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Una historia de vacunas

Cuatro niños de Sax se libraron de fallecer por la rabia en 1887 al viajar a París para ser inmunizados por Pasteur

Vacunación contra la rabia de Joseph Meister en 1885.

La vacuna del covid-19 se ha convertido en la tabla de salvación de la humanidad. Tras quince meses de pandemia y una larga lista de víctimas mortales, la situación empieza a mejorar gracias a un proceso de inmunización que los negacionistas cuestionan. La historia demuestra, sin embargo, lo importante que ha sido la vacuna para la salud pública. En Sax cuatro niños se salvaron de la rabia en el año 1887 tras ser mordidos por un perro porque fueron enviados de urgencia a París para ser vacunados por el doctor Pasteur.

José María Soriano, uno de los niños vacunados en París, fue capitán de la comparsa de Garibaldinos en 1915.

El francés Louis Pasteur orientó en 1870 su actividad al estudio de las enfermedades contagiosas y en 1881 comenzó a estudiar el carbunco del ganado lanar hasta conseguir preparar una vacuna de bacterias desactivadas, la primera de la historia. Un extraordinario logro que sentó las bases que le permitieron desarrollar meses después la vacuna contra el virus de la rabia. Fue su última gran aportación en el campo de la ciencia y se probó con éxito el 6 de julio de 1885 con el niño Joseph Meister, que había sido mordido por un perro rabioso. Pero gracias a la inoculación de la dosis no llegó a desarrollar la hidrofobia o el horror al agua, uno de los síntomas más característicos de la enfermedad. Las vacunas ya entonces se evidenciaron vitales, algo que de forma masiva se corrobora actualmente día a día en la lucha contra el covid 19.

Carta del alcalde explicando el viaje a París.

El descubrimiento de Pasteur tuvo una gran resonancia internacional y el apoyo popular hizo posible la construcción en París del Instituto Pasteur, que gozó a partir de entonces de un gran prestigio social. Hasta 1935 habían sido inoculados más de 150.000 enfermos con 150 fallecidos, una mortalidad equivalente a tan sólo el 0’29%. Desde los primeros momentos de la vacunación contra la rabia llegaron a su laboratorio cientos de personas desde todos los puntos de Europa que habían sufrido mordeduras de ratas, linces, zorros, lobos, gatos y perros infectados por el virus. Era una procesión impresionante, gente que reclamaba que le fuera aplicado el tratamiento a todo riesgo, familiares angustiados y sobre todo niños, ya que los chiquillos campesinos, por encontrarse jugando con frecuencia en lugares en que podía surgir el animal enfermo, eran víctimas con más frecuencia de unas mordeduras que, hasta entonces, desencadenaban unos síntomas que producían la muerte en cuatro o cinco días por parada respiratoria. Eso fue, precisamente, lo que pudo haber ocurrido en Sax durante el otoño de 1887. Entre la multitud de personas que viajaron ese año a París para ser curados de la rabia por el doctor Pasteur hubo cuatro niños sajeños que fueron mordidos por un perro rabioso el día 29 de noviembre de 1887. Se trataba de los hermanos Emilio y José María Soriano Uñac, de 16 y 12 años, María Milagros Martínez Giménez, de 11 años, y Pascual Tomás Santonja Barceló, de 8 años.

Pasteur experimentando su vacuna con ovejas en Poully-le-Fort.

Según recoge en una de sus publicaciones el cronista oficial de la villa de Sax, Vicente Vázquez, el perro «forastero» mordió primero a una niña y a dos niños y, posteriormente, a un joven que se lanzó sobre él para, con la ayuda del policía municipal, tratar de matarlo porque estaba «hidrófobo». El médico del pueblo los curó minutos después de las heridas que presentaban. En uno de ellos eran de carácter grave y le afectaron a la mano y el muslo. El animal fue capturado y sacrificado junto a otro perro al que también mordió. Tras tener conocimiento inmediato del hecho el alcalde de la villa, Miguel Torreblanca Barceló, dio cuenta de lo ocurrido por telegrama el mismo día al Gobernador Civil de Alicante, Francisco de Valderrama, y éste, a su vez, al ministro de la Gobernación, José Luis Albareda, que ordenó la entrega de 250 pesetas a la familia de cada niño para que acudiesen a París y se pusieran a disposición del doctor Pasteur. Una cantidad a la que la Diputación Provincial añadió otras 500 pesetas mientras en el Consistorio sajeño se realizaban gestiones para librar fondos del presupuesto con cargo al capítulo de «calamidades públicas». Afortunadamente el ministro había sido con anterioridad embajador en París y conocía los avances de Pasteur con su vacuna. Por eso hizo todo lo necesario para que los niños de Sax fueran a París de forma urgente para ser tratados por el reputado científico. Semanas después regresaron sanos de Francia y ninguno desarrolló la enfermedad gracias a la vacuna.

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