Muy pocos conocen la leyenda de Aly y Cántara, en ella se cuenta que Cántara era una mujer musulmana, hija del Califa que habitaba por entonces en el actual Alicante. La joven era bellísima y dos jóvenes de la localidad se enamoraron perdidamente de ella, dos caudillos del famoso moro Muza. El Califa, ante la insistencia de los jóvenes, tomó la decisión de que ambos pretendientes deberían llevar a cabo una tarea determinada, y el que primero diera por terminada su labor, sería el más digno de ganarse el corazón de su hija.

Almanzor, el otro pretendiente de Cántara, se fue a las Indias a traer especias raras y únicas a su amada, mientras que Aly se comprometió ante el Califa a cavar una acequia para poder traer «agua verde» a Alicante desde Tibi, de ese modo estaría más cerca de su amada Cántara.

La leyenda explica que, mientras Almanzor partía rápidamente con sus barcos a las Indias a traer las especias, Aly no se tomó tan enserio su trabajo; se dedicó a escribir poesías y canciones a su amada e ir cantando a todo el mundo sobre su belleza y su amor. Como no es de extrañar, Cántara se enamoró perdidamente de Aly e hizo su elección sin esperar tan siquiera ver el final de la acequia prometida. Pero cuando llegó al puerto Almanzor con sus barcos llenos de especias, el Califa, fiel a su palabra, le concedió la mano de su hija.

Aly, desesperado por la noticia, se tiró al vacío por un barranco (se comenta que unos siglos después y sobre ese lugar se construyó el Pantano de Tibi). Cántara, sumida en la desgracia y la tristeza por la pérdida de Aly, decidió seguir sus pasos y se lanzó desde el risco de San Julián, desde entonces, ese salto vino a llamarse el «salto de la reina mora».

La leyenda también cuenta que el Califa murió de tristeza tras la pérdida de su hermosa hija y que, sorprendentemente, su efigie apareció grabada sobre el Monte Benacantil, la cara del moro. La corte, impresionada por todo lo sucedido, decició llamar a la ciudad con el nombre de los desgraciados amantes «Alicántara», de donde procede el nombre actual de Alicante. Y aquí nació la leyenda de los amantes de Alicante.

Europa Enamorada

Las historias de amor se suceden por todo el mundo pero las más insólitas (legendarias o reales) desatan pasiones entre los amantes. Las ciudades donde suceden dichas leyendas son destinos muy conocidos y visitados durante todos los meses del año.

Entre todas ellas destaca el romance de Romeo y Julieta, y por descontado Verona. Ciudad que Shakespeare hizo famosa al elegir dicho escenario italiano. En la actualidad uno de los lugares más visitados en la ciudad de Verona es la casa de Los Capuleto, y en especial el balcón de Julieta. Sea cierta o no esta leyenda, se trata de un verdadero santuario consagrado al amor: la entrada está repleta de tarjetas, mensajes y cartas de amor llegadas de manos de visitantes y turistas de todo el mundo.

En Italia también se encuentra la localidad de Montecchio Maggiore. Dicen que en esta localidad existen dos lomas con dos castillos, el de Los Capuleto y el de Los Montesco. Y que el conde Luigi Da Porto fue el verdadero escritor de la historia de dos enamorados de familias rivales, que inspiró después a Shakespeare.

Coimbra, en Portugal, fue el escenario del amor entre Inés y PedroInés y Pedro. Se cuenta que Inés de Castro era una mujer bellísima, dama de compañía de la esposa de Pedro de Portugal, Constanza. El príncipe quedó prendado de ella en cuanto la vio y mantuvieron una relación extramarital hasta la muerte de Constanza, tras la cual se casaron en secreto. Pero este matrimonio no fue bien visto por el monarca, el rey Alfonso IV, que ordenó asesinar a Inés. Según la leyenda, cuando Pedro fue rey ordenó desenterrar el cuerpo de Inés, lo sentó en el trono y obligó a toda la nobleza a rendir vasallaje al cadáver.

En Krosno, Polonia, la trágica historia de amor la protagonizan dos hermanos por parte de padre: Anna y Stanislaw Oswiecimowie. Se cuenta que Stanislaw, caballero de la corte del rey Wladyslaw IV se enamoró de su hermana pequeña a la que no veía desde tiempos atrás. El caballero viajó a Roma para obtener la dispensa papal que le permitiera desposar a Anna. Pero cuando regresó de este viaje encontró a Anna muerta. La capilla donde se encuentran los sepulcros se convirtió en una atracción turística muy popular. Las parejas que se casan en la iglesia descienden a la cripta para ser bendecidas con el amor que unió a Anna y Stanislaw.

España también comparte con el mundo su particular idilio frustrado, protagonizado por los amantes de Teruel. Dos jóvenes que pasaron de jugar juntos a enamorarse sin remedio. Isabel, era la única hija de la familia Segura. Diego solo era el segundón de los Marcilla y heredaría poco más que un caballo. Supieron pronto que era un amor imposible, así eran las cosas. Diego decidió marchar a tierras de conquista, ganar un nombre, fortuna, algo que le hiciera digno de desposar a Isabel. Ella prometió aguardarle cinco años sin permitirse ni un beso hasta su vuelta. Diego volvió con fama y fortuna al cumplirse cinco años... y un día. E Isabel se acababa de casar. Durante la noche se coló para pedirle a Isabel su ansiado beso pero ella no se lo dio. El corazón de Diego no pudo resistirlo. Cayó desplomado, murió de amor. En su funeral, una mujer que ceína un corona de azahares se acercó, abrazó al difunto y le besó largamente. Isabel cayó muerta en brazos de su enamorado, murió de amor.

Durante todo el mes de febrero, la actividad turística de la ciudad se vive con representaciones teatrales a pie de calle que recrean aquello que pudo ser y no fue.

Muchas son las leyendas que se escuchan y más cuando se acerca la fecha de San Valentín, quizá no con los finales que cualquier pareja querría, pero sí con esa intensidad y pasión que, como dicen son típicos de las novelas y películas. Cada uno tiene en su mano, el crear su propia historia de amor, pero sin finales trágicos, por favor.