El vuelo de la inclusión
Actividades asistidas y terapias con aves rapaces hacen que personas con diversidad funcional trabajen la seguridad en sí mismos, la autoestima y el trabajo en equipo

Áxel Álvarez
Cuando Juan Francisco (Juanfran) Martínez cruza la puerta del aula, el bullicio entre los alumnos se apaga de inmediato. El zooterapeuta y fundador de la asociación Magic Eagle de Sax nunca llega solo: siempre lo acompaña un par de transportines que esconden a los protagonistas más esperados. En esta ocasión, estudiantes del Centro de Formación de Personas Adultas de Santa Pola aguardan con expectación la llegada de Guizmo, Princesa y Nirvana, las tres aves rapaces que robarán la atención de Amparo, Elisabeth, Ana María, Damián y el resto del grupo.
La sesión comienza con los alumnos sentados en sus sillas, dispuestas en forma de "U". Amparo, una de las alumnas, tiene el gesto serio. Aunque durante la semana ha estudiado junto a sus compañeros las características de estas aves, ahora está a punto de conocerlas en persona, y eso la pone nerviosa.
Tras una breve introducción, Juanfran no hace esperar más a su público, esta vez de entre personas con diversidad funcional de entre 30 y 60 años. Saca del transportín a Guizmo, un autillo de grandes ojos naranjas y un bigote que despierta curiosidad y sonrisas entre los presentes. Después de explicar las características de esta pequeña ave, el zooterapeuta inicia la dinámica. Primero, pasa a Guizmo de mano en mano para que los alumnos lo acaricien y pierdan el miedo. Una vez superado este reto inicial, llega el momento clave: con un guante especial, los alumnos permiten que el autillo se pose en sus manos. "Esto les da seguridad. Lograr que se coloquen el ave en el puño es un triunfo, les aumenta la confianza y la autoestima", explica Juanfran.

Terapia con aves rapaces para personas con diversidad funcional / Áxel Álvarez
La actividad avanza paso a paso. Juanfran elige cuidadosamente qué aves presenta, dependiendo del colectivo. "Siempre hablamos antes con la psicóloga y con el centro para saber qué usuarios estarán en la sesión. Si son niños pequeños, por ejemplo, no puedo sacar un águila porque podría ser contraproducente. Empezamos con aves más pequeñas, como lechuzas o cernícalos americanos, para que pierdan el miedo poco a poco. Al final, incluso pueden sostener un búho de dos kilos", detalla.
En sesiones más avanzadas, se incluyen juegos interactivos. Por ejemplo, los alumnos trabajan en parejas recogiendo aros de colores del suelo mientras las aves atraviesan los aros guiadas por las indicaciones del monitor. "Con esto se fomenta el trabajo en equipo, la psicomotricidad y el compañerismo", señala Juanfran. En otra dinámica, los alumnos se colocan de pie con trozos de comida en las manos, y el ave vuela de mano en mano recogiendo los premios. "La espera de turnos y la paciencia son fundamentales en estas actividades", añade.
Volviendo a Santa Pola, la siguiente en salir del transportín es Princesa, un cernícalo americano de ocho años, mucho más nervioso que Guizmo. Su energía despierta aún más la curiosidad entre los alumnos, quienes escuchan a Juanfran que explica qué comida comen este tipo de aves o si son diurnas o nocturnas.
Las profesoras también aprovechan la ocasión para hacer preguntas: "¿Qué ave es esta?", interrogan. Según explica Mari Santi La Fuente, directora y profesora del centro, durante la semana han preparado el terreno: "Hemos recordado la figura de Félix Rodríguez de la Fuente, trabajado fichas didácticas sobre su biografía, estudiado las características de las aves rapaces que iban a venir y creado un mural". La profesora está convencida de que estas actividades no solo entretienen, sino que inculcan valores esenciales: "A través de los animales, los alumnos aprenden amor por la naturaleza, respeto y protección del medio ambiente".
Finalmente, aparece Nirvana, una majestuosa lechuza de Bengala con plumaje espectacular y enormes ojos naranjas que dejan a los alumnos sin aliento. Al abrir las alas, su imponente figura despierta asombro, aunque ahora, tras haber tratado con Guizmo y Princesa, los estudiantes muestran menos miedo. Amparo, que comenzó la sesión seria, ahora sonríe en su pupitre. Haber sostenido a Guizmo y Princesa en su mano ha cambiado su expresión por completo. Reto superado. Y eso, al final, es lo que busca esta terapia: que los alumnos ganen confianza, autoestima y una nueva perspectiva sobre lo que son capaces de hacer.
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