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Los expertos alertan de los talleres clandestinos como foco de contagios de coronavirus

La situación de mayor riesgo se produce en las fábricas ilegales de calzado de Elda, Petrer y Elche al tratarse de locales pequeños y con poca ventilación

La industria del calzado sigue siendo uno de los motores de la economía del Vinalopó a pesar de las fluctuaciones que viene sufriendo desde hace décadas.

Expertos sanitarios advierten sobre el alto riesgo de propagación del coronavirus que suponen los talleres de trabajo clandestino donde no se respetan las medidas básicas de prevención y seguridad. Como este diario viene publicando desde hace años, el fenómeno del clandestinaje tiene una especial incidencia en los sectores manufactureros de la provincia. Y dentro de ellos el calzado es el más proclive por las peculiares características que se dan en su proceso de fabricación. En este sentido la conurbación que forman Elda-Petrer y la ciudad de Elche, junto a los municipios de su área de influencia, constituyen el núcleo geográfico de mayor exposición a la pandemia en el ámbito laboral.

En los talleres clandestinos los operarios trabajan en pequeños habitáculos -casas antiguas, locales bajos o garajes reconvertidos- durante jornadas que pueden superar las diez horas. Para eludir miradas indiscretas, mitigar el ruido de la maquinaria o evitar ser descubiertos por los inspectores de Trabajo, las ventanas y puertas exteriores suelen permanecer siempre cerradas y apenas hay ventilación. Además, al tratarse de espacios de reducido tamaño los operarios no pueden guardar la distancia de seguridad que recomiendan las autoridades sanitarias para evitar los peligrosos contagios. No todos hacen un uso adecuado de la mascarilla y, por supuesto, carecen de gel hidroalcohólico a no ser que sean ellos mismos quienes lo lleven de casa. A todo ello hay que añadir la alta movilidad que se produce en cualquier industria del calzado. Cada semana entran y salen decenas de personas procedentes de otras empresas y otras localidades para suministrar materias primas y componentes como pieles, suelas, telas, colas, tacones, cajas, hebillas y disolventes.

Considerados de forma individual cada uno de estos factores facilita la transmisión del covid-19. Pero considerados en su conjunto se convierten en un foco de brotes de propagación exponencial, tal y como coinciden en señalar los especialistas en Salud Pública, Epidemiología y Medicina Familiar consultados por este diario en los áreas sanitarias de Elda y Elche. Pero la situación todavía puede agravarse más si uno de los trabajadores del taller es un supercontagiador y lo desconoce. De hecho en las últimas investigaciones científicas se estima que un 20% de los infectados contribuyen al 80% de las transmisiones de SARS-CoV-2.

Este contexto de alto riesgo contrasta, sin embargo, con el escaso número de brotes de origen laboral declarados oficialmente en Elche y Elda desde que estalló la pandemia el pasado mes de marzo. La explicación es bien sencilla. Al tratarse de un proceso productivo enmarcado en la economía sumergida y perseguido por los poderes públicos, los operarios que dan positivo en covid-19 ocultan la posible causa del contagio. Cuando acuden a sus médicos de cabecera tras presentar los típicos síntomas de la enfermedad faltan a la verdad y sus casos pasan a ser considerados de origen social, lo que entraña una dificultad añadida para que los rastreadores de Sanidad puedan cumplir eficazmente con su cometido y cortar la cadena de transmisión.

También hay operarios que al ser asintomáticos o presentar cuadros muy leves lo ocultan asegurando sufrir un simple catarro para seguir trabajando. Incumplen el confinamiento domiciliario para no perder el puesto y dejar de cobrar el salario. Al no existir ninguna relación contractual entre ellos y los fabricantes tampoco tienen ningún derecho laboral, por lo que dejar de acudir al taller durante los 14 días preceptivos de cuarentena puede acarrearles perfectamente la pérdida del empleo que, en muchos casos, es la única fuente de ingresos que tienen para poder sacar adelante a sus familias.

Algunos especialistas creen ahora que toda la «culpa» no la tenían los encuentros sociales en los cuartelillos festeros. En los talleres clandestinos de calzado puede encontrarse otra de las causas de la alta incidencia acumulada de casos que Elda y Petrer registraron en octubre y noviembre con casi 900 positivos por cada 100.000 habitantes.

El alcalde de Elda ha reconocido la existencia del problema. «Hay muchos empresarios del calzado, así me consta y lo he podido comprobar personalmente, que desde que irrumpió la pandemia están actuando con un extraordinario sentido de la responsabilidad y adoptando de forma estricta todas las medidas de seguridad sanitaria que se requieren en estos casos. Pero por desgracia -advierte Rubén Alfaro- la economía informal existe aunque está oculta y es difícil obligar a tomar medidas sanitarias a quienes ni siquiera están dispuestos a dar de alta a sus trabajadores». Por eso el primer edil de Elda ha vuelto a apelar a la responsabilidad. «Ahora estamos jugando con la vida de las personas y con el drama añadido de que, al carecer de seguridad social y de garantías laborales, las personas que trabajan en las fábricas ilegales se ven obligadas a acudir aunque se hayan contagiado si quieren comer». Y todo ello en un contexto de crisis y ante un futuro laboral incierto.

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