El tramo de la A-31 entre Alicante y Villena se ha convertido en una auténtica "ratonera" para los miles de conductores que diariamente tienen que hacer uso de ella. La pasividad, las mentiras y la dejadez del gobierno central están poniendo en riesgo la vida de muchos alicantinos; mientras las exigencias y las obligaciones a los conductores cada vez son mayores: combustibles más caros, vías más deterioradas, ITVs más exigentes, seguros e impuestos relacionados con el vehículo en permanente subida.

Cualquier incidencia, en forma de avería, que sufra un turismo o un camión, de los muchos que cruzan las comarcas del Medio y Alto Vinalopó, es suficiente para colapsar la A-31, con una retención kilométrica. No hablamos ya si la incidencia está relacionada con un accidente.

La A-31 presenta un estado deplorable de abandono, a pesar de los esfuerzos del personal de mantenimiento y de los miembros de la Guardia Civil de Tráfico, y no hay visos de que esto cambie. Las promesas de los gobernantes de mejoras y de ampliaciones no se cumplen, así que no queda otra que esperar a no vernos envueltos en uno de los muchos accidentes, directo o indirecto, que semanalmente ocurren.