Sanidad
«Aquí recuperamos el corazón… Y las ganas de vivir»
El Hospital Universitario del Vinalopó impulsa la rehabilitación cardiaca con un programa pionero de ejercicio supervisado que ya incluye a pacientes de preoperatorio

Los pacientes realizan ejercicio aeróbico en máquinas de andar o montar en bicicleta y sus constantes son totalmente controladas por los sanitarios. | INFORMACIÓN
A José Pérez, de 72 años, le cambió la vida una angina de pecho. «Me olvidé de hacer deporte tras operarme, y el cuerpo se cae», reconoce. Hoy, tras tres meses en el programa de ejercicio supervisado del Hospital Universitario del Vinalopó, dice con firmeza: «Quiero vivir otros veinte años más, como mínimo».
Él es uno de los cerca de 30 pacientes que cada semana forman parte de este programa de rehabilitación cardiaca, un circuito multidisciplinar que combina entrenamiento físico monitorizado y controlado por especialistas, educación sanitaria, seguimiento médico y una gran dosis de humanidad. «El deporte es fundamental, tanto para la recuperación como para prevenir nuevos eventos cardíacos», asegura la doctora Judith Torres, especialista en rehabilitación del aparato cardiorrespiratorio.
Ejercicio controlado
El programa se dirige a personas que han sufrido un infarto, angina de pecho, insuficiencia cardíaca o han pasado por una intervención quirúrgica del corazón. Se estructura en 12 semanas, con tres sesiones semanales de entrenamiento y charlas educativas. Cada paciente es monitorizado desde el primer minuto: «Controlamos la frecuencia cardíaca, la tensión, la saturación… Todo está supervisado al detalle», explica Carmen Blesa, enfermera del servicio de Cardiología con más de 18 años de experiencia.
Los pacientes entrenan con cinta de correr, bicicleta y pesas, pero siempre adaptando el esfuerzo a su condición. «Esto no es un gimnasio cualquiera. Aquí no se viene a competir, se viene a sanar», recalca María Isabel Espín, fisioterapeuta especializada en el área cardiorrespiratoria.
El miedo como punto de partida
Muchos pacientes llegan con pánico. «Salen de un ingreso donde su vida ha peligrado y piensan que el esfuerzo físico les puede volver a poner en riesgo de muerte», explica la doctora Torres. Por eso, el primer paso es emocional. «Más que convencerles, hay que quitarles el miedo. Les invitamos a empezar. Y cuando empiezan, ya no se lo dejan», afirma.
Lo confirma Agustín, de 64 años, infartado y ahora más activo que nunca: «He perdido peso, he dejado de fumar y estoy haciendo más deporte que antes. Me siento mucho mejor». Y añade entre risas: «Echo de menos el tabaco, pero prefiero seguir vivo, sin duda».

Cuatro participantes en el programa de ejercicio supervisado del Hospital del Vinalopó realizan estiramientos. | INFORMACIÓN
Una de las claves del éxito del programa es el grupo. «La rehabilitación no es solo física, es también social y emocional», destaca Blesa. En las salas de entrenamiento se crean vínculos entre personas que han pasado por lo mismo. «Aquí pueden decir sin vergüenza que tienen miedo a subir escaleras o a tener relaciones sexuales», añade Espín.
«Se pican entre ellos, se animan, comparten miedos y logros. Se hace piña», subraya. Esa complicidad genera una adherencia altísima: «El 90% de los que empiezan, terminan. Y siempre nos dicen: ‘Podría durar más’».
Prevención como revolución
Pero el trabajo del equipo va más allá de las sesiones. «Nuestro objetivo es que hagan un cambio real en su estilo de vida. Que aprendan a comer bien, a moverse, a descansar. A cuidarse», explica la doctora. No es fácil: muchos pacientes llegan con obesidad, hipertensión, diabetes, colesterol y décadas de hábitos poco saludables.

Los sanitarios participantes en el programa de rehabilitación cardíaca del Hospital del Vinalopó en Elche / INFORMACIÓN
«Hay personas de 70 años que nunca han comido ensalada. Hay que enseñarles desde cero», afirma Blesa. «Y no vale solo con parches: pastillas, cirugía… La salud empieza por el ejercicio, la comida saludable y el control del estrés».
Un equipo multidisciplinar
El programa cuenta con un equipo comprometido: la doctora Judith Torres como rehabilitadora; dos médicos de Cardiología; dos fisioterapeutas; y una enfermera de referencia. Además, colaboran profesionales de diferentes especialidades en las charlas semanales.

La médico rehabilitadora responsable del servicio del Hospital del Vinalopó / INFORMACIÓN
«Nos gustaría contar también con un psicólogo», confiesa Blesa. «Todos hacemos un poco de apoyo emocional, pero un profesional sumaría mucho», apostilla.
Cada paciente entrena según sus necesidades. «Van monitorizados con un software que controla tensión, frecuencia cardíaca y respuesta al esfuerzo», explica Judith Torres. Se utiliza también el «Power Breathe», un dispositivo para fortalecer la musculatura inspiratoria. «Es como levantar pesas con los pulmones», resume Espín.
Como principal novedad del programa, desde hace pocos meses, los prequirúrgicos, pacientes que van a ser operados, también tienen su espacio: entrenan dos días por semana para llegar en mejor estado a la cirugía y acelerar su recuperación. «Van más empoderados, saben lo que va a pasar, cómo deben moverse y qué ejercicios pueden hacer después», señala Blesa.
Lo que pasa después
Una de las principales inquietudes del equipo es qué ocurre cuando termina el programa. «Falta un puente entre la rehabilitación y la vida diaria. A veces les dejamos ‘solos’ y vuelven a su rutina anterior», lamenta Espín.
Para evitarlo, estas profesionales proponen crear programas de seguimiento con ayuntamientos, centros de salud y asociaciones deportivas, e incluso plataformas digitales. «Con la tecnología que hay, podríamos hacer un seguimiento telemático para quienes no pueden venir al hospital», sugieren. En otras comunidades, como Madrid, ya existen modelos similares.

La enfermera y la fisioterapeuta del programa del Hospital del Vinalopó. | INFORMACIÓN
«Antes me fatigaba mucho. Me operaron de dos arterias y una válvula. Ahora noto mejoría y cada día aguanto más», cuenta Jaime, paciente que lleva un mes en el programa. «Aquí hago pesas, bicicleta, estiramientos… Y luego en casa sigo con pequeñas rutinas. El sofá ya no es mi única zona de confort».
Sus palabras son un ejemplo de lo que persigue este programa: que el paciente recupere no solo la función cardíaca, sino también la confianza y el control de su vida. «Hay que empoderar al paciente. Que sepa lo que le ha pasado, por qué le ha pasado y qué puede hacer para evitar que vuelva a pasar», sentencia Espín.
«Muchos llegan tristes, agotados, deprimidos… Y se van felices, con energía y sin fatiga», asegura Blesa. Y eso, añade, «es lo más gratificante de nuestro trabajo».
El programa del Vinalopó demuestra que la medicina del futuro pasa por cuidar al paciente desde dentro, con ejercicio, alimentación y educación. Como bien dice Agustín: «Estoy muy contento. Esto me ha salvado la vida».
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