Descifrando los enigmas del atún rojo en Santa Pola
INFORMACIÓN embarca en el Artic, uno de los barcos que han participado en la última edición del Scientific Angler Tagging Tour con el objetivo de capturar y marcar con GPS ejemplares de atún rojo para una misión científica internacional que estudia las migraciones

¡Artic Combate!: así es el proyecto Scientific Angler que marca atunes en Santa Pola para estudiar sus migraciones / Áxel Álvarez
Pedro Llinars, el patrón, arranca motores a las siete en punto y el Artic zarpa del puerto de Santa Pola con la salida del sol. Tras capturar una veintena de jureles que utilizarán como cebo vivo, y tras hora y media de navegación, los pescadores llegan al lugar elegido para el fondeo, a unas 15 millas de la costa en una zona con unos 160 metros de profundidad. Sin perder ni un minuto, los marineros preparan los aparejos y lanzan las cañas. Ahora solo queda esperar una picada…
Tercer año
Este es el tercer año de esta iniciativa de colaboración entre científicos y pescadores recreativos coordinada por Ifremer (Instituto Francés de Investigación Marina). Durante estos años ya se han marcado con un sistema de geolocalización más de 100 atunes de diferentes tamaños en los eventos de Tagging Tour en Barcelona, l’Ametlla de Mar, Ceuta y Santa Pola. Este último se celebró el pasado fin de semana con la participación de trece embarcaciones seleccionadas por la organización y unos 70 pescadores deportivos. La mayoría son de la zona aunque también participan pescadores de otros lugares. Es el caso de Pedro, que ha navegado desde Mallorca para la ocasión. Este apasionado del mar y la pesca es uno de los veteranos del proyecto y asegura que los pescadores deportivos que colaboran “tenemos una gran conciencia de conservación”, y subraya que el Tagging Tour es “una sinergia perfecta entre pasión por la pesca y ciencia”.

Un día a bordo del Artic pescando atunes rojos para marcarlos con GPS / Áxel Álvarez
¡Artic combate!
Las condiciones meteorológicas no acompañan. Soplan fuertes rachas de viento y las olas superan el metro de altura. La pesca se complica. Sobre las diez de la mañana algunos barcos de la expedición anuncian por radio que regresan a puerto porque las condiciones les hace imposible mantenerse fondeados. A las once, de los trece barcos que zarparon ya solo quedan cuatro; y cero atunes. Pero Pedro no desiste y se mantiene optimista. El Artic, un Luhrs 36 de doce metros de eslora, está totalmente equipado y preparado para poder pescar en estas condiciones, y el patrón está convencido de que habrá picada. Y en efecto: en mitad de la entrevista ve algo en la pantalla de la sonda que le hace interrumpir la charla. “Hay algo a 25 metros. ¡Atentos! Ahora en 40 metros. ¡Es atún, seguro!”. El resto de la tripulación, conformada por otros tres locos de la pesca venidos desde Valencia, Barcelona y Canarias, se activan de golpe, y se preparan para una inminente picada. No han pasado ni 30 segundos cuando una de las cañas se dobla y comienza a salir hilo del carrete. “¡Picada!”. Las pulsaciones suben y comienzan las carreras y las órdenes del patrón para iniciar la maniobra. Uno de los marineros se coloca el arnés de pelea y comienza a recoger. Pedro corre hasta la radio y anuncia que han tenido picada para que el barco del equipo científico acuda: “¡Artic combate! ¡Artic combate!”.

Uno de los marineras prepara el cebo vivo / Áxel Álvarez
Rapidez en el marcaje para que el animal sufra lo menos posible
La lucha es dura, aunque parece que no es un ejemplar demasiado grande. Tras unos veinte minutos de tira y afloja entre hombre y túnido, se comienza a ver platear cerca de la superficie el lomo del animal. La embarcación de la organización ha acudido hasta la posición del Artic y espera a una distancia prudencial. Una vez en la superficie, desde la popa desanzuelan al atún y lo enganchan de la mandíbula con una especie de pinzas llamada bocagrip que permite manejarlo sin hacerle daño. Las pinzas van atadas a un cabo que lanzan a la otra embarcación donde los biólogos le colocarán el gps o popup. Uno de estos biólogos de Ifremer es Antoine Landreau. Tras recibir el cabo lanzado por el Artic, Antoine sube a bordo al ejemplar de un metro y medio de tamaño y unos 60 kilos, y en menos de dos minutos ha finalizado el proceso y lo ha liberado. “La norma más importante en el marcaje del atún es la rapidez. Una vez a bordo le ponemos una manguera con flujo de agua salada en la boca y le tapamos los ojos. Le tomamos medidas, muestras genéticas, le colocamos en el lomo la marca electrónica, polvo cicatrizante y lo liberamos. Todo este proceso en menos de dos minutos”.

