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La gazpachada de Castelar

El político de Elda se curó de sus dolencias en 1898 en casa de un amigo de Sax y lo celebró con su comida favorita

Emilio Castelar -en el centro de la imagen- sentado y luciendo su característico bigote en la finca La Tejera de Sax el día de la gazpachada en 1898.

Hace 123 años llegaba en primavera a Sax Emilio Castelar y Ripoll, el gran orador y eminente político de Elda, presidente de la Primera República Española, para recuperarse de la diabetes y artritis que padecía haciendo reposo y cura en la casa de Secundino Senabre, su entrañable amigo de la infancia. En el número 4 de la calle Mayor, junto a la iglesia, permaneció Castelar en Sax del 17 de mayo al 28 de julio de 1898. Fecha en la que regresó a Madrid, recuperado ya de sus dolencias, gracias a los cuidados del médico sajeño Bernardo Herrero Ochoa. Precisamente en su libro «Castelar. Su infancia y su último año de vida» deja constancia el reputado doctor de las actividades del gran orador en la villa sajeña.

Emilio Castelar y Ripoll. | ASOCIACIÓN DE ESTUDIOS SAJEÑOS

Emilio Castelar y Ripoll. | ASOCIACIÓN DE ESTUDIOS SAJEÑOS PÉREZGIL

Cuando Castelar se restableció decidieron celebrarlo con una gazpachada, una de las comidas preferidas del político eldense. Fue en un día festivo cuando se desplazaron a la finca La Tejera, que era propiedad de su anfitrión y se encontraba en un espléndido paisaje rodeado de montañas y campos. En una casa de labor situada entre las sierras del Puntal y del Cantalar, en las estribaciones de la Fuente del Lobo, disfrutaron los dos amigos y familiares de unos típicos gazpachos sajeños. Así lo explica el historiador Vicente Vázquez Hernández, cronista oficial de Sax, citando el pasaje de la obra de Bernardo Herrero que plasma el momento: «Fuimos un día de campo a cierta heredad, que era uno de sus sitios preferidos. Levántase entre sierras la casa, por cierto nada artística, y la vegetación exuberante, en pleno mes de junio, prestaba a la sazón a la tierra sus más hermosas galas. Los mimos y cuidados de que era objeto el ilustre enfermo, convertían para él aquel paraje agreste en verdadera Arcadia. Sentados nos hallábamos a la sombra de unos copudos olmos, y los criados de la casa habían traído de la próxima sierra grandes brazadas de plantas aromáticas que, esparcidas en torno nuestro, venían a envolvernos en el penetrante perfume del espliego y la salvia, del cantueso, romero y tomillo. Frente a nosotros, y al lado opuesto de unos nopales, llameaban en la era de trillar las hogueras, donde habían de cocerse las tortas para preparar nuestros clásicos gazpachos, y hasta hubo un pequeño detalle que vino a dar el más apropiado carácter a la campestre escena…».

La finca de Sax propiedad de Secundino Senabre, amigo de Castelar desde la infancia. | ASOCIACIÓN DE ESTUDIOS SAJEÑOS

La afición de Castelar por los gazpachos sajeños era bien conocida. Así, en una carta fechada en 1884, escribe el político de Elda a su amigo de Sax: «Si enfermedades o trabajos no lo impiden, os veré sin duda este verano, pues siento el más vivo deseo de consagraros una de sus quincenas para ver el molino y comer una gazpachada en la Tejera». Un vivo deseo que ya no pudo ver cumplido porque una gran avenida del río Vinalopó se llevó consigo el puente Picayo, el único que entonces mostraba buenas condiciones para acceder al pueblo desde la estación del tren, y Castelar falleció en mayo de 1899, un año más tarde de su cura en Sax.

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