Lo de Aspe es que llama la atención. Pese a ser un pueblo con múltiples y variados atractivos, es como si no hubiera sido capaz a lo largo de su historia de saber venderlos convenientemente. Y eso hay que corregirlo. La localidad del Medio Vinalopó atesora rincones dignos de ver en su casco histórico -como la basílica de Nuestra Señora del Socorro, el Teatro Wagner o el edificio del Mercado de Abastos-, inmejorables rutas senderistas y un interesante Museo Histórico, ahora más completo con la sección de arqueología. Pero además del plano cultural, para los que nos gusta eso del buen comer, la visita a Aspe incluye la posibilidad de adquirir embutidos caseros que nada tienen que envidiar a otros de la comarca que sí han sabido hacerse un nombre reconocido, al menos a nivel provincial; una pastelería rica y variada o, por ejemplo, un arroz de conejo a la leña de los de quitarse el sombrero. Prueba de su buen hacer a la hora de dar de comer al personal, Aspe tiene el privilegio de mantener, en estos tormentosos tiempos que corren, dos eventos gastronómicos de máximo nivel año tras año, las jornadas gastronómicas del restaurante Alfonso Mira y las del restaurante Ya, con dieciséis y diecisiete ediciones respectivamente a sus espaldas, que se dice pronto. Pero cuando sabes que detrás de los dos establecimientos de mayor reconocimiento de la localidad está la misma familia, la cosa tiene su lógica. Los hermanos Mira, los padres, son los que impulsaron los negocios familiares que ahora dirigen Alfonso y Teo, por un lado, y Ernesto y Gustavo, por otro. Vamos, que todo queda en familia. La semana pasada tuvimos la oportunidad de volver a comprobar sus excelencias culinarias, en este caso en el Ya, y tuvimos la suerte de coincidir con el protagonismo de un restaurante alicantino que con tanto éxito gerencia un aspense más, Carlos Bosch: El Portal. La propuesta estuvo a la altura y recorrió parte de la oferta de este restaurante alicantino de plena moda. A destacar los «Arenques de El Portal» y un impresionante «Atún con ortiguillas de mar». Aunque, en mi caso, lo mejor de la jornada estaba por llegar. Lo cierto es que Juani, la mujer de Juanfran Asencio, ya nos había advertido de lo que íbamos a disfrutar, y no exageró lo más mínimo. Esta mujer está llamada a ser, junto al incombustible e incondicional Vicente Galvañ -más conocido por Matías el carnicero, aspense por los cuatro costados- una de las principales embajadoras de Aspe, por el entusiamo y convicción con que defienden los valores de su pueblo. Pues lo dicho, el panettone lo empezamos a disfrutar incluso antes de que llegara a la mesa porque su aroma lo precedía; luego resultó esponjoso, de sabor delicado e intenso a la vez. Todo un lujo. Para repetir.

Pero además, lo que verdaderamente llama la atención de Aspe es la tremenda hospitalidad de unas gentes que te reciben con los brazos abiertos. Resulta evidente que disfrutan haciendo que quien los visita se sienta a gusto y le trasmiten este entusiamo desde que te presentan hasta que se despiden de ti. En este cometido se implica como el que más Antonio Puerto, su actual alcalde, quien hace gala de trabajar por su pueblo y de intentar elevarlo hasta el lugar que se merece. Buena suerte.