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Contracrónica

Lo que bien empieza...

Enorme el ejercicio de responsabilidad realizado para que el jurado cumpliera su función: hacer Justicia

Imagen de la sala tomada ayer antes de la lectura del veredicto.

El juicio a Alejandra García por el asesinato del hijo de su pareja, un crío de ocho años al que estranguló con su propia camiseta, acabó ayer como empezó: sin estridencias y con una actitud de respeto por parte de todos los presentes en la sala de vistas que ha hecho posible que un proceso que se antojaba complicado se haya desarrollado con una admirable normalidad.

Desde la fiscal Alicia Serra y las dos acusaciones particulares (la que a través de la letrada Marta Castaño representa a Penélope Martínez, la madre del niño; y la que en nombre de la Generalitat ha ejercido Ramón Antón) hasta Encarnación Flores, la abogada que por el turno de oficio ha llevado desde el principio la defensa de la procesada, todo han sido facilidades para que se acabara haciendo Justicia, que es a fin de cuentas de lo que se trataba.

Una tarea que el tribunal popular ha llevado a buen fin con una encomiable competencia. Digna de mención es la lectura del veredicto por parte de la portavoz, una chica joven a la que no le tembló la voz al comunicar el acuerdo unánime de culpabilidad que habían alcanzado aunque después se marchara de la Audiencia rota por el peso de esa responsabilidad y bañada en lágrimas.

No fue la única que lloró tras la lectura del veredicto. Lo hizo, la primera y en silencio, la madre del pequeño Dominique a quien arropaba su pareja, que tampoco podía contener el llanto. Y lloraron, también con la misma discreción, la madre y la hermana de la acusada, a quienes el magistrado Pablo Díez permitió que se fundieran en un abrazo antes de que se la llevaran de vuelta a prisión en un ejemplo más, de los muchos que ha dado a lo largo de la vista, de cómo se debe dirigir un juicio con jurado y hacer bueno aquello de que lo que bien empieza, bien acaba. Ejemplos de lo contrario también tenemos.

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