Investigadores del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio "Ramón Margalef" (IMEM) de la Universidad de Alicante acaban de publicar un artículo en la prestigiosa revista científica Nature Food sobre el coste ambiental de tirar hortalizas. A pesar de que esta práctica es habitual, legal, e incluso está subvencionada por la Unión Europea, deshacerse de productos como tomates, calabacines o pepinos acarrea unas importantes pérdidas de agua, fertilizantes y energía. Tal y como explica el autor principal del artículo e investigador de la Universidad de Alicante Jaime Martínez Valderrama, “en 2019, sólo en la provincia de Almería, se desperdiciaron 300.000 m3 de agua, más de 136 toneladas de fertilizantes, y se podría haber evitado la emisión de 7.500 toneladas equivalentes de CO2”.

El artículo se centra en una las zonas más áridas de Europa, Almería. En esta provincia, en los últimos 40 años, se ha producido un desarrollo agrícola sin precedentes que la sitúa a la cabeza de las economías nacionales. “Este crecimiento económico tiene un coste ambiental muy alto en un lugar en el que ha bajado el nivel de los acuíferos y se han salinizado como consecuencia de la intrusión marina”, advierte el investigador de la UA. “Decidimos analizar en detalle la provincia almeriense porque en un lugar que presume de aprovechar hasta la última gota de agua, y dado el contexto de escasez hídrica que presenta, resulta grotesco deshacerse de parte de la cosecha”, añade.

En este sentido, el grupo de investigación de la Universidad de Alicante pone de manifiesto en el estudio la cantidad de recursos que se echan a perder para producir comida que ni siquiera entra en el circuito comercial y acaba en la basura. “Es importante aclarar que no todas estas hortalizas van directamente a la basura y una parte relevante se dirige a bancos de alimentos o se utiliza para alimentar al ganado”, destaca Jaime Martínez Valderrama.

Metodología

La metodología utilizada por los investigadores de la UA para llevar a cabo este trabajo ha consistido en unos cálculos que utilizan coeficientes técnicos y las cantidades de producto retirado según datos recogidos por el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA). Según explica Jaime Martínez Valderrama, “conociendo la cantidad anual que se ha retirado de un cultivo es fácil calcular cuánta agua se ha desperdiciado a través de los metros cúbicos necesarios para producir una tonelada. De la misma manera, hemos procedido para calcular la cantidad de fertilizantes y las emisiones equivalentes de CO2 que se podrían haber evitado”. El equipo de expertos ha realizado estos cálculos para las principales hortalizas producidas en la provincia de Almería: tomate, pepino, calabacín, berenjena y pimiento.

114.000 toneladas

Los datos de cosecha descartada para toda España que da el FEGA son de unas 114.000 toneladas, incluyendo todo tipo de cultivos entre los que destacan los cítricos. “Es decir, que Almería solo supone el 10%. Además, en España, buena parte de la cosecha retirada va a bancos de alimentos, unas 78.000 toneladas, y solo se tiran a la basura unas 12.000 toneladas de cosecha”, detalla Martínez Valderrama.

Entre las soluciones que plantea el equipo de expertos del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio "Ramón Margalef" de la UA para minimizar el coste ambiental que supone tirar cada día alimentos básicos como las hortalizas, es la regulación del mercado, la contención de la superficie de regadío y el precio de los productos. “Si se cumpliesen las leyes que regulan el uso del agua, los agricultores cobrasen un precio más justo por sus productos y las grandes distribuidoras no se llevasen la mayoría de los beneficios, probablemente no habría que deshacerse de la mercancía de esta manera tan poco ambiental y éticamente insostenible”, sostiene Martínez Valderrama.

Proyecto BIODESERT

Esta investigación forma parte del proyecto BIODESERT financiado por el Consejo Europeo de Investigación y liderado por el investigador distinguido de la Universidad de Alicante Fernando Tomás Maestre Gil. BIODESERT evalúa cómo las acciones humanas derivadas del pastoreo o la agricultura, y el cambio climático afectan a zonas áridas de todo el mundo.

En referencia al estudio publicado en Nature Food sobre el desperdicio de comida y el agotamiento de recursos, Maestre señala que “es un tema realmente importante tanto desde el punto de vista ambiental, por el consumo de agua y la emisión de gases de efecto invernadero, como desde el punto de vista ético, económico y social en un mundo donde hay más de 800 millones de personas que pasan hambre”.