Los remansos de agua pura del paraje montañoso de Puça en Petrer vuelven a recibir a los bañistas con los primeros calores del verano. Una imagen que se ha convertido ya en habitual desde que el temporal de lluvias y nieves de finales de 2015 y principios de 2016 devolvió a la rambla el caudal que fluía 25 años atrás. Un aporte procedente del manantial natural de la Serra del Cavall, que se ha mantenido hasta la fecha gracias también a que las lluvias de los pasados invierno y primavera han recargado los acuíferos subterráneos, contribuyendo así a recuperar un espacio natural con valor arqueológico y etnológico.

De hecho, las balsas o «tolls» que el agua ha ido excavando en las rocas de la rambla a lo largo de los siglos presentan más caudal que el año pasado. La charca principal, la del salto de agua próximo al Molino La Reja, supera 1,80 metros de profundidad y el entorno presenta una vegetación más verde y frondosa.

Este recóndito enclave de montaña permanecía seco desde el verano de 2013 tras un breve paréntesis registrado en septiembre de 2015. Entonces el agua volvió a correr y saltar por Puça. Pero a las pocas semanas desapareció con la pertinaz sequía hasta que, en diciembre de 2015 y enero de 2016, un frente húmedo persistente y generoso permitió que Puça recuperase el esplendor que tuvo antaño.

El de 2018 va a ser, por tanto, el tercer verano en el que centenares de vecinos de Petrer, y también de otras localidades cercanas, aprovechen los meses de julio y agosto para refrescarse de los asfixiantes calores en los cristalinos remansos. Un privilegiado lugar donde tomar el sol, hacer senderismo, observar pájaros y anfibios, y relajarse ante el espectacular salto de agua de 15 metros de altura próximo al Molino La Reja, donde hay un restaurante tradicional de montaña con un aparcamiento privado junto a la carretera.

En los años más duros de la crisis económica este humedal se convirtió en una alternativa de ocio a los viajes, la playa y la piscina. Muchas familias no podían permitirse gastos extraordinarios en sus vacaciones y acudían a la rambla por la mañana, con sus toallas, bañadores y mochilas cargadas de viandas, para darse un chapuzón y reponer fuerzas antes de regresar a casa. Y aunque en los dos últimos años la situación económica ha mejorado, el barranco sigue siendo frecuentado por bañistas y excursionistas. Muchos de ellos jóvenes. Precisamente, en el primer día del verano de 2018 este diario ha encontrado a un grupo de quinceañeras de Petrer y Elda dándose un remojón en el salto del agua. Las cinco amigas del grupo Elit partieron por la mañana de Petrer y ascendieron por el sendero de la rambla hasta llegar al «oasis». Un trayecto el que emplearon una hora de caminata tras un breve descanso para almorzar. Y tras bañarse, tomar el sol y comer regresaron a sus casas por el mismo camino. Varias de ellas ya conocían el lugar porque habían acudido con sus padres cuando eran pequeñas. Una tradición, por tanto, que se trasmite de abuelos a padres, y de madres a hijos, pero que requiere de una actitud cívica y respetuosa con el entorno por parte de los visitantes. En este sentido la concejalía de Medio Ambiente de Petrer ha vuelto a insistir, como ya lo hiciera el año pasado, en la necesidad de preservar la flora y fauna del enclave, no ensuciar ni alterar el paisaje y tomar las debidas precauciones para evitar accidentes.

Muy pocos recuerdan ya el secarral en el que se convirtió la rambla de Puça en el verano de 2014, tras registrarse en el Alto y Medio Vinalopó la mayor sequía de los últimos 150 años. Un desolador paisaje que se ha transformado en un vergel gracias al bien más preciado de la vida: el agua.