El Islam es la religión oficial de 27 países del mundo, por solo trece que institucionalizan el cristianismo y dos que se proclaman budistas. Por tanto, no parece que la religión de Mahoma se encuentre en inferioridad de condiciones. Incluso Inés Arrimadas considera que los independentistas catalanes tienen derecho a defender sus ideas, por última vez en el debate preelectoral de La Vanguardia del miércoles.

Si puede cuestionarse la unidad estatal hasta el límite de apostar públicamente por su ruptura, difícilmente han de vetarse los ataques contra alguna de las religiones que acoge. Entre otras razones, y como bien expone Jean Daniel, porque la religión está subordinada al Estado, y no viceversa. Por supuesto, los musulmanes no solo rigoristas abominan de este orden jerárquico.

La fiscalía ha abierto diligencias contra Javier Ortega SmithJavier Ortega Smith, secretario de Estado de Vox, por manifestar sin ambages su odio a la "invasión islamista". La denuncia procede de Musulmanes contra la Islamofobia. Cabe imaginar la zozobra que ha embargado a quienes denuncian la "invasión turística", porque nadie que aprecie su vida se atrevería a manifestarse contra la "invasión futbolística". Las religiones no merecen mayor respeto que otras creencias, salvo que se prohíba La vida de Brian. Se actúa con astucia contra un partido de ultraderecha antipática, pero la amenaza se cierne contra el número decreciente de ciudadanos dispuestos a expresarse libremente.

Vox tiene derecho a criticar ferozmente al Islam, al feminismo o a regiones españolas. Sobre todo en vísperas de unas elecciones que permiten a cada musulmán, mujer o catalán votar contra el partido de ultraderecha moderada, un vicio oportunamente prohibido en muchos de los países oficialmente islámicos. La grandeza de la democracia consiste en que concede libertad a la expresión de ideas asquerosas, para mejor derrotarlas