Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un tesoro bajo los pies en peligro en Villena

Los acuíferos del municipio son una fuente histórica de riqueza económica y social en la provincia pero la sobreexplotación amenaza con salinizarlos

Imagen de los pozos de Villena y de la Laguna de Salinas, que se secó por completo por la explotación intensiva de los manantiales del acuífero Serral-Salinas. | ÁXEL ÁLVAREZ

Las aguas subterráneas están aunque no se ven y en Villena son abundantes pese a su clima semiárido y la ausencia de masas hídricas superficiales. Que el agua es vida se sabe, pero lo que no saben muchos es que los pozos del Alto Vinalopó suponen una fuente de riqueza social, económica y patrimonial para toda la provincia de Alicante. Especialmente para el Valle del Vinalopó y la comarca de l’Alacantí. Desde tiempos históricos los caudales extraídos en Villena han sido utilizados tanto para el riego de cultivos y el abastecimiento humano. Pero no es un recurso ilimitado y para conocer sus principales amenazas la Sede Universitaria de Villena, en colaboración de la concejalía de Medio Ambiente, ha incluido en el ciclo de conferencias sobre su entorno al geólogo José Miguel Andreu Rodes, profesor del Departamento de Ciencias de la Tierra y Medio Ambiente de la UA.

Un tesoro bajo los pies en peligro

Villena dispone en su amplio término de los acuíferos Solana, Rocín, Peñarrubia, Serral-Salinas, Cabreras, Caudete-Villena y Jumilla-Villena. Éste último es el segundo más grande de la provincia. En régimen natural los siete acuíferos tendrían capacidad para acoger 4.250 hectómetros cúbicos. A modo de comparación el embalse más grande de España, el de La Serena de Badajoz, alberga 3.232 hectómetros cúbicos. Sin embargo, debido a la gran extracción realizada en las últimas décadas, en la actualidad los acuíferos villenenses solo tienen 2.200 hectómetros cúbicos. Por lo tanto, ya se han consumido casi la mitad de sus reservas.

El líquido elemento es un recurso renovable pero el hombre tiene que gestionarlo adecuadamente para poder cubrir sus necesidades de forma sostenible. En caso contrario se corre el riesgo de esquilmar los recursos. Saber cuanta agua entra en cada acuífero es uno de los caballos de batalla de la hidrogeología. De hecho, siempre se trabaja con estimaciones, lo que implica cierto grado de indeterminación. Con la explotación de las aguas subterráneas se rompe el equilibrio natural. Cuando la extracción es mucho mayor que la recarga natural se produce la sobreexplotación. Un fenómeno que, según advierte el profesor Andreu Rodes, sufren todos los acuíferos de Villena con las consiguientes consecuencias éticas, patrimoniales, hidrológicas, legales, ambientales, sociales, administrativas y económicas.

«Un acuífero funciona como una cuenta corriente en la que hay ingresos y gastos pero en este caso no es dinero sino agua», apunta el geólogo. Si el hombre no interviene el llenado y vaciado lo hace la propia naturaleza. El agua entra en un 96% por la lluvia que se infiltra en el terreno, si bien la recarga también puede producirse por un lago o un río próximo. Y dentro del acuífero el agua se mueve desde las partes más altas a las más bajas, en busca de una salida natural a la superficie, a través de un movimiento extremadamente lento que puede durar hasta milenios. Los pozos destruyen ese proceso y cuando se fuerza la extracción se modifica el almacenamiento. Por eso la tendencia freática descendiente ha sido común en todo el Vinalopó. Pero la sobreexplotación también hace perder caudal a los ríos y extingue parte de su flora y fauna.

En el acuífero Caudete-Villena el nivel freático se sitúa en 20 metros, en Solana en 125 metros pero en Peñarrubia se encontraba a 270 metros en el año 2019. Si el nivel desciende las perforaciones hay que hacerlas cada vez más profundas. Consecuencias: más averías y aumento del costo del agua, lo que termina originando problemas sociales y conflictividad en el uso de los pozos.

En lo referente a los acuíferos de Villena el principal problema es la cantidad de agua extraída. El Serral-Salinas está en descenso pronunciado pero el Solana ha disminuido apreciablemente su dinámica anterior y ahora se halla en una situación de baja pérdida. Pero si se siguen sobreexplotando al ritmo actual, y se cumplen las peores previsiones del cambio climático, los sondeos del Vinalopó terminarán secándose.

Otro peligro latente es la alteración de la calidad del agua. La salinización por la extracción basal ocurrida en el acuífero de Crevillente no solo lleva a cerrar los pozos. De manera indirecta conduce a un escenario de desertificación progresiva por la salinización del terreno. Otro de los efectos de la sobreexplotación es la aparición de barreras ocultas que desconectan las masas de agua tal y como ocurrió en la década de los 70 con la división del gran acuífero Yecla-Villena-Benejama en tres. Y actualmente el acuífero Jumilla-Villena también parece haberse compartimentado en dos.

Finalmente José Miguel Andreu ha analizado la contaminación de las aguas subterráneas. «No es un problema que se haya dado en los acuíferos de Villena», ha explicado precisando que «esta situación es grave porque podemos tardar mucho tiempo en darnos cuenta y descontaminar es muy costoso». En España el mayor problema de las aguas subterráneas son los nitratos que se derivan de la actividad agrícola. El acuífero Caudete-Villena es el único que ha tenido problemas. Algunos de sus pozos llegaron a superar los 50 miligramos/litro de nitratos décadas atrás. Las aguas subterráneas no se ven pero son un activo bajo los pies que cotiza al alza.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats