Un brote de coronavirus mantiene confinados en sus módulos a más de 500 presos de la cárcel de Villena para evitar que el virus se propague en un establecimiento que ronda los 1.200 internos. Todos los reclusos que han contraído la enfermedad o son casos sospechosos por haber estado en contacto estrecho con positivos, han aceptado aislarse en sus propias celdas. En ellas comen y permanecen todo el día. Tienen vetada cualquier actividad en espacios comunes y tampoco se les permite salir al patio. La única salvedad son las comunicaciones telefónicas. Es el único momento en el que se les dejar salir de las celdas para poder conversar con sus familiares o amistades. Pero previamente los funcionarios avisan al resto del departamento para despejar la zona del locutorio y evitar cualquier contacto entre ellos. De momento la mayor parte de los contagiados son asintomáticos o presentan cuadros leves. Si empeoran son trasladados a una zona aislada del pabellón de Enfermería. Únicamente se hospitalizan los casos graves. Pero desde que comenzó la pandemia en marzo solo ha sido necesario el ingreso en el Hospital Universitario de Elda de dos internos que presentaban neumonía. 

El coronavirus ha hecho que decenas de presos de módulos ordinarios, e incluso de módulos «privilegiados» de educación y respeto, se encuentren en unas condiciones muy parecidas a las que se dan en Aislamiento. En este pabellón cumplen pena los primeros grados, los presos más conflictivos e inadaptados o los que han participado en agresiones o faltas disciplinarias de carácter grave. Están solos en la celda y soportan el régimen penitenciario más severo y con menos actividades y horas de salida al patio. Pues bien, la necesidad de mantener separados a los reclusos que se han contagiado de covid de los que se encuentran sanos, hace ahora necesario privarles de las bondades regimentales adquiridas por mantener un comportamiento adecuado con el resto de compañeros y con los funcionarios.

La población reclusa está asumiendo sin grandes quejas ni incidentes relevantes las restricciones sanitarias que las autoridades han impuesto con la pandemia. Los funcionarios consultados por este diario aseguran que, en líneas generales, los presos se muestran concienciados y son conscientes de la grave situación que ha traído la tercera ola. De hecho, en varias ocasiones les han pedido a los vigilantes que lleven las mascarillas FPP2 para que les garanticen también a ellos la máxima protección. Saben que el virus solo puede entrar en la cárcel a través de las visitas o con las personas que viven fuera y trabajan dentro. Atendiendo a tal requerimiento, los trabajadores han pedido en repetidas ocasiones a la Administración que les hagan PCR. Pero se les niega al no considerarlos «contactos estrechos» con los internos contagiados. 

La suspensión de todas las actividades que se realizan a diario y que congregan a internos de diferentes módulos, así como de las comunicaciones vis a vis, tanto familiares como íntimas, han sido otras de las medidas adoptadas por la dirección del centro buscando frenar los contagios. Pero para suplir la falta de contacto con el exterior se ha optado por retomar las vídeo llamadas.

El módulo de destinos es el más afectado por el virus

El mayor brote de covid detectado en la cárcel se ha localizado en el módulo de destinos. Hay, al menos, 14 positivos. En este pabellón cumplen condena alrededor de 45 internos que llevan a cabo todo tipo de trabajos en la prisión: cocina, panadería, basuras, mantenimiento, jardinería, economato central y reparto de paquetes entre otras funciones. Respecto al número de módulos confinados, Prisiones indica que son 6 de los 12, pero funcionarios han asegurado a este diario que son todos porque se ha cerrado cualquier contacto entre ellos.