Era el protagonista silenciado, pero ayer se escuchó, por fin, su voz en toda su amplitud por boca de su grupo de amigos, forjado en la infancia, y de sus compañeros de trabajo. La quinta sesión del juicio contra María Jesús M. C. y Salvador R. L. por el asesinato de ocho cuchilladas del marido de ella, Antonio Navarro, en su plaza de garaje de la calle Calamocha, 18, de València, llenó la sala de vistas de adjetivos en positivo y de pinceladas de un carácter «alegre, bromista, detallista, amigo de sus amigos, tranquilo, discreto, reservado, buena persona» y un largo etcétera. «Un tío cojonudo», resumió uno de ellos. «Un fenómeno», sentenció otro.

Y uno a uno fueron desmontando el dibujo de trazos negros que había pintado su viuda sobre él: «¿Beber? ¿Antonio? Para nada... Él era de coca-cola», «¿Colérico o agresivo? No, era una persona sencilla que no se metía con nadie», «¿Echado para adelante? Más bien al contrario. Era tranquilo, nunca tuvimos peleas con nadie ni de pequeños», «¿Posesivo, dominante? Al contrario. Más bien echado para atrás. No era ni valiente ni controlador».

La sesión, que comenzó con retraso por los problemas ya habituales con la captación del audio —la vista está siendo grabada con imagen y sonido en su totalidad—, inundó la sala de elogios para Antonio, por boca de tres de sus mejores amigos —el cuarto comparece hoy— y cuatro de sus compañeros de trabajo.

El primero de ellos en entrar en la sala fue Fernando Rizo, amigo de Antonio «desde los cuatro años»- Reconoció, sin ambages, la enemistad que siente hacia Maje «sabiendo todo lo que sé», pero no dudó en garantizarle al presidente del tribunal que ese hecho «no me impedirá decir la verdad».

Contó, a preguntas del fiscal, Vicente Devesa, que «era buen estudiante y buen trabajador», pero «muy reservado. Le daba vergüenza contar cosas de su matrimonio», dejó en el aire. «¿Qué quiere decir?», inquirió el acusador público. «Lo digo a raíz de una vez que nos reunió Antonio en una cafetería y nos comentó que el día anterior a la boda del hermano de Maje había dejado la relación con ella porque le dijo que estaba acostándose con un compañero de trabajo». Era 2015 y era, también, la primera vez que la pareja rompía.

«Nos chocó esa alegría, esa fiesta»

Tras decir de él que era «alegre, divertido, siempre con una sonrisa en la cara», resumió su ausencia con un «lo echamos muchísimo de menos». Fue él el primero en revelar ayer que la plaza de garaje donde la víctima fue asesinada de ocho cuchilladas en un plan presuntamente urdido por su mujer y su amante «la compró Antonio por seguridad para Maje, para que aparcase dentro porque llegaba tarde», según le dijo su amigo.

Tanto él como los otros dos amigos que declararon ayer, Félix López y Francisco Seller, coincidieron en que las familias de Antonio y Maje no se llevaban mal con anterioridad al crimen y que las rencillas empezaron a raíz de la herencia, cinco meses antes de la detención de María Jesús y cuando aún se desconocía su presunta implicación en los hechos. «Fuimos a ver a sus padres y nos dijeron que estaban sorprendidos de la rapidez con la que Maje quería moverlo todo».

Otro punto en el que coincidieron fue en relatar ante el jurado lo «mucho» que «les llamó la atención verla en unas fotos en el Club Havana de Alicante que nos llegaron a las tres semanas [del asesinato] en las que estaba con sus amigas, alegre y contenta. Nos chocó. Esa alegría, esa fiesta... Yo ni recuerdo cuando volví a salir. Y sólo era un amigo...».

El testigo describía la salida de María Jesús «con su amiga Rocío», en la que conoció a Sergio, el guardia urbano que declaró el martes pasado.

Antes de ellos habían desfilado por el estrado el jefe de Antonio y tres de sus subordinados. Aunque todos tuvieron buenas palabras para él, el jurado pudo percibir la especial relación con uno de ellos, José Pedro Llano. «Era mi jefe, pero era más compañero que jefe. Pasábamos muchas horas juntos».

Detalló el horario laboral de Antonio —«de ocho de la mañana a cinco y media de la tarde», especificó sin dudar— y repasó el última día que lo vio con vida. Fue el lunes, 14 de agosto, dos días antes de su asesinato. «Era la una y cuarto de la tarde. Íbamos a Utiel, al bar, y de pronto me dijo: ‘Date la vuelta. He recibido un mensaje de Maje, que dice que no se encuentra bien». Antonio se fue antes del trabajo por ese mensaje. «Al día siguiente no vino porque era festivo. Y el miércoles, al ver que no venía, le llamé, pero ya nadie me contestaba».

«Sólo hay una puerta para entrar al garaje. Y hace falta llave»

Un vecino explica que «él dejaba el coche en la calle para que ella aparcase dentro»

Víctor es un vecino de Antonio y Maje que, además, tenía una plaza de garaje a escasos metros de la de la pareja. Y es también la persona encontró el cuerpo. Fue al regresar para aparcar su moto. «Vi unas manchas en un coche. Al acercarme, vi los pies de una persona y comprendí que era sangre», así que fue a pedir ayuda. No sabía que la víctima era Antonio, a quien conocía y con quien hablaba con frecuencia. Por eso, sabía «que él dejaba el coche en la calle para que aparcase ella. Veía por mi mismo, que habitualmente estaba el coche de María Jesús, un Fiat Stilo, pero también lo sé porque me lo decía él. Dependía de si la mujer trabajaba o no». Respecto al acceso al garaje, sobre el que la defensa de Maje trató de sembrar la duda en la segunda sesión, el testigo lo dejó claro: «El garaje tiene un único punto de entrada, que es esa puerta. No hay acceso desde el interior, hay que salir necesariamente ala calle. Y hace falta la llave, entres con el coche o como peatón».