Era el gran día que una pareja de novios de Elda llevaba años esperando y preparando pero los planes se torcieron de repente. Los iba a casar, por lo civil, una concejala del equipo de gobierno popular en el salón de plenos del Ayuntamiento de Elda. La edil designada por la Alcaldía era Cristina Gomis, pero la responsable municipal de Educación no acudió a la cita ni tampoco llamó para excusar su ausencia. Los motivos se desconocen pero los novios se quedaron plantados en su propia boda.

Era un caluroso día de julio, un sábado a mediodía, y tanto los contrayentes como los invitados llegaron puntuales a la cita. Ni siquiera la novia se hizo esperar tal y como es tradicional en estos casos. Todo estaba, pues, dispuesto para el feliz enlace nupcial pero al cruzar el umbral del Consistorio los novios pronto se dieron cuenta de que las cosas no iban a salir tal y como ellos las habían planificado. En el Ayuntamiento sólo se encontraba la empleada de la limpieza en plena faena y los agentes de la Policía Local encargados del retén. Ninguno de ellos sabía nada de una boda, no había nada previsto y, al parecer, tampoco se encontraba preparado el expediente matrimonial. En definitiva, un fiasco. Y ello a pesar de que los novios pagaron los 90 euros de las tasas tres meses antes y, además, con quince días de antelación se les confirmó desde el Ayuntamiento que todo estaba listo para la boda.

Pero, comprobada la cruda realidad, la novia se puso más nerviosa de lo que suele ser habitual en estos casos y algunos invitados se contagiaron de su lógica inquietud en forma de cabreo. A partir de ese momento comenzaron las impacientes llamadas telefónicas, las frenéticas idas y venidas y las gestiones a contrarreloj para tratar de localizar a algún funcionario o regidor que pudiera «desfacer el entuerto».

Finalmente fue el popular Jesús Sarabia quien acudió, raudo y veloz, al salón de plenos para casar a los novios. Y lo hizo siendo ajeno al desbarajuste municipal aunque eso no le evitó alguna que otra bronca contenida porque en el trasiego pasaron dos horas. Dos largas horas, según los contrayentes, metidos en un pequeño salón sin aire acondicionado y en plena ola de calor estival. Los novios no quieren recordar aquel amargo momento y de hecho prefieren permanecer en el anonimato, pero ocho meses atrás decidieron presentar una reclamación por responsabilidad patrimonial. Le solicitan al Ayuntamiento una indemnización cercana a los 6.000 euros por los daños morales sufridos y por la cantidad de dinero extra que tuvieron que pagar, por el retraso, tanto al fotógrafo como al dueño del establecimiento donde celebraron el banquete nupcial.

Cristina Gomis ha asegurado que no acudió a oficiar la boda por una «causa más que justificada» de la que, sin embargo, no ha querido hablar. «Los novios lo saben porque se lo expliqué y también les pedí disculpas al igual que hizo Sarabia y la propia alcaldesa. Todo aquello me afectó mucho y lo pasé muy mal pero son contratiempos que le pueden pasar a cualquier persona en cualquier momento», ha señalado Gomis puntualizando, al respecto, que el retraso de la boda fue de 45 minutos y no de dos horas como denuncian los novios. En cualquier caso, lo que nadie puede negar es que la pareja se quedó plantada en su propia boda.