La Virgen de la Salud bendijo ayer a todos los eldenses, tal y como viene haciendo desde hace más de cuatro siglos, en una procesión muy concurrida que comenzó poco antes de las nueve de la noche. Al grito de «al cielo con ella» los costaleros levantaron la imagen de la Patrona a brazo alzado, mientras dejaban atrás el pórtico de la iglesia de Santa Ana luciendo en su pecho, con orgullo, la medalla de la Cofradía de los Santos Patronos entre sus trajes de riguroso negro. Y cuando la iluminada talla comenzó a descender la escalinata del templo, el silencio solemne se rompió con los aplausos y vítores de una multitud emocionada. Había llegado el esperado momento y la venerada imagen de La Salud empezó a recorrer, lenta y solemne, las calles de su ciudad. Eran muchos los que la acompañaban y otros los que no podían apartar su mirada de ella, aprovechando su presencia para realizarle nuevas peticiones o agradecerle sus favores.

Abrió la procesión el histórico barco San Eduardo, la nave que simboliza la llegada a la ciudad, en el año 1604, de las tallas de la Virgen de la Salud y El Cristo del Buen Suceso, los Santos Patronos. Y alrededor del barco se arremolinaban los pequeños peregrinos y dos ángeles junto a los niños con sus trajes de comunión. También se sumó a la procesión un pequeño grupo de «manolas» mientras cientos de fieles de todas las edades arropaban a la Santísima Virgen de la Salud, «la protectora de los eldenses». Más de cien costaleros, hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, fueron los encargados de trasladar en sus hombros la pesada talla de la Patrona, tal y como vienen haciendo durante el último cuarto de siglo.

La noche era cálida, las calles llenas de gente, las velas iluminando el camino, las autoridades junto a la imagen, los porteadores con sus guantes blancos, la banda Santa Cecilia interpretando marchas solemnes y los vítores a La Salud ofreciendo una estampa que hoy ya es historia. Y así transcurrió el esperado reencuentro de la Patrona con su pueblo, que un año más ha vuelto a reunir en Elda a cientos de eldenses repartidos por todo el mundo. Se mantiene, por tanto, la vieja costumbre de regresar a la ciudad para visitar a la familia y los amigos cuando despuntan las fiestas de septiembre.