Charra que te charra y no para de charrar. Desde que abre sus pequeños ojos con los primeros rayos del sol hasta que los cierra bien entrada la noche Darwin no para de darle al pico. Aunque es un periquito, y no un loro, ha nacido con un don especial que no ha desarrollado ninguno de sus cuatro hermanos, ni tampoco ninguno de los más de 500 periquitos que sus dueños, los eldenses Ángel José Sanchiz y Pilar Juan, han criado en los últimos seis años.

Dicen los entendidos que con la extraordinaria habilidad que tiene Darwin para memorizar, reproducir y combinar sonidos humanos sólo nace un ejemplar de cada mil. Éste tiene un plumaje verde oliva intenso, una carita amarilla y graciosa, pesa 35 gramos y mide 19 centímetros. Y aunque sólo tiene tres años ya domina más de 50 palabras y puede hilvanar más de 20 frases. Siempre escogidas al azar pero en más de una ocasión podría llegar a pensarse que, por la forma en cómo lo dice, parece que sabe lo que dice y dice lo que quiere decir. Por ejemplo: "Me llamo Darwin", "soy muy guapo", "¡qué pasa tío!", "yo soy de Elda y tú de Petrer", "trampós apaga la luz", "mira que eres pesaíco", "Antoñito coge el arcabuz" "Antonia te quiero mucho ¿dónde estás?" y "ay que bonico".

Pero su repertorio es mucho más amplio y tiene un apartado especial para tacos: "Tócate las pelotas", "cállate coño" y otros descalificativos de corte más cañero ya que Darwin no se caracteriza, precisamente, por tener pelos en la lengua.

Cuenta su dueño que cuando su mujer y él no le prestan mucha atención el pequeño parlanchín intenta hacerse notar rápidamente. "Si hablamos de la lluvia se mete en nuestra conversación y dice "hace frío, está lloviendo, coge el paraguas", o a lo mejor le da por preguntarte: "¿estás constipao?"". En otras ocasiones les pide a gritos que lo saquen de la jaula: "abre mi jaula payaso", y si lo hacen comenta: "Hola pitufo, besitos" y lo agradece mandando besos, o en este caso piquitos, y riéndose a carcajada limpia. También hay ocasiones en las que se pone cabezón y no hay manera de meterlo en la jaula porque quiere posarse en la cabeza o en la mano de su dueño, o recorrer la casa revoloteando de un lado para otro, que eso le encanta. "La verdad es que este Darwin es un fuera de serie", dice Ángel observándolo con admiración y admitiendo que les hace tanta compañía y le han cogido tanto cariño que no lo venderían "por nada del mundo".

Sus criadores se percataron muy pronto de que el pájaro era "superdotado". Todo comenzó siendo apenas un bebé. Empezó Ángel a silbarle y a pronunciar el nombre de su esposa "Mari Pili, Mari Pili" y su reacción fue sorprendente ya que lo memorizó de inmediato y fue lo primero que se enseñó a decir. "Así que cada vez le iba enseñando nuevas palabras y nuevas frases, y él siempre pone mucha atención. Se agarra a la jaulita y me mira fijamente para escuchar lo que le digo porque está deseoso de aprender. Con un par de días de repetición le basta para recordar algo nuevo y luego ya no se le olvida nunca. Este Darwin es un fenómeno" comenta con orgullo su dueño mientras el periquito, que también es un sibarita al que le encantan las papas y los gusanitos salados de aperitivo, sigue dándole al pico sin parar.