Robos y más robos. El colegio de educación especial Miguel de Cervantes de Elda lleva camino de convertirse en un fortín si quiere acabar con los continuos asaltos que se vienen sucediendo en sus instalaciones desde 2006, año en el que el centenar de alumnos del grupo de mayores -de 12 a 24 años- fue trasladado al antiguo colegio Emilio Castelar. Desde entonces el número de robos y actos vandálicos supera con creces la decena a pesar de las medidas de seguridad que, tanto el Ayuntamiento como el propio colegio, han ido incorporando progresivamente para tratar de evitarlo.

En el último «golpe» los ladrones han conseguido llevarse los dos monitores de ordenador que no pudieron sustraer cuando, dos semanas atrás, entraron a la sala de profesores forzando la ventana para lograr huir con un botín de cinco ordenadores.

Conocedores los cacos de que se había reforzado la seguridad con un sistema de alarma en el interior del centro, optaron por reptar a través de las rejas hasta la primera planta, situada a cuatro metros de altura. Desde allí se desplazaron por la cornisa para forzar la ventana de la sala donde se almacena el material. De este modo pudieron burlar de nuevo la alarma. Pero para evitar nuevos asaltos se va reforzar la seguridad del edificio tanto con nuevos detectores de movimiento como con más rejas. A las que ya se han colocado en dos de los ventanales se va a sumar una tercera en la sala de material que ya se ha contratado. Esto va a suponer un nuevo desembolso que asciende en su conjunto a 3.000 euros con cargo al presupuesto del propio centro.

Videovigilancia

El siguiente paso será poner en marcha un servicio de videovigilancia para el que ya se ha solicitado presupuesto. «Una situación muy frustrante para todos nosotros porque, por más que hagamos, los robos no acaban nunca», señalaba ayer con preocupación Carmen Martínez Calpena, la directora del Miguel de Cervantes. «Y no es solo eso, -añadía- es un problema que también desmotiva porque nos roban cosas de gran utilidad para la actividad de los profesores y los alumnos». Se refiere a material informático, ordenadores, herramientas y todo tipo de maquinaria ligera de los talleres. Todo aquello que se puede vender en el mercado negro.

El diseño arquitectónico del colegio, dotado de muchas cristaleras, y su alejada ubicación del casco urbano, son el principal reclamo para los ladrones. «Está muy aislado, en los alrededores hay casas de campo donde ya no vive casi nadie y, al encontrarse en el extrarradio, los ladrones tienen muchas facilidades para escapar y ocultarse en la oscuridad si acude la Policía», explica la directora.

Cuatro asaltos en un mes

En febrero de 2018 el Miguel de Cervantes sufrió cuatro robos en un mes. Los ladrones destrozaron la alarma y forzaron la puerta del patio. Una vez en el interior reventaron cuanto se encontraron a su paso para llegar a los despachos, talleres, aulas y taquillas del profesorado. De este modo consiguieron huir con una decena de tabletas, un ordenador portátil valorado en 800 euros, utensilios de los talleres, dos equipos de música y más de 2.000 euros en efectivo que se encontraban guardados en un armario reforzado como caja fuerte. Buena parte de ese dinero era el pago que los padres habían efectuado, por adelantado, para que medio centenar de alumnos pudieran realizar una excursión didáctica a la localidad de Onil.

La directora ya reclamó entonces más vigilancia policial mientras ahora compara lo que está sucediendo con una partida de ajedrez. «Nosotros movemos ficha para evitar que vuelvan a entrar y ellos idean una nueva forma de volvernos a robar». Una partida que dura ya demasiados años.