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La provincia por barrios

La Purísima de Elda, el núcleo histórico en decadencia

El barrio que dio origen a la ciudad ocho siglos atrás sufre desde los años 90 la inercia de una dejadez municipal que ha propiciado una espiral de despoblación, ruina y envejecimiento

El barrio La Purísima de Elda conserva muchos inmuebles y rincones históricos de gran belleza junto a casas ruinosas y solares abandonados. MANUEL R SALA

La Purísima de Elda, un barrio con casi 800 años de historia, languidece desde hace un cuarto de siglo por la falta de mantenimiento y el éxodo de los jóvenes a zonas más confortables de la ciudad. Forma parte del casco antiguo de Elda y recibe su nombre de la calle La Purísima, antiguo eje viario llamado «La Constancia» que atravesaba la antigua villa de Este a Oeste permitiendo la comunicación de Monóvar-Elda-Petrer. La calle nacía en la misma plaza del Ayuntamiento y se prolongaba hacia el vado del río Vinalopó en el llamado «puente de Monóvar», construido en 1916. Al ser uno de los viales mas importantes de la villa, en la calle La Purísima estuvo ubicado durante los siglos XVI-XIX el conocido como portal del Ángel, una de las puertas del muro que protegía a la localidad ante cualquier ataque. En esta calle se situaron las primigenias «Cuatro Esquinas», constituidas por el cruce de la Purísima (E-O) con la calle Independencia (N-S), lugar donde recientemente se ha colocado una placa para señalar el punto en el que convergían los distintos caminos reales que atravesaban Elda entre los siglos XVIII y XIX.

El origen de la calle, según explica el cronista oficial Gabriel Segura, cabe vincularlo al pasado más antiguo de la ciudad. De hecho, en excavaciones arqueológicas realizadas en algunos de los solares próximos han aparecido cerámicas andalusíes del siglo XIII. «Este vial fue hegemónico en los momentos iniciales del núcleo urbano. Pero será a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII tras la expulsión de los moriscos en 1609, y en especial durante el siglo XVIII con el crecimiento de la población eldense, cuando la calle adquirió la configuración actual hasta su confluencia con el actual vial Gonzalo Sempere. A ese periodo corresponde la creación de la placeta de las Parras, un rincón muy eldense donde se sitúa la casa del Platanero del siglo XVIII. Sin embargo la actual calle de los Tanques -antigua calle Montano- se configuró un siglo después con esa fisonomía quebrada tan peculiar y costumbrista. Pero no será hasta años mas tarde, ya en el siglo XX, cuando tras el derribo de la fábrica de Rodolfo Guarinos (1957) se construya la zona del Huerto.

Ese pasado esplendoroso ha mudado a un presente decadente. Un declive que, según denuncian los vecinos, se debe a un abandono institucional que se ha prolongado durante décadas. «El barrio está envejecido y necesita una rehabilitación integral», comenta José Miguel Tornero, presidente de la Asociación de Vecinos La Purísima. «Falta alumbrado y limpieza, arreglo de calles y aceras, zonas verdes con juegos infantiles, ayudas para que regrese el comercio, el mantenimiento de los solares, el saneamiento de las viviendas en ruina y una ordenanza municipal que regule la actividad de los cuartelillos festeros que tantas molestias generan durante todo el año», detalla el responsable vecinal.

La Purísima -abarca unas 40 calles- tenía «mucha vida» hasta los años 70 y 80, y llegó a contar con unos 4.000 residentes. De sustrato humilde y zapatero, el vecindario se ha caracterizado por su espíritu sociable y acogedor. Las fiestas eran tan participativas como habituales eran las cenas de verano con sus tertulias «en la calle y al fresco» hasta que entraba la madrugada. Pero todo eso es «pasado pisado» y ahora el censo ya va por los 2.000 vecinos y son, en su mayor parte, de personas mayores. Tiempo atrás había muchos comercios y establecimientos hosteleros. Los bajos de las antiguas viviendas albergaron los primeros talleres donde se fabricaban los zapatos que tanta fama han dado a Elda. Pero todo aquello desapareció y ahora solo hay un estanco, dos bares, dos peluquerías, una farmacia, una panadería, una carnicería y cinco negocios del sector servicios. Eso es todo.

La Fundación Paurides es el único centro cultural de un distrito que solo tienen dos pequeñas plazas duras: la del portal del Ángel y la de Rodolfo Guarinos. Ésta última, inaugura en 2001, alberga la sede de la asociación vecinal y la Peña Taurina «Amigos del Renco». En La Purísima vivió el político Emilio Castelar, el poeta local Francisco Laliga y Pablo Maestre, uno de los empresarios del sector calzado más sobresalientes de la ciudad.

Medio centenar de viviendas unifamiliares se han derrumbado en el último cuarto de siglo. Sobre todo en las calles San Roque, Alcázar de Toledo, San José y Francisco Laliga, dejando como único recuerdo solares sobre los que crecen los matojos que gatos. Dos homicidios empañan la historia del barrio. En el verano de 2002 un joven de 29 años murió en un bar de la plaza de San Agustín después de que su cuñado le disparase en la cabeza. Diez años antes otro joven apodado «El gato» fue acuchillado mortalmente en las proximidades de la ermita de San Antón sin que nunca se pudiera identificar al autor de la muerte.

El edificio más emblemático es la ermita de San Antón, y como vestigio de su distinguido pasado todavía se mantiene en pie, en la calle San Roque, el antiguo colegio de las Carmelitas, donde se instaló la Hermandad de la Semana Santa. Pero el deterioro de su estructura llevó al Ayuntamiento a clausurarlo veinte años atrás. En esa misma calle se encontraba el desaparecido «Hospital de Pobres», fundado por los condes de Elda en el siglo XVIII, y en la cercana San Agustín estaba el matadero donde se sacrificaban las reses. La casa de la Mortaja es otro de los inmuebles singulares aunque fue rehabilitado como cuartelillo. Gabriel Segura destaca otras tres casas más: la del retablo devocional de la Santísima Trinidad conservado en el Museo Etnológico; la que hoy en día ya no existe y albergó la Kábila de los Moros Marroquíes y la también desaparecida vivienda de la pintura que puede contemplarse en el techo del zaguán del Ayuntamiento.

La Purísima no atraviesa por sus mejores momentos, pero los vecinos se resignan a enterrar sus recuerdos porque es el barrio en el que nacieron, jugaron y viven.

Los vecinos reclaman que se regule la actividad de los cuartelillos festeros

Los vecinos reclaman que se regule la actividad de los cuartelillos festerosEl principal problema de convivencia en el barrio La Purísima lo generan los cuartelillos de las fiestas de Moros y Cristianos. Hay unos ochenta y los vecinos llevan más de seis años esperando a que el Ayuntamiento apruebe una ordenanza que regule su actividad. «Se utilizan casi todos los fines de semana y festivos para hacer diferentes celebraciones. Ponen la música alta y vociferan hasta altas horas de la noche, ocupan la calle, sacan las conducciones de extracción de humos por las ventanas y dejan las calles sucias», se queja el presidente José Miguel Tornero.

Faltan espacios verdes, mejoras y aparcamientos

Faltan espacios verdes, mejoras y aparcamientosLos vecinos echan en falta un parque con arbolado y juegos infantiles para los pocos niños que quedan en el barrio. También se quejan de la falta de plazas de aparcamiento público y reclaman mejoras y limpieza de solares.

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