Uno de los atunes marcados durante la jornada / Áxel Álvarez
Información valiosa para una explotación responsable del atún
¿Y para qué marcar atunes? Landreau es claro: “Las migraciones del atún son la base de su explotación. No disponemos de muchos medios técnicos para saber dónde están los atunes, además de la pesca. El marcado electrónico aporta una solución y permite estudiar los movimientos de estos animales y sus cambios”. Asimismo, asegura que toda esta información recabada luego se tiene en cuenta “para la gestión y recuperación y en la toma de decisiones políticas de cupos, vedas y tallas mínimas”.
Vuelta al mismo lugar
Ya se sabía que los atunes acuden al Mediterráneo para reproducirse y que, cuando adquieren cierto tamaño, migran al Atlántico para alimentarse, pero ahora la información recabada de los ejemplares marcados hasta ahora ya comienza a arrojar algunos datos que animan a plantear nuevas hipótesis interesantes: "Hemos observado que hay un tamaño determinado, concretamente 1,75 metros, a partir del cual salen del Mediterráneo al Atlántico", explica el científico. En este sentido, advierte de la existencia de un proceso de "fidelización" de esta especie con determinadas zonas donde alimentarse y reproducirse. Sin ir más lejos, áreas marinas como la de la bahía de Santa Pola a la que parece que los atunes regresan cada año. Tras doce meses de uso, las marcas electrónicas que los investigadores colocan sobre estos ejemplares se desprenden del animal, saliendo a la superficie. Precisamente, estos días en Santa Pola han recuperado dos de estos elementos a menos de una milla de distancia del lugar exacto donde se colocaron hace un año. "Ha sido una gran revelación", confiesa Antoine.

Los pescadores durante la lucha con un atún / Áxel Álvarez
Excelente momento de la población de atún rojo
Antoine asegura que la situación actual de la población de atún rojo es excelente y que es gracias a estudios como este. “Antes de 2008 no había casi ningún control y la sobreexplotación pesquera fue un riesgo real para la sostenibilidad del aprovechamiento de este preciado pez. Ese año la comunidad científica se dio cuenta de esa situación y se llevó a cabo un plan de recuperación y gestión que hace que hoy en día este sistema sea un modelo de explotación ejemplar”. Sin embargo, este buen momento no les hace confiarse, pues hay otras amenazas como el cambio climático que mantiene en guardia a los científicos de Ifremer. “Estamos observando cambios en sus tiempos de migración y en sus hábitos de alimentación, y estamos seguros de que está relacionado con el aumento de la temperatura del agua y eso nos mantiene alerta”, puntualiza Landreau, un científico que no puede evitar alzar sus brazos saludando al Artic, una vez liberado el atún ya marcado.
Pesca al brumeo
Retornado el animal al agua, la tripulación del Artic vuelve al trabajo. A bordo, las horas pasan y el cansancio pesa sin señales de más atunes. Pedro explica el funcionamiento del sistema de pesca: “Esta técnica que estamos utilizando se denomina brumeo. Consiste en fondear, poner cañas con cebo vivo a diferentes profundidades y distancia e ir cebando la zona con trozos de sardinas para crear un rastro. El atún lo olerá hasta que, si hay suerte, encuentre el anzuelo dónde tenemos el cebo.”

El biólogo Antoine Landreau libera un atún tras colocarle la marca electrónica / Áxel Álvarez
Misión cumplida
Sobre las dos de la tarde, Llinars vuelve a detectar una inconfundible marca en forma de arco en la sonda y se repite la historia. De nuevo picada, y el aviso por radio: “¡Artic combate!”. Otro atún de las mismas dimensiones que el anterior, capturado, marcado y liberado. Sobre las seis de la tarde, la organización avisa por radio de que da por concluida la jornada y, con la caída del sol, el Artic regresa a puerto. El mal tiempo ha impedido que la jornada fuera todo lo productiva que hubiera gustado. El Tagging Tour de este año se cierra con el marcaje de tres ejemplares que se espera que aporten valiosos datos para el estudio. La tripulación está agotada, pero satisfecha y promete volver a Santa Pola el próximo año. Misión cumplida. Un paso más cerca de descifrar los enigmas del viaje del atún rojo.
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