también reconoce Ors que hay calles que siguen sin tener explicación. El historiador cuenta que hay ciudades como Alicante que aunque no han empleado esta tecnología sí que suele haber calles que tienen rótulos explicando su historia, algo que cuesta ver en Elche. 

Universalidad y localismo

Para el ilicitano el callejero debe reunir «universalidad y localismo» y critica que en ciertos aspectos no tenga sentido, «con criterios poco sensatos». Lamenta, además, que existan nomenclaturas que han desaparecido «por puro desconocimiento». Pone ejemplos como el de la calle Comisario (actual Carmelitas) «que cuando se eliminó pensarían que era un comisario al uso pero se trataba del comisario de la Inquisición, con lo que te cargas un trozo de historia», reseña el investigador. En contraposición, cuestiona que se preserven otros nombres como el de Salazar Alonso, «que fue un hombre de Extremadura que hizo lo posible para provocar la Guerra Civil y que no tuvo ninguna vinculación con Elche».

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