Durante el Siglo XX, Países Bajos tuvo un enemigo común, tanto en el ámbito político como en el futbolístico: Alemania. Después de la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial, un hecho histórico que los neerlandeses recuerdan como una humillación, se volvieron a topar con los germanos en la década de los 70. Esta vez fue sobre un campo de fútbol, y La ‘Naranja’ Mecánica de Johan Cruyff perdió en la final del Mundial de 1974 ante la Alemania de Beckenbauer, que fueron los claros dominadores de la década en cuanto a títulos.

El seleccionador de aquel histórico equipo neerlandés era Rinus Michels, que volvió al banquillo de la ‘Oranje’ para dirigir la Eurocopa de 1988. Una edición especial, por ser la última antes del terremoto geopolítico que viviría Europa poco después a finales de los años 80 y principios de los 90. La de Alemania'88 fue la última Eurocopa a la que el país germano acudió como dos naciones separadas (Federal y Democrática) y en la que la Unión Soviética participó como país unificado.

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Fue el torneo de Van Basten, Gullit, Rijkaard y los hermanos Koeman. El de la revancha de Países Bajos y Rinus Michels con Alemania. La Eurocopa del colorido en las gradas y las míticas camisetas de Adidas. Una oda a la estética, al espectáculo y al fútbol. Todo eso, comprimido en la legendaria volea de Van Basten en la final ante la URSS de Lobanovski como seleccionador y Belanov como gran estrella.

Esa selección neerlandesa vengó a la 'Naranja Mecánica' en semifinales al vencer a Alemania, en su propia casa, por 1-2. Justo en ese momento millones de ciudadanos neerlandeses pudieron quitarse un peso de encima. Pero todavía quedaba el gran paso. En la final esperaba la Unión Soviética, que había derrotado a Países Bajos en la primera jornada.

En aquel encuentro de fase de grupos, Michels no pudo contar todavía con Van Basten, que seguía recuperándose de una lesión. Reapareció en el segundo encuentro para salvar a la 'Oranje' con un hat-trick ante Inglaterra para encarrilar el pase a semifinales. Y por supuesto apareció en la final. Gullit adelantó a Países Bajos en la primera mitad con un cabezazo inapelable dentro del área, y al inicio de la segunda parte llegó la jugada para la eternidad.

En un contraataque, Mühren centró muy pasado al segundo palo. Parecía imposible de rematar para Van Basten, cuya mejor opción era dejarla correr e intentar que no marchara por línea de fondo. Pero cuando estás hablando de un tres veces Balón de Oro, nada es imposible. El 'Cisne de Utrecht' la enganchó en el aire, prácticamente sin ángulo, y el balón entró a la portería de Dasayev igual que el delantero del Milan entraba en la historia.

Desde ese momento, ese golazo de Van Basten quedó para siempre en la retina de todos los aficionados y ligado al nombre de Eurocopa. En ese gol iba toda la fuerza de la afición neerlandesa. Van Breukelen selló el título atajando un penalti a Belanov. Países Bajos se quitaba por fin el peso de la historia sobre sus hombros y lograba su primer trofeo internacional. Eso sí, el único hasta el momento.